Por Alejandro Ramírez (*)
A juzgar por cómo titularon los grandes medios de comunicación, los primeros “heridos” en el derecho a informarse –a comunicarnos como corresponde– somos los ciudadanos. A las 18 hs. del mismo jueves 27 de agosto en que el proyecto ingresó a Diputados, los titulares de los medios fueron:
TN: “Ley de medios K”.
Clarín: “Presentan la ley para controlar a los medios”. Y en la nota el matutino alertó que el Ejecutivo “quiere avanzar sobre la prensa independiente”.
La Nación: “Lanzan la ley de radiodifusión con un duro ataque a la prensa”.
La Prensa: “Ley de medios”.
Crítica: “El miedo es el mensaje”.
Si por un momento dejáramos de lado la novelesca “pelea” entre los Kirchner y el grupo Clarín (y utilizo comillas porque entre Kirchner y Clarín hubo nefastos acuerdos entre 2003 y 2007 que son, precisamente, los que consintieron y reforzaron el sitial de privilegio de los grupos mediáticos en el mapa comunicacional de la Argentina), podríamos observar algunas cuestiones interesantes:
- Todos hablan de “medios” y ninguno discute cómo garantizar nuestro derecho humano y ciudadano, a la comunicación.
- Todos defienden la “prensa independiente”, pero a la vez reclaman al borde de la histeria el aporte de la publicidad del gobierno.
- No se discute el texto de la ley en sí, sino que el debate se focalizó en los “intereses” oficiales y de los grupos mediáticos.
- Preocupa que ninguno de los periodistas (medios) y, peor aún, los diputados y senadores, hayan leído el proyecto. Sin embargo opinan y hasta anticipan su voto basándose en noticias periodísticas.
- Absolutamente todos desconocen que las demandas antimonopólicas y progresistas son históricas, e inclusive de organismos internacionales de los que la Argentina no participó.
Hace casi 30 años, la Comisión de la Unesco publicó lo que se conoce como Informe Mac Bride (1980), y en el comienzo afirmaba: “La comunicación sostiene y anima la vida (...) Fuente común de la cual se toman las ideas, fortalece mediante el intercambio de mensajes el sentimiento de pertenecer a una misma comunidad (...) Apunta a liberar la humanidad de la necesidad y del miedo aunándola en un sentimiento de común pertenencia y en un mismo impulso de solidaridad y de comprensión. Pero, sin unos cambios estructurales fundamentales, la mayoría de la humanidad no podrá aprovechar los progresos de la tecnología y de la comunicación”.
(*) Docente de Políticas de la Comunicación de la Facultad de Ciencias de la Educación (UNER)