Mientras en Santa Fe se debatía sobre la estatua de la virgen en el estadio de Colón, en Mar del Plata se desarrolló un Congreso de ateos. El tema: la recuperación del espacio laico. Por Rodrigo Barba Cuando con Jorgelina, mi compañera, nos embarcamos rumbo a Mar del Plata sabía que no iba a volver de la misma manera en que partía. Ella es atea militante, apóstata, feminista y, entre otras numerosas causas, adhiere a la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Yo, lejos en la acción y muy cercano en sus convicciones, iba a La Feliz a participar de lo que puedo llamar una de mis primeras instancias de un cómodo activismo. Cómodo si se lo entiende como el sentarse en un teatro a escuchar, fascinado, numerosas disertaciones. Si bien había personas de todo el país, ser santafesino en un Congreso de Ateísmo no es un detalle menor: la provincia que supo tener a Edgardo Gabriel Storni como uno de los depositarios de poder político más importante, acusado de aberrantes delitos, es la única en el país que declara a su Estado como Católico Apostólico y Romano. Más aún, como bien dijo en una de las charlas Oscar Belbey –presidente de “Ser ateo es ser libre”, quien expuso en representación de la diputada provincial Alicia Gutiérrez–, la capital se llama Santa Fe de la Vera Cruz y la ciudad con más habitantes lleva por nombre Rosario. Pero de eso se trataba: de experiencias transformadoras. La idea de dios No voy a mentir: es cierto que las distracciones de Mar del Plata –era mi primera vez en esa ciudad– impidieron que fuéramos a todas las conferencias, pero las que disfrutamos fueron suficientes para recordarnos y empezar a recordarles a los demás que ser ateo no sólo es negar la existencia de un ente sobrenatural todopoderoso. Es mucho más. Volviendo a Santa Fe y a su relación Estado-Iglesia, que el Congreso de este año tuviera como tema central “la recuperación del Estado laico” me hizo pensar en algo que se tuvo y se perdió. Como bien dijo el Dr. Alfredo Grande en su exposición, hay una tensión entre el creer y el saber. Buscar la existencia o no existencia de dios pertenece al ámbito de la creencia y eso es insondable. Podemos negar a dios, pero más relevante es poner el eje en ‘la idea de dios’, algo que no se puede negar. Por eso, el ojo debe centrarse en el saber, en esa praxis transformadora, en el encuentro en sociedad, como este Congreso. Se trata de poner el foco en qué se hace con esa idea de dios. Y si hablamos de recuperar un Estado laico, la respuesta decanta: un Estado que no es laico violenta las libertades de quienes no profesan la religión dominante –católica– o bien de quienes elegimos no profesar ninguna. El torturado de ahí arriba Hubo una mesa que trató la presencia de símbolos religiosos en espacios públicos. Además de Belbey, quien contó la experiencia y repercusiones del proyecto presentado por Alicia Gutiérrez el año pasado, estuvo el defensor general de la provincia Gabriel Ganón y la diputada porteña María José Lubertino. Quienes expusieron coincidieron en que la única garantía para la pluralidad es la presencia de un Estado laico, y eso empieza a garantizarse con la neutralidad de los espacios públicos. Cuando hay pronunciamientos a favor de esta idea, como los de Ganón, o proyectos para retirar esa simbología, como los de Gutiérrez y Lubertino, las reacciones suelen caer en la ridiculización o en la agresión manifiesta. Sobre las agresiones, es suficiente con recordar las pintadas de cruces e insultos al local del Partido SI en nuestra ciudad. Y sobre la ridiculización, Lubertino contó que el PRO presentó un contraproyecto en el que, en vez de retirarlos, propone colocar símbolos de todos los cultos, para que sea equitativo. El detalle es ridículo: hay más de 2.000 cultos reconocidos. La idea no resiste imaginación, y si lo hiciera seguiría violentando a quienes no profesamos ninguna religión. La imagen de la cruz que se encuentra en la Corte Suprema santafesina conmovió a todo el auditorio. Tan bien nos acostumbraron a su presencia que no todos tienen en cuenta de que se trata, sencillamente, de una imagen violenta. Para Ganón, esa imagen en el Palacio de Justicia evoca a los tribunales de la Inquisición (lo que se llamaba Justicia Divina) y es una forma de naturalizar la tortura. Fernando Lozada, presidente de la Asociación Civil Ateos Mar del Plata, en la charla de cierre, indicaba que la experiencia atea consistía en desnaturalizar las cosas. “Si a un menor le muestro la imagen de Theo Van Gogh muerto (se trata del militante ateo, bisnieto del pintor, que fue asesinado en Holanda por un fanático religioso), a quien acribillaron, apuñalaron reiteradas veces y degollaron y le digo que fue un mártir nuestro y que debemos rendirle culto, voy preso”. Valle de sangre El periodista Vicente Muleiro ahondó más en algo que a estas alturas está muy claro: la activa participación de la Iglesia en el golpe cívico-militar de 1976. En una charla magistral, Muleiro contó los diferentes puntos de contacto entre curas y torturadores. Pero también hizo hincapié en la violenta idea del catolicismo de un dios. Muleiro contó como el arzobispo Juan Carlos Aramburu pregonaba en misa que Dios estaba “sediento de sangre”. Esta era la forma que tenía la Iglesia de avalar la teoría de los dos demonios y, con ello, las torturas y desapariciones. El dogma del dios sediento de sangre establece que debemos vivir en constante sacrificio, bajo la palabra “divina” y fuera del pecado. La culpa es el arma fundamental con la que la Iglesia somete a sus devotos. Por eso se inculca el sacrificio en la vida terrenal y una posterior recompensa en el más allá. El Dr. Alberto de la Torre dice que empezó con sus dudas cuando notaba que todo lo que le causaba placer era pecado. El Dr. Grande lo reafirmó: el deseo es el enemigo del teísmo reaccionario. Es impredecible y se autojustifica, por eso no responde a mandatos externos. De la feliz a la santa fe De todas estas experiencias se trató el congreso y, en definitiva, del ser ateo o atea. Volvimos con muchas certezas o, mejor dicho, con nuestras dudas bien afianzadas y con la idea de empezar a desnaturalizar los dogmas, de abandonar el sentido común y de recuperar el laicismo para el Estado (que está en su germen de pacto social) y el nuestro personal. Porque como dijo Freud, citado por De la Torre: “Todas las personas nacen ateas”. Volvimos con la convicción de seguir buscando la tolerancia, respetando al que cree pero, sobre todo, trabajando para que se nos respete a quienes no creemos en ninguna religión. En fin, como adelanta el título de este artículo, con la idea de buscar una sociedad que no tenga que cargar con ninguna cruz. Ni en el propio cuerpo… que es personal, ni en el Estado… que es de todas y todos.
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