Las cartas del PJ provincial: la interna de un partido que por primera vez desde el retorno de la democracia llega como oposición a las eleccionesPor Juan Pascual“Ahora sí se va a ver quién se banca en ‘la privada’. Quién puede armar en el llano, sin la plata del Estado”, se escuchó decir como festejo amargo de la boca de algunos justicialistas excluidos del tiempo de la bonanza, mientras observaban la amortiguada –por prevista– caída de 2007. La dinámica del cálculo político interno del justicialismo cambiaría completamente. Después de 24 años, se encontraron afuera de Casa Gris. Desde 2005 se veía venir la maroma: el Frente Progresista había juntado más de 630.000 voluntades y le habían sacado 10 puntos de diferencia con la proa en Binner diputado. No hay elecciones sin ganadores y perdedores, pero después de tanto tiempo en el Estado volver a mirar la provincia desde afuera del despacho ejecutivo es como entrar al desierto con 200 gramos de bondiola como todo alimento. Un desierto, lo enseña la literatura nacional, es un laberinto sin paredes, el espacio donde cualquier dirección es azar, azote y extravío. El histórico escenario aglutinador se había cerrado y el desbande se abría. Las batallas electorales de la política democrática obligan a continuar en el día posterior a la derrota. Juntar heridos, organizar pertrechos, buscar puntos de fuga, salir, reordenarse, volver: ya se trata de un nuevo lance. La ostensible vacancia en que se dejó la conducción del partido, la 125 hachando al medio, el último gesto victorioso de los dos principales mariscales de otrora festejando unidos, junto a seguidores y periodistas, la victoriosa continuidad de uno de ellos en el Senado de la Nación, las construcciones silenciosas y distantes, la expectación ante la zigzagueante y timorata voluntad del Reutemann presidenciable o ermitaño, las trincheras de la Legislatura y la Corte Suprema, jalonaron el éxodo hacia 2011. Ahora el tablero es nuevo, las piezas se han movido, las reglas son diferentes. Estos son algunos de los escenarios probables de un justicialismo que, por fuerza de la derrota y el tiempo, avanza hacia la última etapa de un ciclo de 20 años que se inició con la llegada del Lole al gobierno vía ley de lemas. Rafael Bielsa. Sobre el ex canciller recayó la responsabilidad en 2007, cuando pocos querían enfrentar el bulto. Fue la última experiencia de alineamiento provincial: sumaron casi 690.000 votos. Para el día después había buenas relaciones con un gobierno nacional del mismo signo y un mínimo acuerdo de las líneas que tensionaban el espacio. Bielsa sólo soportó la derrota, y ya. Rodó en la TV de cable como panelista, imprecó a la conducción nacional con la 125, aportó a la renovación de Newell’s Old Boys y a la expul sión de Eduardo López del club. Tuvo chance de ocupar el vacío del partido provincial, tras la caída. Quizá haya temido ser absorbido en la masiva inercia del tándem Reutemann-Obeid, que siguió a paso firme en 2009, aportando a la breve experiencia del PJ Federal, patrulla perdida del corazón del noventismo. La distancia hizo desprolijo el retorno. Perdió apoyos rosarinos propios a manos del rossismo. Se recostó en la afincada estructura del UPCN de Alberto Maguid. Sumó tropa y presencia permanente de las diseminadas organizaciones de Oscar Cachi Martínez, pero la incorporación de último momento del hasta entonces extrapartidario le valió varios saltos de cerco; el rossismo también tomó beneficio de ello. El resultado fue un carro bifronte en el que los dos caballos se corcovean mutuamente y el encono de los operadores de dos líneas del kirchnerismo nacional, que habían bajado a coser las listas. Las organizaciones que lo apoyan tienen su solidez y autonomía propias; en caso de derrota pueden soltarle la mano y rearticularse con el ganador. A su vez, si Bielsa triunfara en la interna sería prueba eficaz de la importancia de esas estructuras. Maguid y Martínez continuarían sus tirones, en tanto se verían dueños del armado de la lista de diputados nacionales. Viejas y nuevas figuras encontrarían abrigo y Bielsa tendría otra oportunidad de ungirse como kirchnerista de la provincia, junto a Gustavo Marconatto, atándose a la tracción que ejerce Cristina. Quizá el mayor esfuerzo de este precandidato en la general sería el de poder finiquitar los barquinazos y delinear un eje para plantarse a sí mismo y a su contendiente. De lograr confiabilidad y estabilidad, la base de votos de 2007 bien vale. Omar Perotti. Si bien menor en tamaño económico respecto de Santa Fe o Rosario, es el único que tiene un ejecutivo a su disposición y, además, la experiencia de ejercerlo. Suma bastante del viejo partido: desde Mario Lacava, Silvina Frana y Celia Arena en la primera línea de precandidaturas y apoyos hasta el joven Nacho Martínez, precandidato a concejal en Santa Fe que bordea la década haciendo barrio (iniciado en la escuela de la Promoción Comunitaria del último Reutemann). Posee al precandidato a intendente con mayor nivel de conocimiento público en su electorado: Diego Degano, potente figura para tomar beneficio del retorno del Cachi Martínez, en tanto que por primera vez desde 2003 en nuestra capital el PJ no dividiría sus votos. Los ruegos del intendente rafaelino son sencillos: que la boleta única no le disuelva el empuje –el aporte de votos de sus candidatos, sobre todo en nuestra ciudad– y que no se le diluya el aglutinamiento del voto peronista no K, objetivo en el que Lord Mercier y el neoconservadurismo pop de Torres del Sel le muerden la torta. Como a cualquier candidato no crecido en origen, el Rosario le ofrece dificultades. Rafaela es su fortín y resguardo en la derrota. De surgir victorioso, y descontando que en tal caso igual resultado tendría el ex nadador de aguas abiertas, el PJ tendría chances de recobrar nuestra ciudad, mientras que a nivel provincial se ajustarían las riendas en un reordenamiento de viejos cuadros. Conoce el ejercicio del poder de acción; no va a dejar vacante ese espacio. Su candidatura expondría que la 125 sigue sangrando y daría espacio a un pronunciamiento de Reutemann y Obeid. El apoyo del gobierno nacional en la general lograría la fusión electoral entre un núcleo no K y simpatizantes de Cristina. Así, en términos relativos sería el más beneficiado por la tracción de la presidenta: todo voto que le aporte le es absolutamente nuevo. Esto no oblitera su estrategia de independencia: lo favorece para plantar un eje competitivo frente a Antonio Bonfatti, rascando votos anti K, aglutinando voto Pro y ofreciéndose como una figura concreta de gestión. A la inversa, si los candidatos fueran Giustiniani o Barletta, se movería el voto Pro de forma muy impredecible. Agustín Rossi. Cerca de 160 mil santafesinos lo siguen en cualquier circunstancia: así fue en 2009, cuando comía huevazos de las patronales agrarias y rechazos del electorado rural y de los adherentes urbanos de la mediática Mesa de Enlace. Pocos candidatos cuentan con votantes que hayan absorbido tanto fervor: vivieron la repuntada de 2010, la mística de los funerales de Néstor Kirchner y una alegre salida del clóset en la que se multiplican quienes se cuelgan a la viva voz de “yo siempre estuve ahí”. Representa el núcleo K de la provincia. Esa estructura en su entramado y alianzas implicó reubicaciones, nuevos acuerdos y liderazgos; no existía por sí misma antes de 2009. En las listas hay obeidistas y reutemistas; es una obviedad: ambos ex gobernadores aunaban toda militancia del PJ. Lo nuevo de este kirchnerismo provincial apunta hacia el interior del partido: renovación de cuadros y dirección firme a la línea del proyecto nacional. Eso torció la opción de ir por fuera en la interna y la general (fuera de que ello aumentaba la posibilidad de repetirle un tercer puesto al kirchnerismo en la provincia, acto imperdonable en un año electoral nacional). El primer objetivo para Rossi, inmediato, próximo y alcanzable, es el dominio del partido. A la inversa, de caer en la interna le quedaría muy poco resto para seguir construyendo en su propio territorio; guardaría peculiar exilio en Congreso. Cuenta con prensa a nivel nacional –un extra en tiempos de boleta única– y con una militancia que agita, a la cual viene encuadrando desde su año fatídico y la cual produjo las dos movilizaciones más numerosas en lo que va de la campaña, en Santa Fe y Rosario. Las landas originarias del socialismo no le son esquivas; además, allí suma el aporte del concejal y ex intendente Héctor Tigre Cavallero y del Movimiento Evita. Su perfil de dirigente provincial se ve opacado por su rol nacional: eso dificulta la construcción de su candidatura. Su triunfo –o una buena medición en la campiña– sería prueba suficiente de que la Nación recompuso lazos con el sujeto económico más potente de la región, el que llevó adelante un lock out piquetero de más de 100 días en 2008. Sería dueño total de las llaves partido –con una base propia muy demandante de espacio– y encararía a una elección inmediatamente nacionalizada en los medios. De oponérsele Bonfatti, jugaría un Binner parado en la nacional. Tendría que discutir sobre la división presente/pasado y sobre la oposición entre la experiencia de gestión (o su falta). Otras opciones del Frente Progresista le darían una posición más cómoda para plantear un eje cercano a la lid nacional: peronismo/antiperonismo versión K y anti K. Y dado que los votantes de Miguel Torres del Sel jamás apoyarían a Rossi desde un principio, ¿no comerían de la torta de Giustiniani o Barletta?
Publicado en Pausa #73[Para ver la nota sobre la interna de Frente Progresista, click en Rudimentos (I)]
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