Hoy hablamos de ella: de esa gordita de cuero que todos quieren tener aunque luego muchos la maltratan
Por Gastón Chansard
Sábado a la tarde en el Parque Juan de Garay, sol de primavera, familias, mates, bizcochos y la pelota de fútbol, esa mujer redondita que soluciona todo a la hora de entretener a un pequeño inquieto o aburrido. Para esos padres que debaten las diferencias entre niñas y niños a la hora del entretenimiento, en este rubro no hay dudas, el varón es más fácil de entretener: una pelota a rodar y un chiquito que no molesta más, aunque también podríamos mirar la situación desde una óptica más tierna y afirmar que el pequeño se divierte con el balón y es un nene feliz. Sea como sea, la pelota es la solución para millones de padres que desesperan por calmar a su nene o simplemente verlo correr detrás de esa bola de cuero con la camiseta que el padre lo obligó a amar hasta el último día de su vida.
En este caso hablamos de la pelota como símbolo de entretenimiento, diversión y solución (más allá del chupete electrónico llamado televisor o computadora) para un padre que no sabe cómo hacer para calmar el aburrimiento de un hijo. Pero la pelota en estos tiempos también puede ser el símbolo del poder, de los millones de dólares que ruedan mientras ella se pasea de estadio en estadio, de los intereses que se juegan si ella entra o no entra en un arco. Puede ser el símbolo de la ilusión de millones de pibes y padres que ven un futuro económico asegurado en el fútbol profesional y, por sobre todas las cosas, la pelota es el símbolo de la pasión más desenfrenada que puede provocar un deporte en todos los continentes.
Buscando sobre los orígenes de la primera actriz del fútbol, todos coinciden en un dato histórico que habla de la invención de la pelota de cuero allá por el siglo IV antes de Cristo, en lo que hoy es China (que ironía de la historia, los chinos apenas jugaron un mundial). En esa búsqueda de material sobre los inicios de este gran invento, la biblioteca futbolera me regala una vez más a Eduardo Galeano, que se refiere a la pelota de la siguiente manera: “Era de cuero, rellena de estopa, la pelota de los chinos. Los egipcios del tiempo de los faraones la hicieron de paja o cáscaras de granos, y la envolvieron en telas de colores. Los griegos y los romanos usaban una vejiga de buey, inflada y cocida. Los europeos de la Edad media y del Renacimiento disputaban una pelota ovalada, rellena de crines. En América, hecha de caucho, la pelota pudo ser saltarina como en ningún otro lugar. Cuentan los cronistas de la corte española que Hernán Cortéz echó a brincar una pelota mexicana, y la hizo volar a gran altura, ante los desorbitados ojos del emperador Carlos.
La cámara de goma, hinchada por inflador y recubierta de cuero nació a mediados del siglo XIX, gracias al ingenio de Charles Goodyear, un norteamericano de Connectiut. Y gracias al ingenio de Tossolini, Valbonesi y Polo, tres argentinos de Córdoba, nació mucho después la pelota sin tiento. Ellos inventaron la cámara con válvula, que se inflaba por inyección y desde el Mundial del 38 fue posible cabecear sin lastimarse con el tiento que antes ataba a la pelota.
Hasta mediados del siglo pasado, la pelota fue marrón. Después, blanca. En nuestros días, luce cambiantes modelos, en negro sobre fondo blanco. Ahora tiene una cintura de setenta centímetros y está revestida de poliuretano sobre espuma de polietileno. Es impermeable, pesa menos de medio kilo y viaja más rápido que la vieja pelota de cuero, que se ponía imposible en los días lluviosos”.
Con un balón así Uruguay y Argentina jugaron la primera final de un Mundial
En otro tramo de las líneas que Galeano le dedicó a la pelota en el libro “El fútbol a sol y sombra”, el escritor charrúa escribe: “Ella es fiel. En la final del Mundial del 30, las dos selecciones exigieron jugar con pelotas propias. Sabio como Salomón, el juez decidió que el primer tiempo se disputara con pelota argentina y el segundo tiempo con pelota uruguaya. Argentina ganó el primer tiempo y Uruguay el segundo. Pero la pelota también tiene sus veleidades, y a veces no entra al arco porque en el aire cambia de opinión y se desvía. Es que ella es muy ofendidiza. No soporta que la traten a patadas, ni que le peguen por venganza. Exigen que la acaricien, que la besen, que la duerman en el pecho o en el pie, es orgullosa, quizás vanidosa, y no le faltan motivos: bien sabe ella que a muchas almas da alegría cuando se eleva con gracia y que son muchas las almas que se estrujan cuando ella cae de mala manera”.
Desde aquella primera final del Mundial en Montevideo hasta la última en Johannesburgo, la pelota fue protagonista estelar con presentación y hasta nombre especial para cada Copa del Mundo. Hagamos un repaso de los nombres que recibió la gorduchinha (gordita), como la llaman los brasileños, en cada Mundial. En 1930 fue la Pelota Argentina de 12 paneles y la Modelo T (uruguaya). Las dos en su interior tenían una vejiga. En Italia 1934 la Federale 102. En Francia 1938 aparece la Allen, que tiene como novedad el reemplazo de la vejiga por una válvula inflable a través de un pico. En Brasil 1950 juegan con la Súper Ball Duplo T. En Suiza 1954 surge la Swiss World Champion, que tenía sus gajos externos con formas de T. En Suecia 1958 usan la Top Star. En Chile 1962 juegan con la Adidas Crack, en dicho certamen aparece por primera vez en escena el nombre de la marca del balón y además aumentan los paneles, lo que la transforma en una esfera regular. En Inglaterra 1966 surge la Slazenger Challenge, con esa pelota volvían los gajos rectangulares de color naranja, amarillo y blanco. En México 1970 ponen es escena a la Telstar, era de cuero y con 32 gajos cosidos a mano, fue la que marcó el modelo de los balones actuales.
Con este bolo Pelé se lució en el Mundial de 1970
En Alemania 1974 juegan con la Telstar Durlast, era igual pero con el color de las letras impresas de dorado a negro. En Argentina 1978 nace la Tango, la pelota que los chicos de los ‘80 siempre soñábamos tener. Con motivos circulares en sus gajos se usó de modelo para las próximas cinco copas del mundo. En España 1982 la Tango España era impermeable. En México 1986 la Azteca.
Y esta pelota fue tocada por el mejor jugador de la historia del fútbol
En Italia 1990 la Etrusco. En Estados Unidos1994 la Questra. En Francia 1998 la Tricolore. En Corea-Japón 2002 surge la Fevernova, que con tres capas tejidas le dieron una trayectoria de vuelo más precisa. En Alemania 2006 estrenan la Teamgeist, con menos gajos que sus antecesoras, permite una superficie más suave para rematar. Y por último, en Sudáfrica 2010 el mundo del fútbol criticó con dureza a la Jabulani, una pelota liviana, rápida y para los arqueros, de “difícil control por su inestabilidad en el vuelo”.
La basura que Adidas impuso para Sudáfrica 2010
De cuero, de plástico, de goma, la vieja y querida pulpo, de papeles, de trapo o hasta una chapita en el patio de la escuela sirvió para ser por un rato “la pelota”. Sea como sea, con el material que esté hecha, con el nombre que quieran ponerle, la pelota siempre será ese elemento sagrado que marcará los destinos de alegrías y tristezas a millones de hinchas de fútbol.
El gran Alfredo Di Stéfano le erigió un monumento a la entrada de su casa, una pelota de bronce con una placa que dice: Gracias vieja. Después de semejante homenaje de uno de los dioses del fútbol viviente y luego de ver tanto fútbol en la televisión pública, me pregunto: futbolistas de Primera División, ¿por qué la tratan tan mal?
Publicado en Pausa #67, todavía disponible en los kioscos de SF