Por Adrián Brecha
El horno no está para bollos, pero la temperatura local ya se hace sentir. ¡Y cómo! Si bien faltan varios días para que el almanaque indique el solsticio de verano, el termómetro ya nos dio varias sacudidas como para ir anticipando lo que nos depara en los tan bellos meses que cambian el humor santafesino. Usted dirá que no es momento de hablar de fruslerías, que el país tiene serios problemas (como siempre), que el mundo está aún enfrascado en las guerras, con nobeles que las declaran. Que hay hambre, pobreza, enfermedades, que existen conflictos de todo tipo: políticos, sociales, religiosos y ecológicos, cada uno con un documental a estrenar. Que ante escenarios como la crisis mundial, el dengue, la gripe, la desocupación, los conflictos mediáticos, no deberíamos arribar con temas como éste. Pero también puede ser que usted no piense en nada de esto y esté haciendo números para conseguir ese deseado split que mira con la ñata contra el vidrio, o soñando con las vacaciones en el mar, las sierras o los piletones del renovado Parque Garay. El calor, además de traer los mosquitos, también nos permite disfrutar al ver a los habitantes de la aldea sueltos de ropa. Y eso conlleva sin dudas al problema que nos acompleja (un plural para socializar la culpa): los tan conocidos y negados kilitos de más. La tasa de inscriptos en los gimnasios crece ampliamente en estas fechas, para lograr cuerpos que sólo se ven en las revistas. Los pantalones empiezan a acusar recibo y ya no se puede zafar desprendiendo el primer botón. La remera ajusta la panza cervecera y de nada sirve esconderla. Quizás uno de los problemas es que haya pocos gordos exitosos. Al gordo le queda sólo ser el dueño de la pelota, dedicarse al humor o conseguir la secretaría general de algún gremio. Es por eso que, desde este púlpito, nos disponemos a entregarle algunas tetras para mirar con dignidad al espejo:
1. Culpe al estrés. Propicia el sobrepeso y la obesidad. Los animales a los que se les proporcionó una dieta rica en grasas y azúcares en condiciones de estrés engordaron el doble que los ratones que mantuvieron la misma dieta pero sin estrés.
2. La ropa negra es una aliada, pero es un engaña pichanga sobretodo si hay que ir a una pileta. Resígnese.
3. Recurra a un momento setentoso y cante: “la pinta es lo de menos, yo soy un gordo bueno”. Y siempre recuerde que billetera mata galán.
4. El sexo es un ejercicio efectivo, consume una gran cantidad de energía calórica. La excitación de desvestir a la pareja quema entre 120 a 180 calorías, un orgasmo 160. Divierte más que Pilates.
5. Si todo lo puede y no logra renunciar a los postres, entréguese al placer y siga el dogma de Willy Polvoron: “la vida es una sucesión de asados”.