Por Adrián Brecha
Luego de varias guardias periodísticas, en un esfuerzo de investigación Cocoliche tuvo la oportunidad de dialogar con Nahuel Batton, el hombre que experimentó una suma de hechos sobrenaturales que la ciencia actual
no puede explicar.
no puede explicar.
—¿Cuándo empezaste a sentir los cambios?
—No tengo una fecha exacta, creo que el primer síntoma fue una mañana del mes de septiembre. Recién me había levantado, estaba frente al inodoro y comencé a sentir cómo mis piernas se arqueaban de una manera muy particular
hacia los costados. Caminé hasta el lavabo, tomé el cepillo de dientes y se me cayó al piso. En un acto reflejo, lo levanté con el pie izquierdo y lo llevé a mi mano derecha.
hacia los costados. Caminé hasta el lavabo, tomé el cepillo de dientes y se me cayó al piso. En un acto reflejo, lo levanté con el pie izquierdo y lo llevé a mi mano derecha.
—¿Qué tuvo eso de extraño?
—Yo soy una persona sedentaria, el único ejercicio que hago es hacer doble click en un mouse. Tengo menos flexibilidad que banderín de córner. Pero esa mañana comenzó todo.
—¿Qué sucedió esa mañana?
—Fue un domingo, tipo 10.00. Encendí la radio en una emisora AM local y al escuchar al periodista que locutaba, comencé a sentir que mi antebrazo se cubría de pelos. Rápidamente apagué el transmisor. Por un momento
pensé que estaba loco, o que era efecto de la resaca. Encendí la radio nuevamente y el brazo por completo se cubrió de pelos.
pensé que estaba loco, o que era efecto de la resaca. Encendí la radio nuevamente y el brazo por completo se cubrió de pelos.
—¿Has consultado a un médico?
—Al principio intentaba ocultar lo que me sucedía. Mi primera reacción fue consultar a una depiladora, pensé en hacerme una definitiva con láser. Los pelos crecían de manera irrefrenable, sobre todo cuando hacía zapping y pasaba por los canales de noticias. Si por casualidad estaba Feimann, o Sarlo, era un desastre, e incluso me pasaba con Barone. Al
principio los médicos me decían que podía ser algo genético. Probé con la medicina tradicional, con la china, con chamanes, incluso estuve a punto de visitar al Padre Mario, pero cuando fui jugaba Central. Hice cruces de sal, me compré libros de Carlos María Dominguez, escuché Víctor Hugo y nada... Todo seguía creciendo. El momento en el que me dí cuenta de que estaba perdido fue cuando me hice fanático de Morales Solá y empecé a dejar mensajes telefónicos en Cadena 3. Fue ahí que, por casualidad, dí con un especialista y me explicó que mi caso era muy particular. Que había conocido un episodio similar en New York: a un hombre se le había tapado una arteria y de la noche a la mañana se había convertido en republicano, luego de haber sido demócrata toda la vida. Específicamente, mi caso es considerado “involución involuntaris”: de a poco y muy lentamente voy camino a convertirme en un gorila.
principio los médicos me decían que podía ser algo genético. Probé con la medicina tradicional, con la china, con chamanes, incluso estuve a punto de visitar al Padre Mario, pero cuando fui jugaba Central. Hice cruces de sal, me compré libros de Carlos María Dominguez, escuché Víctor Hugo y nada... Todo seguía creciendo. El momento en el que me dí cuenta de que estaba perdido fue cuando me hice fanático de Morales Solá y empecé a dejar mensajes telefónicos en Cadena 3. Fue ahí que, por casualidad, dí con un especialista y me explicó que mi caso era muy particular. Que había conocido un episodio similar en New York: a un hombre se le había tapado una arteria y de la noche a la mañana se había convertido en republicano, luego de haber sido demócrata toda la vida. Específicamente, mi caso es considerado “involución involuntaris”: de a poco y muy lentamente voy camino a convertirme en un gorila.
—¿Existe alguna solución?
—Al parecer no hay ninguna, es un camino de ida.
—¿Qué pensás hacer?
—Creo que el mayor desafío es asistir al recital de Silvio Rodríguez.
Publicada en Pausa #106, miércoles 21 de noviembre de 2012