Por Marcela Perticarari
En el marco de la jornada Pensamiento Revuelto Extendido: Movimientos Sociales, Estado y Revolución en América Latina, organizada por Proyecto Revuelta, los rosarinos de Giros hicieron su aporte a la discusión sobre experiencias territoriales y resistencia local. De la actividad, llevada a cabo en Centro Social y Cultural El Birri, también participaron numerosas organizaciones de distintos puntos del país, Brasil, España, Colombia y México.
Giros se define como un movimiento social autónomo surgido en 2005 en el seno de la universidad. “Empezamos en Nuevo Alberdi, en el norte de Rosario, un territorio particular porque es la última zona rural que queda, producto del avance privado en toda la periferia, con emprendimientos a gran escala, barrios cerrados y complejos deportivos, que de alguna manera empezaron a generar un proceso de desalojos y especulación por la tierra. Muchas comunidades terminaron por migrar a otros barrios, también de la periferia. Nosotros nos encontramos con esa realidad y con el último eslabón de la especulación inmobiliaria, que es el desalojo silencioso, con amenazas a vecinos en algunos casos y ofertas de dinero en otros. En enero de este año nos encontramos con presencia parapolicial, grupos de personas armadas vestidos de policías en motos con sirenas patrullando la zona”, contó Alejandro Gelfuso, integrante de Giros, a Pausa.
La investigación para conocer quiénes estaban detrás de los negocios inmobiliarios llevó a los miembros de Giros a enterarse de que el 10% de la ciudad de Rosario pertenece a un solo grupo económico que concentra su poderío en el norte y noroeste de la urbe. “Compran tierras inundables a un precio muy bajo y esperan que en algún momento el Estado haga obras para que sean urbanizables, así se quedan con la plusvalía que genera esa obra estatal, que aumenta su valor en un 1.000%. Ahí empiezan los desalojos y nosotros empezamos a resistir el avance privado en los territorios. Nuestro movimiento se hace en base a esa disputa, con la idea de construir un modelo propio”, explicó Gelfuso.
Barrios privados en jaque
Tras varios años de lucha y movilización, en diciembre de 2010 se aprobó una ordenanza que prohíbe la construcción de nuevos barrios privados en Rosario. Para Giros fue una pelea importante “no sólo por lo que generó en torno a un debate simbólico de lo que significan este tipo de urbanizaciones y la disputa de los territorios en las ciudades, sino que también nos fuimos con la responsabilidad de construir el modelo que nosotros proponíamos, al que llamamos Ciudad Futura: se trata de una justa distribución de la tierra y otro modelo educativo, cultural y productivo. Poseemos una escuela secundaria autónoma, formamos una cooperativa de horneros que realiza un gran trabajo de fabricación artesanal de ladrillos, tenemos un tambo que produce mil litros de leche por día y una fábrica de dulce de leche y queso. Además estamos empezando a construir viviendas con distintos materiales, hemos construido prototipos en containers marítimos y pretendemos avanzar con el adobe”.
“Estos proyectos fueron una resistencia pacífica a los desalojos para oponerle otra imagen a la topadora. A su vez, se empezó a generar un debate en torno a qué alternativas posibles hay en la periferia de las ciudades a esto que se plantea como un modelo único de desarrollo. Nuestra experiencia es distinta porque, por ejemplo, el ordeñe diario convive con la presencia de una camioneta que pasa envenenando los terrenos donde pastan las vacas. Nuestros productos se hacen a fuerza de muchos choques con los grupos privados”, precisó el representante del movimiento.
Resistencia y política
Durante el encuentro, desde Giros afirmaron sus bases: “Nos apegamos a la teoría de los zapatistas de la cuarta guerra mundial, que es el avance del capital por sobre cualquier territorio con el objetivo de destruirlo, despoblarlo y reconvertirlo mediante otra lógica en base a su propia lógica, la privada. Esa guerra se da todos los días en todos los lugares y los bandos conviven en el mismo territorio. Esto nos lleva a revalorizar las resistencias locales y la lucha. A más de diez años del 2001, es inevitable analizar la mitad del vaso vacío: es decir, no haber podido construir una herramienta que sintetice las expresiones heterogéneas que surgieron a partir de esa rebelión popular. Y cuando discutimos esto sentimos que cambiamos un poco el determinismo absoluto de los partidos de izquierda tradicionales por una especie de laxitud a la que a veces llamamos cambio social, pero que muy pocas veces podemos llenar de contenido. Nuestra pregunta es cuál es el cambio social, si tener una escuela autónoma significa el cambio social todavía estamos en la instancia de un cambio interno que vivimos nosotros, en nuestra lógica interna como movimiento. Pero eso, hacia el afuera, debe tener un puente con una instancia más masiva que permita que eso se reconozca como un modelo posible, que puede masificarse. Creemos que el conocimiento sobre la lucha local llena de contenido el significado del cambio social”.
En cuanto a los desafíos, señalaron que “los movimientos urbanos tenemos una gran deuda: la imposibilidad de construir territorio geopolítico propio. Es decir, un territorio en donde se pueda construir una referencia práctica de lo que uno quiere para un mañana posible que prefigure esa realidad: mostrar el modelo de sociedad que se está proponiendo. De alguna manera, en los ámbitos rurales se ha podido hacer desde el Mocase, con un significado político importantísimo”.
—Giros formó un partido local, ¿cómo viven ese acercamiento a la política partidaria?
—Tomamos la decisión de conformar un instrumento político, denominado Partido para la Ciudad Futura, después de mucho tiempo de debate en torno a cómo seguir trazando puentes para ampliar la movilización y la participación para revalorizar lo local. La lucha no tiene sólo que ver con la macropolítica, también hay experiencias y una lógica propia de cada ciudad, que a su vez es un aprendizaje para las luchas y que significa mucho en el hacer de los movimientos sociales. Después de haber estado en esos lugares, que de alguna manera no son ajenos, tuvimos un proceso de aprendizaje interesante que hoy nos paró en un lugar en el que también podemos disputar leyes e ir a esos territorios, un poco desconocidos, pero con una espalda detrás. Este instrumento no existiría si nosotros no tuviéramos un modelo que mostrar, y ahí es donde planteamos la diferencia en lo que tienen que hacer los partidos políticos del siglo XXI: cómo crear herramientas acordes a las disputas, que para nosotros es la disputa por el territorio.
Cerca de Santa Fe
Sobre la realidad de nuestra ciudad, Alejandro Gelfuso opinó que en Santa Fe “hay una conciencia del significado que tiene el avance privado con lo que pasa en la Vuelta del Paraguayo y en otros lugares. La especulación inmobiliaria ya forma parte de un modelo extractivo que no se incluye en los debates: se habla de minería, se habla de soja, pero pareciera que la especulación inmobiliaria está en otro lugar. Lo importante es organizarse, empezar a crear movimientos distintos a los existentes. No creemos que el cambio social esté en el campo popular realmente existente, hay que desbordar eso y empezar a entender cuáles son los horizontes que se pueden plantear. Y ahí lo local juega mucho, porque tiene otra lógica y no todo se define en base a lo que sucede en Buenos Aires. Acá hay una realidad muy distinta, que de alguna manera tiene que nutrir a los movimientos mucho antes que todo lo demás. La cabeza piensa donde los pies pisan. Cuando uno ve para dónde se expande Santa Fe, se da cuenta dónde van a estar las grandes disputas”.
Publicado en Pausa #105, disponible en los kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.