Por Adrián Brecha
Escribir es un arte ingrato. Me refiero a escribir bien, tal como lo hace un buen cronista. No a tipear caracteres frente a una pantalla con el solo objetivo de llegar a un cierto número de líneas. Tampoco me refiero al arte de un escritor de ficciones, en el que irremediablemente el acontecer de los personajes lo va llevando a los tumbos, a mundos creados por azar que habitan lugares en busca de un Snark o Avispas con Pelucas.
Lo ingrato es ser un narrador de lo cotidiano.
El tipo se sienta delante del teclado, se prende un pucho, si tiene una ventana cerca mira como buscando algo o navega por páginas tras ese hecho preferentemente informativo al cual pueda agregarle su mirada. Generalmente no hay nada, todo es repetición, suma, lo mismo de ayer pero con fecha de hoy. Es ahí donde de repente, esperando, surge la crónica alimentada de hechos y sucesos de su vida. Es ese momento en donde puede escribir de reinas o resignaciones. Si todo esto falla también se puede recurrir a la falta de tema, recurso bastante trillado en el acto de escribir, pero del cual puede surgir lo inesperado.
Algo pasa cuando cuando uno está en una reunión y los temas de charla remiten a médicos, diagnósticos, medicinas alternativas, problemas gastrointestinales, taquicardia, presión arterial o nutricionistas. Parafraseando a John Lennon, la vida es eso que pasa mientras ves a los hijos de tus amigos pidiéndoles un iPod y vos tratas de explicarles por qué no sería bueno ir a comer a un Mc Donalds.
Es muy simple: el mundo es un lugar muy extraño.
No hay retorno cuando te despertás a la mañana y ya no pensás que lo mejor sería quedarte durmiendo y no ir a trabajar. Así funciona. Nosotros simplemente olvidamos, es lo que mejor nos sale.
Estás completamente al horno si luego de una buena fiesta tenés que recurrir a un sertal y ni te digo si a la tableta la tenés en un botiquín.
Es por eso que este humilde servidor, un escriba de lo cotidiano, plagiador de mejores plumas, le recomienda 5 tretas para soportar esa cronología vana de medidas regulares o fuerza incontrastable del existir que recibe el nombre de tiempo.
1.-Nunca utilice referencias televisivas para ejemplificar cosas, tales como “es más aburrido que un Yo Sé de Feliz Domingo” o “yo la conocí a Silvia Suller cuando era flaca”... “¡La cinta, Gonzalito!”, etc.
2.- Si ud tiene más pelo en las orejas que en la cabeza, lamentablemente es tiempo de aceptarlo.
3.- Si ya optó por los edulcorantes o las bebidas light, no intente convencer a otros. Mucho menos argumente que el ciclamato es mejor que la sacarina o que no hay nada mejor que la Estevia.
4.- Si ya empezó a confundir años y cada tanto se le cae una sota, atribúyalo a una vida frenética entregada a las drogas.
5.- Si hace zapping nunca por nada en el mundo deje en TCM o Volver... es muy cruel encontrar las películas con las que uno creció convertidas en filmes retro.
Publicado en Pausa #84, a la venta en los kioscos de SF.