El mapa político tiene sus piezas trabadas en los principales distritos electorales del país.
La renovación del Congreso luego de la larga transición iniciada tras las elecciones del 28 de junio permite lecturas múltiples: por un lado, crecieron las fuerzas de derecha, que ganaron más bancas que las que ponían en juego, por otro, se atomizó la oposición, lo que devino en un fenómeno verificado el último semestre –el kirchnerismo tomando la iniciativa y marcando la agenda– o, por otro más, se renovó el debate por el modelo de país, con la participación los mismos interlocutores pero con una mayor distribución del poder real.
La derecha se impuso al mismo tiempo en los principales distritos electorales: provincia y ciudad de Buenos Aires y provincia de Santa Fe, donde hubo desquite en septiembre. Córdoba aparece como la única provincia de peso en la que el kirchnerismo cayó ante una opción progresista y no ante una conservadora.
Los resultados pusieron otra vez al ex gobernador y actual senador Carlos Reutemann en la grilla de largada para las presidenciales de 2011. Muy pronto el Lole se cansó del protagonismo que los medios capitalinos le asignaron y anunció que su destino –al menos por los próximos seis años– está en el Congreso. La bravata –“que a la candidatura se la recontra metan en el medio del culo”– se supone iba dirigida a la presidencia, pero resonó más lejos: al interior de su partido hay dirigentes que hace rato vienen tocando bocina –Das Neves, Solá, el propio Duhalde, propuesto por Reutemann– y que buscan presentarse como una alternativa de centro ante el armado de los Kirchner. También hay otros dirigentes, de la derecha argenta, que quieren sumarse a la grilla con la bendición del Lole: De Narváez y Macri principalmente.
El senador, tras la contienda del 28 de junio, volvió a lo suyo. Parece formar parte de un recuerdo muy lejano esos primeros meses del año en los que hablaba largo y tendido con la prensa. Aunque el derrotado fue Rubén Giustiniani, no hubo analista político que no cediera a la tentación de afirmar que Reutemann se impuso ante el gobernador Hermes Binner. En la Casa Rosada entendieron que era la hora de apostar doble o nada. Después de las fotos de Cristina con Binner y con otros referentes progresistas como Martín Sabatella –en la llamada ronda de diálogo–, se sucedieron las jugadas: primero la Ley de Medios, luego el intento de una reforma financiera –que rápidamente fue a parar al freezer de las materias pendientes– y, hacia fin de año, la asignación universal por hijo dispuesta por decreto.
Mientras tanto, la provincia atravesaba su propio proceso electoral. En las generales del 27 de septiembre, el Frente Progresista Cívico y Social se impuso en 14 de los 19 departamentos y repitió la buena performance de 2007, que no había podido traducir en el resultado final de junio –donde Reutemann superó a Giustiniani por un punto porcentual y unas pocas décimas más–. De todos modos, la configuración del poder no se alteró en lo sustantivo. El gobierno de Binner no logró consenso para sancionar una reforma tributaria sin que el intento se convierta en una descarnada batalla política y mediática con el PJ local y las cámaras patronales, a los aullidos.
Pese al argumento que señala la necesidad de realizar una “armonización” con los impuestos de las provincias vecinas, y al hecho de que casi todos los sectores sociales, políticos y gremiales la apoyan, los senadores y diputados del PJ resisten como un bloque único: por primera vez desde la llegada de Binner a la Casa Gris reutemanistas y kirchneristas están de acuerdo, aunque a la larga o a la corta algún sector cederá.
Idéntica resistencia denuncia el Ejecutivo en su tortuosa relación con la Justicia. A fin de año se recalentó el asunto y los ministros de la Corte resolvieron que era hora de jugar la carta más alta: nombraron a Rafael Gutiérrez como nuevo presidente del máximo tribunal de la provincia, aún cuando Binner había sugerido su renuncia tras el fallo que anuló la sentencia del Caso Fraticelli. En el medio aparece como prenda nada más y nada menos que la principal reforma judicial encarada en la provincia desde que rige el Código Penal (1896).
Un Senado en contra, una Justicia distante, municipios y comunas exigiendo cada vez más recursos: a Binner no se le presenta sencillo el panorama de cara a la segunda mitad de su gestión. No hay pocas cosas en juego: el futuro inmediato de la provincia y –tal vez– del país dependen de cómo sepa enfrentar esos escollos.