El Concejo Municipal organizó una serie de paneles donde se expusieron situaciones de violencia y discriminación en diversos ámbitos sociales y con los jóvenes como eje central.
Por Ileana Manucci
Las luces del recinto de sesiones del Concejo Municipal, repleto, se apagaron por unos minutos y las imágenes de niños víctima de violencia, de bullying, de discriminación, comenzaron a pasar. Desde la clásica escena de Forrest Gump escapando de sus hostigadores al son del “run, Forrest, run”, hasta una lacrimógena toma, cuál no lo es, de Mi nombre es Sam, con Sean Penn y Dakota Fanning. Entre imagen e imagen se colaba alguna frase que buscaba provocar la reflexión sobre la que luego se ahondaría en los paneles y debates, una de ellas: “El medio mejor para hacer buenos a los niños es hacerlos felices”, de Oscar Wilde.
La Ley Provincial 13.186 estableció que cada 12 de junio, fecha en que naciera Ana Frank, se celebre el “Día Provincial de las Niñas, Niños y Adolescentes por la inclusión y la convivencia contra toda forma de violencia y discriminación”. La iniciativa, aprobada el año pasado por unanimidad en ambas cámaras e impulsada por el actual presidente del Concejo, Leonardo Simoniello, reconoce a Ana Frank por su lucha contra la discriminación y la violencia política y racial.
El encuentro realizado el martes 12 de junio fue encabezado por el presidente del Concejo, quien abrió el foro haciendo hincapié en la problemática del acoso escolar, la discriminación y violencia en diferentes ámbitos sociales y en un colectivo tan vulnerable como el de los niños y adolescentes. Además, respecto a la figura de Ana Frank, Simoniello manifestó que “se trata de un mensaje que contó los horrores de la humanidad, pero que también es esperanzador y por eso es una referencia de una joven hacia los jóvenes”.
El panel de apertura, en el cual se rescataron experiencias inclusivas desde diversas organizaciones sociales que trabajan con los jóvenes, fue moderado por Romina de Lorenzo, licenciada en Psicología y responsable del Área Social de la Agencia Santa Fe Hábitat del Municipio, quien comenzó su breve introducción remarcando que violencia y discriminación no son dos temas separados, ya que la discriminación es una forma de violencia que debe ser atendida de manera especial porque, en la gran mayoría de los casos, se trata de conductas e ideas muy difundidas y naturalizadas socialmente. Luego, la profesional dio lugar a la exposición de los integrantes del grupo de investigación de la Asociación Civil Casa del Sur, Victoria Bastías y Mauro Epelbaum, los cuales compartieron con los presentes las conclusiones extraídas de un trabajo de encuestas realizado en el 2008 acerca de la violencia juvenil en la ciudad. “En ese año, el 2008, las estadísticas marcaban que Santa Fe era la ciudad más violenta del país, con un altísimo índice de hechos delictivos y asesinatos. Por eso fue que decidimos realizar este estudio, con adolescentes de entre 13 y 18 años, para ver cómo percibían ellos este tema, además de que en los informes se los presentaba como una de las poblaciones más involucradas con esos hechos”, explicó Epelbaum. Luego se pasó a la exposición de algunos de los datos arrojados por la investigación, como que el 83% dijo no haber sufrido violencia, pero el 31% reconoció haber sido víctima de un acto delictivo, por lo cual se pudo evidenciar que los jóvenes no asociaban un robo con una situación de violencia, sino simplemente como un hecho común, atribuido a la mala suerte. Además, el 80% expresó una visión negativa de la fuerza policial, remarcando su mal funcionamiento y corrupción; como contrapunto, el 50% se mostró a favor de la justicia por mano propia ante los hechos de violencia. Por otra parte, el 41% de los jóvenes admitió ciertas conductas violentas en sus hogares, aunque la gran mayoría de ellos no discute dicha situación por considerar natural ese accionar por parte de sus padres. “Otro dato interesante y alarmante”, continuó Bastías, “es que el 47% de estos adolescentes admitió ejercer algún tipo de violencia sobre sus pares, y hacerlo como una forma de diversión, de enfrentamiento entre grupos diferentes, aquellos con los que evidencian diferencias que van desde la vestimenta y las modas hasta los gustos musicales. Aunque no consideraban que estos enfrentamientos provocados por la discriminación fueran hechos de violencia, lo tenían muy naturalizado.”
A continuación tomó la palabra una integrante del Servicio de Educación Popular (SEP) del barrio Santa Rosa de Lima, Camila Lencinas, quien se desempeña como operadora de la radio comunitaria del lugar. La joven, además de contar el proceso de trabajo en el barrio, fue contundente al expresar que una de las principales causas de la violencia es la exclusión. “En Santa Rosa de Lima tanto los jóvenes como los adultos somos discriminados desde todo punto de vista. La discriminación no está sólo en lo que te dicen o no por el color de piel, hay otras formas que pueden ser más sutiles pero no por eso menos dolorosas para nosotros, como por ejemplo que el colectivo no entre en el barrio porque es considerado una zona roja, peligrosa; que cuando vamos a buscar trabajo y decimos donde vivimos nos cierren las puertas; el tener que ir a la escuela embarrados porque nuestras calles están en terrible estado; eso también es discriminación, es violencia”. Luego se refirió a las concepciones comunes que plantean que las personas víctimas de discriminación tienen las herramientas para salir de esa situación, cambiando así el eje de la problemática desde el entorno social hacia la esfera individual. “No estoy de acuerdo con eso, no está en cada uno de nosotros poder remediarlo, porque nosotros no elegimos vivir en las condiciones que vivimos. Y en este sentido es muy importante el rol del Estado, porque es justamente la falta de políticas lo que a nosotros nos pone en estas condiciones, lo que también representa una forma de violencia de la que nadie se hace cargo, y creo que ese es el real y profundo debate”, añadió.
En el siguiente panel, sobre bullying y acoso escolar, el psicólogo Juan Funes e integrantes del equipo de Intervención Psicológica de la Subsecretaría de Prevención y Seguridad Ciudadana de la Municipalidad desarrollaron las aristas psicológicas individuales y sociales de esta problemática. “La violencia dentro de los establecimientos educativos está generada, en gran parte, por la indiferencia de la propia escuela hacia los chicos”, remarcó Funes: “El alumno no es más que un número o un apellido, no se intenta formar otro tipo de vínculos que atiendan a la individualidad de cada estudiante, que antes que estudiante es una persona, con toda la complejidad que ese término guarda. En ese descuido es que se pasan por alto situaciones de violencia tanto dentro del aula como en los pasillos del colegio”. Los integrantes del equipo de Intervención Psicológica destacaron la responsabilidad de los padres, ya que son quienes deben estar atentos a los signos que los chicos presentan, tanto de una personalidad violenta como de una debilitada por el hostigamiento. “Por todo esto es que el trabajo debe ser conjunto, para poder brindarle a los niños y adolescentes un marco de contención adecuada”, finalizó Funes.
“La historia de Ana Frank es mundialmente conocida a través de su libro, pero en nuestro país, en nuestra ciudad, existieron niñas, niños y adolescentes que sufrieron experiencias similares durante la dictadura cívico militar. Hoy la mirada de Milagros, como una mujer madura, trae un mensaje a los jóvenes”, dijo Stella Maris Vallejos, delegada local de Inadi, en la apertura del tercer panel de la tarde llamado “Relatos de los jóvenes de hoy y ayer”. Milagros Sedrán Almirón fue una de esas adolescentes que, con apenas 14 años, fue apartada de su familia y convertida en un presa política en la Guardia de Infantería. “Para contarles hoy mi historia redacté en un cuaderno las cosas que no me quería olvidar, no creo haberlo hecho tan bien como Ana Frank, pero lo intenté”, comenzó diciendo Almirón. “Entre ella y yo hubo dos coincidencias: la edad, los 14 años, y la experiencia de la situación límite de ella en el holocausto y la mía en la dictadura. Lo que vivimos marcó un antes y un después, y el proceso de seguir viviendo luego de eso es muy doloroso e individual. Es muy difícil enfrentarse al después, analizar, reparar y repasar lo vivido, los relatos e historias desde la cárcel, es terrible. Aún hoy no he logrado revivir en el relato la experiencia de la tortura, lo intenté durante mucho tiempo pero ya desistí. Como niños acompañamos a los adultos en todo lo que pudimos y cuando recuperamos la libertad continuamos la lucha por los desaparecidos, por la verdad y la justicia”, añadió. Para finalizar, Vallejos abogó por un trabajo en red entre todas las instituciones a fin de ir desenterrando las distintas formas de violencia tanto extremas, como en los casos de Ana Frank y de Almirón, como aquellas más sutiles que se manifiestan día a día.
Publicado en Pausa #96, a la venta en los kioscos de SF
Genial nota de Ileana!