ESPECIAL 100 EDICIONES
Son más y no tienen viejos vicios: la acción política de los jóvenes.
Todavía no se ha analizado con precisión cuál es la historia que hoy lleva a que centenares de jóvenes de nuestra ciudad estén militando activamente. Hay quienes asocian este movimiento con la convocatoria oficial que explotara en 2010, el año del Bicentenario y la muerte de Néstor Kirchner. Algo de razón hay: las juventudes del peronismo engrosaron sus filas como nunca antes en la democracia reciente y hoy pueden mostrar dos diputados provinciales propios, una contundente acción mediática y cultural y cierta entrada al territorio. También el socialismo desplegó espacios para incorporar a los jóvenes, quienes abren sus seccionales propias o llevan adelante reclamos sobre diversidad, derechos de la mujer y despenalización del uso de la marihuana. En el radicalismo, hay que señalar cómo la actual gestión municipal hunde sus raíces (y continúa nutriéndose) en la política estudiantil universitaria. El caso más notorio: el intendente José Corral es un ex presidente de la FUL, por Franja Morada.
Sin embargo, el fenómeno tiene una dimensión más vasta. Fuera de las estructuras partidarias existe una cantidad de diferentes agrupaciones que poseen un pie en los claustros y otro en la calle. Se autosustentan, producen política y, además, incrementan día a día su número y la densidad y peso de sus posiciones. Son horizontales para tomar las decisiones, pero no por ello se pierden en retruécanos y volteretas: comprenden el valor de la eficacia y el resultado concreto. Y son constantes: el compromiso no es temporario y se amplía a otras luchas de larga data, como las que llevan adelante el movimiento de inundados o las organizaciones de Derechos Humanos respecto del genocidio.
(Acaso todavía no hayan podido percibirse a sí mismos en esta evolución, inédita en las últimas décadas de Santa Fe, cuyo rasgo más distintivo también es novedoso: la capacidad creciente de coordinación, de generación de articulaciones y trabajo, de participación conjunta a partir de las diferencias como elemento de provecho. Esa voluntad de aunar fuerzas se opone al espíritu muy receloso que otrora signara, y paralizara, ámbitos similares).
Las denominaciones son muchas, en la enumeración habrá omisiones. Respecto de la vivienda y el urbanismo está Canoa Hábitat Popular, cuya tarea lleva más de 20 años, el Movimiento de Ocupantes e Inquilinos, el Colectivo Elegguá, la Cooperativa Teko y Gritte, que reclama por un transporte público estatal y eficiente, en lo local. Entregados a la labor territorial se encuentran el Proyecto Revuelta, Los Cucos, el Grupo con prácticas en Barrio Las Lomas, la Antena y Madreselva. Más cercanos a lo cultural, la plétora de radios comunitarias, el Colectivo A Pedal, el recientemente abierto Centro Cultural Ochava Roma, la Juanito Laguna con su imprenta y el afincado punto de congregación que es el Centro Social y Cultural El Birri, en la vieja Estación Mitre. La mayoría estrecha lazos, más o menos fuertes, con las agrupaciones estudiantiles de izquierda independiente como Mate, Andamio o Martín Fierro.
Y la lista puede crecer para incorporar otro tipo de prácticas, como la del comercio justo con la Cooperativa de Comercio Solidario, y reclamos y propuestas, como las de Masa Crítica en la promoción del uso de la bicicleta para alivianar el tránsito.
Madurada por años, acaso radicada en las experiencias colectivas de trabajo durante la inundación de 2003, esta ebullición es todavía una incógnita si se considera el paso del tiempo y lo que conlleva en las biografías de los jóvenes militantes. Lo cierto es que este momento no carecerá de efectos futuros, porque ya tiene logros contundentes para celebrar en este presente.
Publicado en Pausa #100, miércoles 29 de agosto de 2012.