Al año, se producen en la ciudad mil toneladas de desechos electrónicos: a través de experiencias de reciclado, aparecen algunas alternativas para un problema que crece.
Por Marcela Perticarari
“Antes las cosas duraban toda una vida”: la vieja frase de nuestros abuelos parecía una exageración, pero en la actualidad, después de batallar contra aparatos que parecen venir malditos de fábrica y services que aconsejan “mejor comprate uno nuevo”, nos ilusionamos con algo que tenga, al menos, una vida útil razonable. Es que en general, el sistema de obsolescencia programada de los productos, planificado por los fabricantes, es ignorado por los usuarios y, como consecuencia, se extendió a la producción de casi todos los bienes durables que consumimos.
La obsolescencia programada es un factor que rige la economía mundial, a tal punto que ya casi no la vemos porque está instalada en todo el sistema de producción. Y una vez que los aparatos gritan basta, su destino parece contrariarnos: muchos de los desechos informáticos, por ejemplo, terminan fondeados en un garaje o en las veredas a la espera de su recolección.
En 2010, el Senado nacional dio media sanción a ley para la Gestión de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (AEE), cuyos objetivos centrales son incorporar el análisis del ciclo de vida en los procesos de diseño y producción de los AEE, promover la reutilización, el reciclado y otras formas de valorización, reducir su disposición final y mejorar el comportamiento ambiental de todos aquellos que intervienen en el ciclo de vida de dichos artefactos. La iniciativa extiende la responsabilidad legal y financiera del productor tanto en su fabricación como en el posconsumo.
Según datos oficiales, en nuestra ciudad se generan mil toneladas de basura electrónica anuales. Las malas noticias no concluyen allí: en la capital santafesina no existe una planta que dé tratamiento a este tipo de residuos, peligrosos para la salud humana teniendo en cuenta la cantidad de sustancias tóxicas que contienen, como plomo, fósforo, cadmio y mercurio. Sí existen dos alternativas para darles un mejor destino que la pieza del fondo: la Asociación Recuperando Futuro, que recicla computadoras para donar a instituciones y el programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo, que funciona en el ala este de la Estación Belgrano, donde pibes de 18 a 24 años, desocupados y con estudios secundarios incompletos, se capacitan para aprender a desmantelar computadoras y otros equipos informáticos.
(Foto: Olivia Gutiérrez)
Futuro con incertidumbre
Recuperando Futuro es un proyecto que vio la luz en abril de 2009, implementado por la Agencia para el Desarrollo con la colaboración de la Municipalidad, el gobierno provincial y la UNL. Contemplaba la puesta en marcha de un taller de reciclado de equipos electrónicos como mecanismo para la formación e inclusión social de jóvenes de entre 18 y 25 años, aplicando las consignas de la Responsabilidad Social Empresaria. En primera instancia, los participantes recibieron una capacitación de nueve meses y contaron con becas que incluían un incentivo económico. De esta manera, más de veinte personas fueron capacitadas durante 2009 y 2010. El ala este de la Estación Belgrano los albergó, luego de las refacciones que se hicieron para acondicionar el espacio con dinero propio del proyecto. Pero el año pasado, a este centro de reciclado y servicios informáticos se le terminaron los fondos que aportó una empresa privada y “luego no hubo voluntad del municipio ni gobierno provincial para continuar”, contaron Marilyn Criado y Emiliano Farías, coordinadores del proyecto que ahora funciona provisoriamente en el salón de actos del Ministerio de Desarrollo Social.
Mediante la Ordenanza Nro. 11.452, el Estado municipal se comprometió a que los jóvenes capacitados en este tipo de programas se desempeñaran en dependencias oficiales, algo que no se pudo llevar a cabo “porque no hubo coordinación suficiente”, puntualizaron desde Recuperando Futuro.
“Los pocos que seguimos realmente creemos en esto, sabemos que hay necesidad de darle un destino final a los residuos informáticos. Tenemos intenciones de hacer una cooperativa para continuar con el modelo de Recuperando Futuro y para ello convocamos a ex participantes. Además contamos con el apoyo de dos técnicos del Ministerio de Desarrollo Social. Desde el año pasado estamos dándole una vuelta de tuerca para que pueda seguir funcionando y sea rentable”, señalaron.
En tanto, detallaron que “durante los procesos de capacitación en los años anteriores entregamos más de 45 equipos completos reciclados a instituciones que los necesitaban. Hay que tener en cuenta que la vida útil de las computadoras se estima en tres o cuatro años. Recibíamos equipos a diario y gracias a los contactos que hicimos, muchos provenían de organismos públicos y privados”.
—¿Cómo están trabajando?
—Cuando una persona viene a entregarnos una computadora, nosotros le damos un certificado. Una vez que el material está en nuestras manos, se efectúa una prueba de cada una de las partes: las que sirven se separan para arreglar, las que no sirven y no tienen arreglo son embaladas. Luego tenemos que buscar el destino final para que no generen contaminación, nosotros no podemos hacer la disposición final porque es un tratamiento costoso y no contamos con las herramientas. En la provincia existe una sola planta, ubicada en la ciudad de San Lorenzo.
Marilyn y Emiliano recordaron que “como el proyecto se cerraba, nuestros compañeros empezaron a buscar otras alternativas. Recuperando Futuro le da esperanza a la gente de nuestra edad que no tiene posibilidades de estudiar o trabajar. Creemos en este modelo pero estamos preocupados, no sabemos cómo va a seguir. En la actualidad, nuestras actividades están circunscriptas a recibir donaciones, arreglarlas y donarlas a una institución que las necesite”.
“Precisamos más recursos y el apoyo del Estado, que hasta ahora no ha sido suficiente”, concluyeron.
Publicado en PAUSA #91.