Transición anunciada

Por Juan Pascual

La primera noticia es que el balance del poder en el Congreso no sufrirá modificaciones, al menos en los números. De mantenerse en octubre los resultados de estas internas, el bloque oficialista conservará –banca más, banca menos– el mismo poder de fuego. Al menos, en los papeles.
Porque la segunda noticia es que el gobierno de Cristina Fernández terminará en 2015.

Con las urnas calientes
De un lado se hace hincapié en que fue la peor elección del oficialismo desde 2003. El kirchnerismo apenas arañó el 30% de los votos; a nivel territorial, el único distrito de importancia en donde triunfó es Tucumán. Del otro lado, se recuerda que el kirchnerismo es la única fuerza nacional realmente existente, que la unidad del voto opositor plantea problemas complejos –¿cuál sería la genética de una cruza entre Binner, Massa, Macri, Cobos y De la Sota?– y que ya se cuenta con la experiencia de 2009 y su remontada.
Sin embargo, hoy no hay zanahoria: una nueva reelección es imposible. La contención del espacio legislativo kirchnerista requerirá de un trabajo mucho más ligado a la negociación política que a la imposición disciplinaria; se verán pasos de danza, reclamos destemplados, expresiones histéricas. Esto también representa una noticia para el otro sector. Quizá allí cunda una pregunta.
¿Y ahora qué hacemos?

Intemperie
Acabamos de sobrellevar una de las campañas electorales más insoportables en largo tiempo. La ausencia de propuestas en la que nos vimos inmersos fue suplantada por dos ejes y un debate fantasma. Las oposiciones confluyeron en el rechazo a lo que otrora se llamara crispación: la normalidad, Argen y Tina, la ensalada de Unen, el kirchnerismo post kirchnerista de Massa, por dar ejemplos. El oficialismo produjo el mismo spot para todos sus candidatos provinciales –un gesto abierto de displicencia– recordando todo lo mucho y efectivamente construido desde 2003 a la fecha. Hacia el futuro todavía no se planteó prácticamente nada. Y el debate fantasma quedó saldado a pura urna: no habrá Cristina 2015. Eso era sabido: tendría que haber repetido el resultado de 2013, lo cual hubiera sido más que formidable, imposible.
¿Modifican algo las promesas de campaña? ¿No es el período en el cual se profieren las más disparatadas quimeras? ¡Qué duda cabe! Sin embargo, no todos los espejos de colores reflejan igual ni se pueden combinar del mismo modo. Cuando cada bloque de la oposición exponga a qué sectores económicos busca representar (eso quiere decir “proyecto de país”) y de qué modo piensa sostenerlos desde una construcción de poder del Estado (eso significa “gobernabilidad”), el escenario y las riñas se volverán diferentes, sobre todo a la vista de los electores.

Sonríe en el rincón
El tipo en 2012 se lanzó con una herejía que le fue respetada: “Yo tengo mis aspiraciones presidenciales de cara a 2015, pero ahora es momento de gobernar, de gestionar, y acompañar y apoyar a la presidenta”. (El lema que lo cobijó: el que avisa no traiciona). El tipo no confronta con el mismo estilo –batalla cultural, se exceden al decirle– que el gobierno nacional. El tipo hasta se lleva bien con Clarín. El tipo dio su quincuagésima prueba de lealtad. El tipo mira al costado y nadie –no ya en Unidos y Organizados; en el peronismo todo– le hace sombra. El tipo mira enfrente y ve cuatro bloques –el socialismo santafesino, el radicalismo, los conservadurismos PRO, los cacicazgos provinciales– con demasiado para discutir. El tipo se llama Daniel Scioli y quizá sea quien mejor parado salga a la larga. Kirchnerismo sin malos modales. ¿O nadie huele a 1999 en todo esto?

Post data 1
Las juventudes católicas serán un factor de poder. En las zonas de abandono retornará un masivo actor a la disputa cuerpo a cuerpo. El “apoyo escolar” crecerá en las parroquias, las madres peregrinarán, sus manos y orejas se alejarán del partido y la izquierda territorial. La Iglesia reorientará su influencia: de la fina conversación del cenáculo aristocrático a la conversación en una venta de verduras de Blas Parera al 9000. La democracia reciente desconoce estas prácticas.

Post data 2
Cuando la política partidaria se sostiene apenas desde el periodismo –acaso, periodismo– y un poco más, es cuando se cree que la disputa discursiva (la lucha por las conciencias en lo público) es superior a la práctica militante (la movilización de los cuerpos a por el poder). La resultante de eso fue la estupefacta reacción frente a candidato impuesto: Jorge Obeid. “Lealtad, lealtad” clamaron los advenedizos, gustosos de tragar sapo para poder dar una prueba de lo que juzgan como característica principal del pedigrí peronista. Traguen a su inundador, ahora.

Publicada en Pausa #119, miércoles 14 de agosto de 2013

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