A pocas horas de que se firmara la paz, un análisis sobre cómo el ataque de Israel tensó la situación en toda la región, que no carece de poderío nuclear.
Por Libertad Vives
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El re-electo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pasará a la historia como el único premio Nobel de la Paz que apoya la guerra. El mandatario no solo ha incumplido su promesa de retirar las fuerzas militares estadounidenses de Afganistán, sino que ahora respalda la ofensiva que lleva adelante el Ejército de Israel en la Franja de Gaza, donde ya han muerto decenas de civiles, muchos de ellos niños.
“El presidente reiteró el apoyo de Estados Unidos al derecho de Israel de autodefenderse y lamentó la pérdida de vidas civiles israelíes y palestinas”, dijo la Casa Blanca en un comunicado, tras una conversación entre Obama y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.
Desde su cómodo despacho oval, el flamante ejecutivo estadounidense también se comunicó con su homólogo egipcio, Mohamed Mursi. “El presidente (Obama) ha hablado con el presidente Mursi, dado el papel central que juega Egipto en el mantenimiento de la seguridad regional”, señala otro comunicado.
Ese “papel central” se refiere a que Egipto sí cuenta con un ejército profesional que podría inclinar la balanza hacia los palestinos, que por ahora se las arreglan con rocas y cohetes que vuelan mucho, pero impactan poco. Un acercamiento que hasta antes de la revuelta de la “Primavera Árabe” parecía poco probable, pero que podría cambiar con el nuevo gobierno, no tan afín a Occidente. Egipto e Israel firmaron un pacto de no agresión en 1979, que puso fin a tres décadas de enfrentamientos y cinco guerras.
Pero los egipcios, que aun sangran por la herida de la Guerra de los Seis Días, no son los únicos que podrían inclinar la cancha. En contraste con el sutil apoyo que algunos países de la Liga Árabe han ofrecido a los palestinos, el temido gigante de Irán ha llamado a “represalias de parte del mundo islámico” contra el “régimen sionista”. Si el ejército iraní toma en sus manos la “venganza” islámica, entonces que se agarren todos, porque la tercera guerra mundial estará a la vuelta de la esquina.
Y cuando el mundo está en riesgo, ya sabemos cuál país se erige como el paladín de la justicia. Uno que podría entrar en la guerra comandado por un premio Nobel de la Paz. Irónico ¿no?
Del derecho al abuso
Hace un rato, mi sobrina, de 20 años, me preguntaba por el chat de Facebook: “¿qué es lo que pasa? ¿por qué la guerra?”. Resulta difícil hablar (o en este caso, escribir) sobre el conflicto palestino-israelí sin ser un erudito en historia o sin tomar parte ciegamente.
Por eso, prefiero dejar las cosas de Diosito de lado, porque además de ser un laberinto sinfín, la religión puede atizar los ánimos de los más “pacíficos”. Tampoco se trata de levantar banderas, porque son un símbolo que hasta en el fútbol provoca muerte.
Mejor hablar de los hechos, contextualizados, si es posible. Pero cómo hacerlo, si lo que el mundo ve hoy en la Franja de Gaza va incluso más allá del conocido negocio de la guerra. El afán con el cual Israel está dispuesto a arrasar con su enemigo supera los límites de la razón.
La excusa es que resulta “inaceptable” la “amenaza estratégica” de que los palestinos lancen misiles de largo alcance, como lo hicieron en represalia al asesinato de líder militar de Hamas, Ahmed Jabari. Según las fuentes militares israelitas, unos doscientos misiles fueron lanzados contra su territorio (dos cayeron “cerca” de Tel Aviv y Jerusalem), causando tres muertes en el sur del país. Doscientos cohetes, tres muertes.
En respuesta, el ejército israelí cubrió el cielo de Gaza de misiles, causando decenas de muertes en apenas unos días, y movilizó a setenta y cinco mil solados. Ellos dicen que son ataques a puntos estratégicos. Pero el fósforo blanco (una sustancia usada para causar incendios y paredes de humo capaz de quemar de gravedad a personas y reconocida por varias organizaciones como arma química), ha causado estragos entre la población civil. Otro “punto neurálgico” fue un edificio que alberga a la prensa internacional, en el cual resultaron heridos al menos tres periodistas.
No hay que ser extremista islámico, ni antisemitista, ni experto analista, para ver que eso va mucho más allá del derecho a defenderse.
La otra fuente
Como viene pasando en los últimos años, la verdadera indignación y la crítica más mordaz sobre el conflicto en Gaza se está haciendo sentir en la web. Claro que hay que saber filtrarla entre las fotos de gatitos comediantes o las borracheras del fin de semana, pero ahí está, para quien quiera verla.
Fueron justamente algunas de las fotos que posteé en mi muro (muy duras algunas) las que motivaron a mi sobrina a preguntarme qué está pasando. Unas que seguramente vio al lado de los novedosos zapatos bailarines de mi cuñada. Bienvenida la diversidad.
Las redes sociales son una poderosa herramienta que sirve no solo para romper el cerco mediático, sino para despertar conciencias con un humor ácido que hiere hasta los espíritus más desentendidos.
Bastan dos imágenes y una simple pregunta o afirmación para llamar a la razón. Los impactos de un misil palestino (que no rompe ni el pavimento) y uno israelí (que deja un “huraco” de media cuadra); la diferencia entre las protestas antiguerra con Bush (colmadas) y Obama (desiertas), con la frase “Obama, haciendo que la guerra parezca cool para la izquierda desde 2008”; la foto de niños israelíes firmando misiles, al lado de un bebé palestino masacrado, con la frase “De Israel para Gaza, con amor”; entre otras tantas, resultan a prueba de apáticos. En los muros virtuales reviven frases célebres sobre la estupidez de la guerra, reaparecen Chomsky o ese soldado israelí que acusa a su gobierno de crímenes de guerra. En las redes se llama a protestar, firmar peticiones, tumbar sitios web...
¿Sirve de algo? ¿Puede nuestra indignación, nuestras palabras, formar un escudo que proteja a un bebé de una bala de 5.56 o 9 milímetros con las letras IMI (Industria Militar Israelí)?, se preguntaba el subcomandante Marcos durante la ofensiva israelí en Gaza, en 2008.
“Nosotros pensamos que sí sirve (...) tal vez nuestra palabra logre unirse a otras en México y el mundo y tal vez primero se convierta en murmullo, luego en voz alta, y después en un grito que escuchen en Gaza. (...) No sé cómo explicarlo, pero resulta que sí, que las palabras desde lejos tal vez no alcanzan a detener una bomba, pero son como si se abriera una grieta en la negra habitación de la muerte y una lucecita se colara”, se contesta.
“Por lo demás, pasará lo que de por sí va a pasar. El gobierno de Israel declarará que le propinó un severo golpe al terrorismo, le ocultará a su pueblo la magnitud de la masacre, los grandes productores de armamento habrán obtenido un respiro económico para afrontar la crisis y la opinión pública mundial, ese ente maleable y siempre a modo, volteará a mirar a otro lado.
“Pero no sólo. También va a pasar que el pueblo palestino va a resistir y a sobrevivir y a seguir luchando, y a seguir teniendo la simpatía de abajo por su causa. Y, tal vez, un niño o una niña de Gaza sobrevivan también. Tal vez crezcan y, con ellos, el coraje, la indignación, la rabia. Tal vez se hagan soldados o milicianos de alguno de los grupos que luchan en Palestina. Tal vez se enfrente combatiendo a Israel. Tal vez lo haga disparando un fusil. Tal vez inmolándose con un cinturón de cartuchos de dinamita alrededor de su cintura.
Y entonces, allá arriba, escribirán sobre la naturaleza violenta de los palestinos y harán declaraciones condenando esa violencia y se volverá a discutir si sionismo o antisemitismo. Y entonces nadie preguntará quién sembró lo que se cosecha”.
Publicado en Pausa #106, a la venta en los kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.
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