Una banda independiente que explora la sonoridad Qom y el beat electro: Tonolec conversó tras su paso por Santa Fe.
Por Juan Almará
La formoseña Charo Bogarín y el chaqueño Diego Pérez conformaron a principios de este siglo el dúo de pop electrónico Laboratorio.Wav. En el 2001, ganaron el concurso Fémina Rock organizado por MTV, lo que les permitió incluir la canción “Alivia” en un compilado producido por Gustavo Santaolalla y tocar en España junto a Amaral, Aterciopelados y María Gabriela Epumer. Todo parecía ir sobre rieles, pero ambos sentían que a su música le faltaba algo. Las voces de su tierra los llamaban. Entonces decidieron realizar un viaje hacia lo más profundo de sus raíces. Cambiaron su nombre a Tonolec y, a lo largo de cuatro años, estudiaron e intercambiaron experiencias musicales con las comunidades tobas del norte argentino. Pero nunca abandonaron su veta tecno. Los discos Tonolec (2005) Plegaria del árbol negro (2008) y Los pasos labrados (2010) y el DVD Tonolec Acústico (2011) son prueba de esa fusión.
En un vibrante show, se presentaron el pasado miércoles 20 en el Teatro Municipal 1º de Mayo. Abordando un nuevo formato, plasmaron versiones acústicas de temas incluidos en sus discos anteriores. Haciendo gala de su potente despliegue vocal y escénico, Charo dejó joyas como “Que he sacado con quererte” de Violeta Parra o “El cosechero” de Ramón Ayala. Todo esto con el respaldo de sólidos y versátiles músicos. Luego del recital, charlamos con Diego Pérez, multiintrumentista y capitán de la maquinaria experimental que da vida al grupo.
Nuevos desafíos
—Tonolec se caracteriza por realizar una fusión entre música electrónica y el canto de los pueblos originarios ¿Por qué tomaron la decisión de realizar reversiones en formato acústico? ¿Qué retos les supuso?
—En nuestra historia, primero fueron apareciendo puntos de encuentro entre la música Qom y la electrónica. Por ejemplo los loops, la repetición y el mantra propio de este género. Después llegaron las texturas del monte: el ruido de las chicharras, los gritos de los animales, el quejido de los pájaros. Todo eso lo trabajamos con la computadora, una herramienta alucinante. Podes laburar la trama sonora usando una lupa. Es como pintar los colores de un lienzo, viajar en un paisaje. Y volver a eso fue colorear el paisaje, pero con ocho personajes en el escenario. Tuvimos que usar el ingenio para ver qué instrumento sustituía cada cosa. Para crear las melodías en el formato electrónico, usábamos sintetizadores. Ahora están los vientos, las flautas y la quena. A los ritmos, primero los hicimos con un solo percusionista y después agregamos un segundo. Faltaba el ruido de las quijadas, de las semillas: ese sonido áspero que tiene nuestra música. El desafío fue armar el mismo cuadro que integre la música ancestral pero que a la vez siga sonando moderno y contemporáneo.
—Decidieron filmar en Chaco, la tierra en que fueron criados y se desarrollaron como músicos. ¿Cómo fue el proceso de grabación?
—El DVD es nuestra máxima obra hasta el momento. Somos artistas independientes y nos encargamos de producir nuestro material. Y en ese sentido fue quijotesco. Lo empezamos desde un juego: en un momento éramos ocho en el escenario y vimos que el show tenía un montón de colores, muy lindos para ver desde afuera. Entonces nos gustó la idea de hacer un audiovisual. Decidimos registrarlo en Chaco porque es el lugar que nos vio crecer. Elegimos el Complejo Cultural Guido Miranda de Resistencia porque ahí debutamos con nuestra primera banda. Es un lugar emblemático y nos parecía que presentarnos en ese espacio era una manera de bendecir el nuevo formato. Estando en el medio de la producción, no podíamos creer lo que estaba pasando. Movimos 25 personas de Buenos Aires, la misma cantidad de Chaco, y también colaboró gente de Corrientes y Formosa. Montamos una compañía. No fue solamente el momento del rodaje, sino la edición de ese material. Hacer el audio 5.1 y todos los problemas que surgen porque trabajas con el 5% de la plata que realmente necesitás. Pero tuvimos muy buen ángel, primero por quienes nos ayudaron: se pusieron la camiseta y trabajaron dentro del proyecto. Y después porque no aparecieron tantos inconvenientes. Salió un material muy lindo y digno. Fue una experiencia alucinante, como hacer cinco discos a la vez.
Las raíces
—Investigaron a lo largo de cuatro años la música Qom, interactuando con los tobas ¿Cuál fue la respuesta de esa comunidad frente a las canciones que elaboraron?
—Siempre nos hacen esa pregunta y nosotros contamos que ellos no responden “me gusta” o “no me gusta”, “sí” o “no”. Contemplan, escuchan y te dan la aprobación de forma más simbólica. Te puedo contar anécdotas: cuando le pusimos los auriculares a la abuela Zunilda Méndez (integrante del Coro Qom Chelaalapi de Resistencia) para que escuche la versión de la canción de cuna “Noyetapec”, se puso a tararearla y a marcar el ritmo del drum and bass con la pierna. O cuando estábamos trabajando con nuestro primer disco, y miembros de la comunidad toba de Derqui nos llamaron para pedirnos que volviéramos electrónicas sus canciones. También todos los escenarios que compartimos con el coro: para nosotros es un honor poder tocar con ellos. La relación que construimos nos dio a entender que éramos aceptados y bendecidos. Pero fue una confianza que se cristalizó a través de un proceso que duró mucho tiempo. Al principio les contamos: “estamos interesados en hacer este tipo de música” Y ellos nos contestaron “Ajá”. Eso significa: “está bien, ustedes dicen esto ahora, vamos a ver si lo sostienen en el tiempo”. Así que nuestro primer disco nos llevó cinco años. Y hoy seguimos manteniendo la propuesta. Eso era lo que nos estaban enseñando.
—¿Cómo trabajan las letras desde la lengua nativa?
—Las lenguas son muy complicadas. Es como ponerse a estudiar chino. Pero de a poco vas aprendiendo palabras. Para trabajar la música con la lengua Qom, nos dieron un diccionario. Por ese medio empezamos a escribir letras. Y consultamos con los ancianos de las comunidades para saber si están bien, si se entienden y tienen sentido. Por ejemplo, la traducción de nuestra versión de “Cinco siglos igual” de León Gieco, la hizo Charo con su maestro de violín toba de la comunidad Qom de Derqui. Siempre desde el respeto y el aprendizaje. Porque la lengua tiene su propia estructura y no se puede hacer una traducción directa de muchas cosas.
Lo artesanal
—Teniendo en cuenta que su propuesta no se encuentra dentro de lo que se denomina “comercial” ¿Cómo ha sido su relación con la industria? ¿Qué respuestas han obtenido del público?
—Tenemos una suerte tremenda porque nuestros discos se venden muchísimo en todo el país. Y ahora también en el exterior, algo que no sucede en esta época. Para darte una idea, la producción del DVD la bancamos con la venta de los discos. Tenemos un ángel que nos acompaña, porque vendemos mucho para ser una banda independiente. Y eso nos ayuda para seguir reinvirtiendo. Por el lado del show en vivo, si bien no es una propuesta comercial, tenemos algo que es simple y popular a la vez. No es una música complicada. Desde la composición nos planteamos llegar a una simpleza profunda en el mensaje. Y la respuesta de la gente reivindica nuestra idea. Tenemos un público muy heterogéneo: vienen adultos, niños, jóvenes, personas de diferentes ámbitos sociales y culturales. Eso es la mayor alegría, porque significa que lo que transmitimos es claro y tiene varias aristas. No es una cuestión lineal, sino que posee un símbolo y llega a seres diversos. Y eso es el máximo éxito.
—Ya llevan editados tres discos y un DVD. Pasaron de una propuesta electrónica a una de fusión con música nativa y ahora a un formato acústico ¿Cómo viene el futuro de Tonelec? ¿Qué caminos vislumbran?
—Estamos abriendo el abanico. Además de incluir música criolla (zambas, chacareras y chamamé) y Qom, nos relacionamos con nuevas comunidades, como la Ambuá Guaraní. Viajamos a las aldeas y aprendemos de su música. Recién dimos tres pasos de un camino gigantesco. En Sudamérica hay millones de culturas que conviven que queremos conocer. Sabemos que hay mucho que asimilar de ellas, para poder sumarlas a lo que somos y hacemos. Esa integración es la verdadera identidad del argentino y del latinoamericano. Por eso emprendemos el viaje: para visualizar cosas que estaban ocultas o tapadas por la cultura y la educación europeizante.
Publicado en Pausa #110, a la venta en los kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.