Por Juan Pascual
Se usa así. El control remoto no se gasta en cualquier lugar: el 1, el 3, el 7 y el 5 en el mío prácticamente no se ven. El 8 se mantiene, blanco y radiante.
Tema de debate a fines de los 80 y comienzos de los 90, cuando el cable era una novedad, el zapping supera con mucho el mero pasaje canal por canal, a lo largo de todas las señales. Cada quien tiene sus números favoritos, el camino que se repite: TN, TV Pública, TyC Sports, Cinemax, de Cinecanal a Fox, Gourmet (lo admito) y VH1. A veces, se cuela Canal 13 de Santa Fe o Cable y Diario o el 9 de Paraná en las –al menos– seis horas diarias en que el Tonomac está encendido: el almuerzo, de 13 a 15; la noche, de 20 a 24.
En la voz del aparato se hace presente un sujeto más, propio del hogar. Vive dentro de la casa. Nos habla en un doble sentido: hacia nosotros y a través de nosotros. Cuando agota, varía al ritmo veloz del dedo. Siempre presente, responde a nuestro mando. Elegimos un recorrido; esa elección condiciona la formación de nuestros modelos mentales sobre lo que nos rodea y lo que nos gusta. Condiciona los anteojos con los que vemos el mundo, la piel con la que sentimos los miedos, la risa con la que festejamos los chistes. No ven igual las cosas quienes cancelan el 11 o el 15 de la secuencia. No mirar el 68 significa que no viste MTV en los 90. Entre el 46 y el 37 hay un pequeño abismo histórico y estético. La decena del 4 me es ajena: del pack que va de Friends a Lost no hay absolutamente nada en mi vida.
La serie de canales elegidos es el reverso de la imagen que uno tiene sobre sí mismo, mientras que al mismo tiempo el texto televisivo es constitutivo de nuestra propia imagen. Elijo los canales que mejor me eligen. La diversidad de opciones y de voces a la hora de armar el zapping se convierte en un núcleo central de la disputa política por la construcción de mi imagen, de mí mismo.
Si los 80 canales hablan todos de la misma caca, sea marroneta, o de turco, o un resultado de la digestión, o una secuencia de una porno, puedo elegir un recorrido cualquiera pero, inevitablemente, algo de esa única caca compartida va a quedar en mi propia imagen.
Nos usó así. Más allá y gracias a esas variaciones, a través de la pantalla supimos que en la primera mitad de los 90 estábamos pum para arriba. También, que lo peor del menemismo era la corrupción y no el modelo económico. Aprendimos que lo fundamental en la política era la seriedad, la decencia, la previsibilidad de alguien aburrido; que lo mejor era la política sin partidos (o, mucho mejor, sin políticos) y la economía de mercado sin ningún tipo de control. Luego, el mismísimo gomazo nos enseñó a poner una feta de salame en los sobres electorales de octubre de 2001. Después de Hora de Daniel Hadad, programa cuyo columnista económico (Antonio Laje) inventó el término “corralito”, transmitió en directo toda la noche del 19 de diciembre, como TN y Crónica. Jorge Lanata emitió su programa desde una Asamblea Popular. Eduardo Duhalde fue el “piloto de la tormenta” y Néstor Kirchner, todos lo sabemos, fue un gran presidente en su (“primera”, se le dice) gestión, para luego volverse loco.
En mi casa nadie tiene el status suficiente como para haber producido, por sí solo, la totalidad de este relato y la posición en que se ubica (y eso que no planteamos cómo el tío electrónico presenta la seguridad o la posición socialsexual de mujeres y hombres). A favor o en contra, supimos y absorbimos este relato proferido por ese familiar de rayos catódicos. “Dejo el televisor prendido para que me haga compañía”: sólo quien haya vivido en soledad por un tiempo considerable sabe que en esa frase no hay ninguna metáfora, que el ronroneo del aparato es una compañía real. Porque, en suma, hay que señalar algo evidente: la voz del aparato es una voz humana.
Hoy. La voz dice que tiene miedo y que está acosada. Expuso su temor a la Comisión de Libertad de Expresión de la Cámara de Diputados de la Nación. Allí Gustavo Sylvestre afirmó sobre unos afiches anónimos de repudio personalizado: “Ya hemos pasado por esto cuando estaba la Triple A”. Marcelo Bonelli dijo: “Todos sabemos cómo empieza esto, pero no cómo termina”, a lo que Joaquín Morales Solá iluminó: “No nos van a callar, aun si esta saga tiene que terminar con un muerto”, ya que el contexto actual implica “un clima de incitación a la violencia y al homicidio”.
Sabemos del botox y de las carteras caras. De su marido como su chirolita, hoy un Führer que todo lo maneja. De cómo se gritaban y cagaban a trompadas, sobre todo cuando ella tuvo calenturas con funcionarios de Gabinete. Tuvo ataques depresivos y pensó en renunciar; además es una medicada esquizofrénica bipolar. Forma parte de la asociación ilícita más corrupta de la historia. Ignora todo sobre todos los temas: el campo y la seguridad, en la punta. Organizó con Kirchner escuadrones de pistoleros para atacar ruralistas, utilizando el modelo ya vigente en la Tupac Amaru. Con la caja someten a todos los gobernadores, diputados, senadores, sindicalistas, intendentes, dirigentes sociales y ¡habitantes del conurbano bonaerense en general! Y tienen un ejército de cibermilitantes como Hugo Chávez, el único amigo de una Argentina aislada totalmente del mundo…
La lista puede continuar. Quienes tienen “miedo” hicieron ese listado: la prueba misma de todo lo que es posible decir sobre “la pareja presidencial”. Y por derogación de una ley, hoy la calumnia y la injuria sólo son una cuestión de discusión pública. En la misma línea argumental: en este “clima dictatorial de aprietes” todavía no se ha registrado una acción organizada de represión policial del Estado a la protesta social de calibre cercano al del clima de los 90 o, más cerca, a la fecha de la muertes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán (detonantes del fin del gobierno de Duhalde). Más de 100 días estuvieron cortadas las rutas de la zona agropecuaria por ruralistas que en repetidas ocasiones afirmaron estar armados y que ejercieron puntualmente el poder de policía con requisas a camiones de carga; la respuesta de fuerza del Estado ni remotamente fue comparable con el sabor amargo de una represión en el puente de Corrientes à la “Freddy” Storani. Y la acción de la Triple A corresponde, en todo caso y usando más rectamente la palabra, a la ejecución de José Luis Cabezas.
El miedo, una estrategia. Pero sucede que quien tiene miedo a un fantasma teme aunque el espectro no esté presente, ni exista de verdad. El miedo se “tiene”, existe por fuera nuestro y nos embarga, como a quien teme a la oscuridad a medida que pasan las horas. Mientras cae la noche ya sabe de la entrada en la negrura poblada de ojos. Es una forma existencial que se hace completamente visible porque se hace carne. Un tipo de experiencia del cuerpo, el miedo es un común. Es empático y acaso, indiscutible. Por eso el miedo “pega”. Se adhiere y adhiere.
Negarle el temor a quien expresa miedo equivale a descalificarlo completa y radicalmente. No se falsea el enunciado, se falsea al enunciador. No hay una farsa, hay un farsante. La estrategia es extrema y completamente de doble filo.
Y se hace efectiva cuando aumenta la tensión. Se encadena con otros miedos: TN puede desaparecer marca la línea de argumentación respecto de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual; el miedo televisado al gobierno de quienes, hasta la fecha al menos, se llaman Marcela y Felipe Noble Herrera, es su principal defensa. Miedos, por todas partes. Agotan un poco, a veces no son creíbles. Y a veces se nutren (dándole bombo) de los miedos que les emanamos: la inflación y la seguridad, sobre todo. Tan reales y tan televisionados.
Discutiendo política. Los multimedios van hacia un futuro completamente diferente y, además, hay una cuestión de derecho penal, de memoria histórica y de justicia en juego. Son cuestiones demasiado decisivas como para entrar en la calesita del recalentamiento público político cebado, dándole status de noticia a un chiste gráfico pedorro o revoleando sillitas en la Feria del Libro.
Pero bueno, el aumento de temperatura en lo mediático es algo muy lógico atendiendo a lo inminente: el resultado de los estudios de ADN y todas las apelaciones posteriores. Más tarde, si la Corte Suprema abre a que siga avanzando en formalidad la actividad de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, probablemente el nuevo momento crucial se plantee muy cerca de los días de las elecciones presidenciales. Eso ya es otro tema.
Publicado en Pausa #54