La empresa Naranpol, recuperada como cooperativa por sus trabajadores, volverá al mercado luego de más de un año de intensa lucha.
Por Marcela Perticarari
A los 90 trabajadores les costó muchísimo esfuerzo volver a poner en marcha ese gigante de Blas Parera al 9300. Bajo una nueva nomenclatura –Cooperativa de Trabajo Naranpol Limitada–, ese gran grupo humano se muestra dispuesto a afrontar lo que viene: el esperado regreso al mercado. Según anunció el presidente de la cooperativa, Cristian Farieri, luego de varias pruebas y negociaciones con los proveedores, los productos de la firma estarán a la venta en cuestión de días.
“Estamos muy contentos y ansiosos por poder retomar la fabricación y tener el producto de la cooperativa en las calles, en las góndolas, en las casas de las familias santafesinas. Esperamos que todo se siga dando como hasta ahora porque hacemos pasos prolijos, cortitos pero firmes”, dijo Farieri. La llegada de dinero desde la Provincia allanó el camino ya que fue destinado a la compra de los insumos básicos y necesarios para volver a empezar. “Nos sorprendió que el gobernador nos entregara el subsidio, fue la inyección que necesitábamos para poder arrancar”, añadió.
Lo primero que saldrá al mercado serán las botellas de gaseosa de tres sabores: naranja, lima-limón y cola, además de soda en envases de 2,25 litros. En breve, Naranpol también producirá amargos de 1,5 litros y bidones de agua de 5 litros. “Si bien sabemos que era una marca impuesta, nos quedaba la duda, queríamos saber si iba a ser aceptada nuevamente porque pasó bastante tiempo desde que se dejó de producir. Pero todos los días nos llaman los comerciantes preguntando cuándo salimos, así que estamos eufóricos. Vamos a arrancar abasteciendo el mercado local, pero también nos hemos reunido con gente de Córdoba capital, Río Cuarto, Rafaela, Nogoyá, Paraná (Entre Ríos), Mendoza y Chaco para definir la distribución en las provincias vecinas. Hubiéramos querido arrancar con una logística de distribución propia, pero sabemos que tenemos que posicionarnos de a poco. Hoy tenemos un grupo reducido de cuatro personas que se encargan de eso, aunque tenemos que armar de nuevo el sistema de preventas, eso hará que entren más compañeros a trabajar a la planta. Estamos muy contentos porque creemos que en poco tiempo vamos a recuperar gran parte de ese mercado que quedó desabastecido a raíz del cierre de la empresa. Y todo el capital que ingrese va a ser volcado a la producción, trabajaremos para tener todos los productos en la temporada alta que empieza en septiembre”, especificó el titular de la cooperativa.
La imagen de Naranpol también cambió y las etiquetas se imprimieron con el nuevo logo de la marca: “Por todo el proceso que hemos llevado adelante, la cooperativa decidió que se renueve el logo por uno que nos identifique. Cada sabor de gaseosa tiene un color: la cola llevará una etiqueta roja, la de naranja una del mismo color y la de lima-limón será verde; la soda tendrá una transparente con el logo en azul y anaranjado. El diseño quedó muy lindo, fue consensuado entre todos y estamos muy orgullosos por eso”, comentó Cristian Farieri.
En cuanto a los precios finales de los productos, sostuvo que se están terminando de definir: “Tenemos en claro que vamos a acompañar la calidad con un muy buen precio. Los consumidores ya conocen las gaseosas, que ahora van a ser mucho más ricas porque nuestros técnicos e ingenieros lograron mejorarlas. Se van a sorprender”, vaticinó.
Una quiebra y mil vueltas
El 26 de octubre de 2012, Naranpol daba su primer paso para convertirse en fábrica recuperada, cuando la Justicia dio lugar al pedido de quiebra que los mismos trabajadores habían solicitado dos meses antes.
Cabe recordar que en mayo de 2011, los entonces dueños de la empresa –los hermanos Galán– se habían presentado a concurso preventivo de acreedores, dándose por caído el convenio colectivo de trabajo. Los dueños aducían un elevado costo laboral, que en los números reales sólo representaba alrededor del 16% de los ingresos de la empresa, y desde ese entonces los trabajadores empezaron a cobrar un tercio de sus salarios. No obstante siguieron operando la planta, hasta que en octubre la patronal decidió el cierre y el cese de los pagos salariales. Los empleados se declararon en huelga y tomaron la fábrica, órdenes de desalojo mediante y con las familias y distintos colectivos sociales detrás apoyando la lucha.
Mientras tanto, un enorme stock de bebidas quedaba varado y echándose a perder en los galpones de la fábrica, sin poder venderse. Hasta el día de hoy los trabajadores lamentan una pérdida superior al millón y medio de pesos.
La ley de concursos y quiebras fue modificada hace dos años, lo que significó un cambio radical en las relaciones laborales. La ley garantiza que, ante una situación de quiebra, los trabajadores puedan continuar con la producción y tengan prioridad para hacer una oferta por sobre los acreedores prendarios, a partir de sus créditos laborales. En tanto, durante el concurso preventivo la ley estipula que los trabajadores tengan acceso pleno a la información de la empresa y que los comités de control cuenten con representación obrera.
En el caso de Naranpol, 80 trabajadores pidieron la quiebra por una deuda salarial cercana a los 900 mil pesos. Finalmente, la cooperativa se conformó luego de casi 40 audiencias de conciliación obligatoria en el Ministerio de Trabajo de la provincia.
“Ahora todos sumamos”
Sentado ante un escritorio bajo que contrasta con su considerable porte, atendiendo un llamado tras otro y tomando decisiones cruciales varias veces por día, Cristian Farieri para la pelota durante unos minutos y reflexiona: “Se llegó a esto después de mucha perseverancia, de mucha insistencia. Fue una lucha contra la estructura del sistema que tenemos, peleamos contra la ‘corpo’ porque tuvimos que penetrar esa armadura. Y tuvimos que demostrar todo el tiempo lo que éramos: trabajadores que habíamos tomado la decisión de no seguir siendo peones de estancia. Fuimos socios de la miseria y dijimos basta. No íbamos a dejar que nos sigan metiendo la mano en el bolsillo. Estábamos seguros y convencidos plenamente de que eran nuestros derechos, queríamos luchar por lo que nos habían quitado. A partir de allí, algunos trabajadores tomaron la decisión de no ser parte del proceso de recuperación, no obstante la mayoría se abocó a levantar esa mochila”.
—¿Cómo está el ánimo de los trabajadores actualmente?
—Después de un año y medio de no recibir ningún tipo de remuneración, los 90 seguimos en pie. Somos un grupo unido, una gran familia que ha aprendido un montón después de todo lo que vivimos. Vamos proponiendo lo que se nos ocurre y creemos que es lo mejor para la cooperativa. Después de todo lo que vivimos, algunos siguen creyendo que no vamos a poder, que esto no va a funcionar, pero cada día que pasa los vamos sorprendiendo un poco porque cumplimos con todo. Hasta ahora nos está yendo muy bien y estoy muy orgulloso del trabajo que hemos hecho.
—¿Qué implicó en lo personal ponerte al frente de la lucha?
—Tengo mis convicciones claras y sé hasta dónde quiero que esto prospere, pero acá lo más importante es lo que decide el grupo. Ahora todos sumamos desde el lugar que nos toca ocupar.
Las palabras de Cristian Farieri son fácilmente comprobables, sólo basta con recorrer unos minutos la fábrica y escuchar a los obreros que mantienen el predio en correctas condiciones, listo ya para producir. Uno de ellos dijo al pasar: “Todavía no sabemos cuál es la capacidad máxima de algunas máquinas, a ese dato lo vamos a tener en poco tiempo”.
Publicado en Pasa #110, a la venta en los kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.