Por Licenciado Ramiro
He dicho en más de una ocasión que odio el frío… Bah, he dicho en más de una ocasión que odio y he dado pruebas, en esta columna, de ello. Imagínense si encima estoy enyesado hace un mes y, ergo, muy aburrido: insoportable, intolerante y transpirando gruñidos… Sí, las condiciones justas y óptimas para la primera tanda de odiados de este 2013.
Intentaré concentrar mi odio en un lugar específico. Un lugar que me encanta, en donde disfruto, muy a pesar de ellos y ellas. Sí, en un recital también soy capaz de detestar.
Para empezar, quiero decir que entiendo perfectamente que un recital es un espacio de socialización. Las personas van a relacionarse con otras; ocasionalmente podés contarle a un conocido si andás bien, unos minutitos… Pero no estás en la Pueyrredón un domingo a la tarde tomando mates como para que le cuentes a tus amigos lo que te pasó durante la semana: ¡hay una banda tocando allá adelante, arriba del escenario! En esta categoría, se llevan un premio Muy Bien de los Bustamante los que van al concierto en plan levante y/o encare… Dan asco. De esto, quisiera culpar a banditas de rock light para adolescentes.
Odio a los que llegan tarde por algo que ya saben: odio la impuntualidad. De todos modos, a estos los aborrezco en particular porque, como ya es costumbre que los recitales empiezan después de lo que la entrada dice, todos un poquito llegamos tarde. Si además vos llegás más tarde que eso ya lo tuyo es un insulto. Ser más impuntual que un rockero, querido, no da.
Estos impuntuales, que buscan su lugar entre la gente pidiendo permiso (o no) para pasar, me dan pie para decir que también odio a los que se la pasan paseando mientras la banda está tocando. Siempre, pero siempre, pasan por donde uno está parado. No importa que estés codo a codo con alguien, estos insoportables se las arreglan para tener que pasar justo en el milímetro que queda entre vos y la persona de al lado. Algún día voy a pararme a tres cuadras del escenario, solo, a 20 metros a la redonda y, no tengo dudas, va a pasar chocándome con su mochila algún pibe. Galardono con un premio a la excelencia a los que pasean, te pasan por al lado, se frotan contra tuyo para pasar. Más si vienen en cuero todos traspirados recién saliditos del pogo. Un encanto salado.
Y hablando de “siempre”… Siempre, pero siempre, no intenten evitarlo, adelante se les va a parar delante Shaquille O’neal. Entonces, un pasito palizquierda, él se corre palizquierda; un pasito paladerecha, y él también. ¿Qué le vamos a hacer? Es así, no hay remedio contra eso. De última, si sos mujer, pedile que te haga upa o hacele carita y seguro se corre. Si sos varón, andá con tu novia o una amiga, así tenés quién le haga carita al lungo y zafás.
Los que tienen entre 15 y 23 años aproximadamente, luego de leer el próximo odiado van a decir, casi con seguridad “¿Y qué tiene de raro eso?”, porque voy a decir que me parece ridículo ir a un recital para mirarlo todo por la pantalla de la filmadora o del celular. Sí, odio a los que están todo el recital filmando y, para peor, levantan las cámaras y me tapan. Flaco, el recital es único e irrepetible; he visto más de diez veces a algunas bandas y ningún show es igual al otro ¡Es justamente eso lo que hace emocionante el evento! Pero no, prefieren filmarlo para poder postearlo en Facebook o Youtube y que alguien diga “Oh, mirá estuvo ahí”, como si a alguien le importara, cuando lo que importa es verlo en vivo y en directo y no en diferido estando ahí mismo. Yo sé que no se le desea el mal a nadie (mentira), pero ojalá a estos muchachitos/as cuando esté terminando el recital un pogo furioso los lleve puestos, se les caiga la filmadora y se le haga pelota… Capaz así se dan cuenta que el recital, como dirían las Azúcar Moreno, sólo se vive una vez.
Por último, pero no por eso menos insoportables, están los que se la pasan pidiéndole un tema al cantante… Como si el tipo subiera al escenario e improvisara el repertorio; como si fuera una especie de concierto delivery o un programa de radio donde te pasan tus pedidos musicales. Loco, dejá al músico que haga su trabajo, que exponga su obra que tanto esfuerzo le costó crear, y disfrutalo. Resulta infumable estar saliendo de un recital y escuchar que adelante tuyo van diciendo “Estuvo bueno, pero no tocaron X”. Seguro que el que lo dice es el flaco de dos metros que estuvo adelante mío todo el recital, con su celular filmando todo, chamuyándose una minita que se encontró ahí y que entonces me den ganas de responderle: “Buscalo en Youtube… si total, verlo desde el celu, o venir a hacer lo que hiciste vos es lo mismo”.
Publicado en Pausa #114, a la venta en los kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.