¿Cómo se construye la diferencia de género? ¿Qué lugar tienen la escuela y los medios? Entrevistamos a Juan Carlos Volnovich, un especialista que visitó nuestra ciudad.
Por Marcela Perticarari
Socialmente está aceptado que la categoría de género fue creada para explicar que el papel social asignado y ejercido por las mujeres y los hombres no es producto de diferencias biológicas naturales ni de sexo, sino el resultado de construcciones sociales y culturales asumidas históricamente. Dicha categoría permite visibilizar determinadas desigualdades entre mujeres y hombres, por lo cual es preciso comprender a qué responden y cómo se construyen esos desequilibrios, pero también es necesario identificar deseos y potencialidades para desarrollar una equidad verdadera. El concepto de masculinidad está tan arraigado en la cultura occidental que se naturalizó, y cuestionarlo constituye un enorme desafío. Pero los datos apuran la discusión, porque Santa Fe está rankeada como la segunda provincia del país en la que se producen más femicidios.
En nuestra ciudad el debate se intensificó desde la charla “Nuevas masculinidades. Hacerse varones heterosexuales: machismo y violencia”, organizada por la delegación local del Inadi , que tuvo como objetivo comenzar a discutir sobre la construcción cultural del género varón como una posibilidad de cambio real. Uno de los panelistas, el psicoanalista especializado en infancia Juan Carlos Volnovich, señaló: “Pareciera que hay una masculinidad tradicional que va cambiando, pero lamentablemente esos cambios terminan neutralizados”.
Gatopardismo y cambios
“Vivimos bajo dos grandes sistemas de dominio y de explotación: el capitalismo y el patriarcado. Hay momentos en los que parecería que estos sistemas empiezan a cambiar, de hecho el siglo XX estuvo protagonizado por la idea de que existía otro sistema, el socialista, que podía competir con el capitalista. Pero hoy en día que el capitalismo se ha globalizado, coincide con esta condición del patriarcado global, que en la historia de la humanidad casi diría que es más natural y esencial que el propio capitalismo porque no se conoce cultura donde no haya estado vigente el patriarcado”, dijo Volnovich a Pausa.
El psicoanalista destacó que “el patriarcado tiene enormes recursos como para transformar esos cambios en ‘cambios gatopardistas’, es decir que algo cambie para que todo siga igual. Por ejemplo, a principios del siglo XX, las mujeres no entraban a la universidad. La primera mujer graduada de médica, Cecilia Grierson, obtuvo su título en 1906 pero recibió un certificado académico porque no podía ejercer ya que significaba tocar el cuerpo, y eso no podía hacerlo una mujer. Hoy en día, más del 50% de la matrícula de la Universidad de Buenos Aires, en carreras como medicina, está compuesta por mujeres. Esto podría significar que ha habido un avance muy notable en el lugar de la mujer en el espacio público y profesional. Sin embargo, cuando la mujer entra a la universidad, el poder ya no pasa por ahí: la pirámide jerárquica, a medida que empieza a subir, cada vez se masculiniza más, al punto tal que el rector de la UBA siempre ha sido ‘el’ rector. Todo esto dentro de un espacio que cuando estaba dominado por varones tenía un enorme prestigio y poder; y hoy en día, a medida que se va feminizando como práctica, tal como sucedió en la educación, tiende a desvalorizarse. Esto es parte de los enormes recursos que tiene el patriarcado para neutralizar esos cambios que podrían augurar que hay una nueva masculinidad o una nueva relación un poco más respetuosa entre los géneros. Pero la globalización capitalista significó también la globalización de las redes de trata de mujeres y niñas para ser prostituidas. Y tengo derecho a sospechar que estas nuevas masculinidades son más viejas que nuevas”.
—¿Desde dónde se puede vislumbrar un cambio entonces?
—Quienes trabajamos en estas cuestiones pensamos que el primer paso es la visibilización de fenómenos que han estado siempre cubiertos, con la intención de denunciarlos para tratar de llegar a un camino de mayor igualdad de derechos, justicia y obligaciones entre varones y mujeres, independientemente de la clase social o etnia a la que pertenezcan. Una de las desigualdades fundantes tiene que ver con la crianza de los niños. Las diferencias sexuales y biológicas hacen que los hombres no se embaracen, así que tanto el embarazo como el parto y el puerperio pasan por el cuerpo de una mujer. Pero que todos hayamos sido paridos por mujeres no explica por qué en todas las culturas a lo largo de la historia hemos sido criados por mujeres. No se conocen culturas o sociedades donde los hombres se hayan hecho cargo de los niños desde los primeros momentos de su nacimiento, a pesar que las necesidades que tiene un recién nacido pueden ser satisfechas tanto por un hombre como por una mujer. Entonces, hasta que no se trabaje sobre la responsabilidad que cae sobre las mujeres en cuanto a la crianza de los niños y no sea una actividad compartida, no va a haber cambios significativos.
El psicoanalista expresó que “esto fue muy evidente a partir de la década del 50 del siglo XX, donde las mujeres occidentales empezaron a incorporarse masivamente en la esfera pública, al trabajo productivo, se profesionalizaron y hubo una apertura muy grande en cuanto a la ruptura de la esfera de la esclavitud doméstica. Pasar a la esfera pública fue un avance muy grande, pero la trampa fue que simultáneamente con el desempeño de esas actividades no se aliviaron las tareas domésticas y recayó sobre las mujeres la doble jornada de trabajo, porque la tarea del cuidado de los niños sigue reposando sobre las mujeres”.
“Si hay un punto para trabajar, ése es la necesidad de que los varones nos involucremos en la crianza de nuestros hijos desde que nacen, no como una ayuda sino como parte de nuestra responsabilidad. Eso no se resuelve con leyes porque no hay modificaciones en el imaginario social”, subrayó Juan Carlos Volnovich.
Los medios y la escuela
Consultado por el rol de los medios de comunicación ante esta realidad, el especialista opinó: “Creo que en algunos aspectos estamos mucho peor. Y con eso me refiero a Tinelli, a la pornografía, a la popularización de los ‘gatos’, de figuras como las ‘botineras’ y mujeres que inundan los medios de comunicación. Es absolutamente escandalosa la utilización de los ideales estéticos por la manera de convalidar y naturalizar circuitos de prostitución, sobre todo porque esto se acompaña con la incorporación de nuevas tecnologías, con las redes de trata y el sexo online. Se han capitalizado las nuevas tecnologías para incrementar esa industria”, lamentó Volnovich.
—¿Y la educación formal qué hace frente a los estereotipos?
—A la escuela le toca un lugar muy complejo. Sarmiento fue una figura muy polémica, pero gracias a él tenemos una educación gratuita, obligatoria y universal para todos. Con una mirada rápida, podría pensarse que hay una mayor igualdad entre niños y niñas porque a todos se les pone un guardapolvo blanco. Sin embargo la situación residual de la diferencia de género en esa educación se expresa muy bien. Lo puedo graficar así: cuando yo iba a la escuela tenía un guardapolvo blanco que se abrochaba adelante y las nenas usaban uno que se abrochaba atrás, con un moño. Ese solo dato ya marcaba una dependencia porque yo me podía abrochar solo y las nenas necesitaban de alguien que les ate el moño. En el recreo, la gracia de los varones era desatar el moño hasta que descubrimos que las nenas habían desarrollado una habilidad increíble que consistía en hacérselo solas. Con ese dato pequeño vemos una connotación ideológica de diferenciación que tiene su lectura positiva y negativa, porque al mismo tiempo que dependen de alguien, a la vez le generan una habilidad y un talento para compensar ese déficit.
“Soy un defensor de la escuela pública, gratuita y de la igualdad de derechos frente al conocimiento, pero debo admitir que descubrieron que, por características tradicionales de la adquisición de identidad de género, los varones y las mujeres no se apropian igualmente de los saberes. Se cree que las matemáticas son patrimonio de los varones y las mujeres aprenden menos que ellos, razón por la cual en algunos países desagregan por género porque las mujeres solas aprenden ciencias duras mucho más que cuando están con varones. Acá dicen que los varones triunfamos porque somos inteligentes y las mujeres porque son aplicadas. Si uno quiere sacar chapa de varón tiene que ser atorrante y no tiene que ser aplicado; en general el desempeño de los hombres se da en picos, es decir que las materias que nos gustan las estudiamos y las que no nos gustan las despreciamos y nos va mal, aunque nos guste competir y rivalizar. En cambio las mujeres tienen un desempeño mucho más estable en cuanto a asignaturas. Y eso está empezando a cambiar por la presión de estos grupos de varones, y ciertos estereotipos tradicionales, como la pubertad y la adolescencia cargada de excesos. De esta manera las mujeres acceden a comportamientos tradicionalmente masculinos y los sobreactúan, por ejemplo bebiendo alcohol en exceso: para que las chicas sean incorporadas a ciertos grupos dominados por determinados estereotipos masculinos, tienen que ser excesivas y de esa manera son aceptadas”, reflexionó Volnovich.
“La escuela puede ser un espacio que tienda a la igualación, pero que estén todos con guardapolvos blancos no garantiza que estemos en camino de que esa institución se convierta en una institución igualitaria porque las maestras son siempre mujeres”, concluyó el psicoanalista.
Publicado en Pausa #113, a la venta en los kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.