Por Licenciado Ramiro
La única adicción que me quedó después de dejar de fumar es descargar y ver casi de manera compulsiva series de tevé. No sé si es menos, igual o más perjudicial para mi salud que mi anterior vicio, pero es lo que hay.
Una de esas series –mi favorita– es Breaking Bad. En castellano, esto podría traducirse como “Haciéndose mierda” o “Rompiéndose mal”. Según el espectador, la serie puede tratar sobre varias cosas. Yo prefiero decir que se trata de la historia de un genio de la química que a sus 50 años trabaja como profesor de secundaria y se enfrenta a un cáncer terminal de pulmón, sin un mango en el bolsillo, con una mujer ama de casa embarazada y un hijo adolescente con deficiencias psicomotrices. Este tipo, Walter White, no quiere morir en bancarrota y por ello, antes de confesar su enfermedad y asumir la necesidad de un tratamiento, prefiere ver de qué manera puede dejarle un “futuro” a su familia. La solución que encuentra: ponerse a fabricar la mejor metanfetamina del mundo… Y venderla, claro.
Tenemos a un tipo que no tiene absolutamente nada para perder. Y ahí está para mí el nudo de la trama: ¿Qué está dispuesto a hacer alguien que no tiene nada para perder? Todo. Y si no me creen, lean algunas de las cosas que hizo (Nota: peligro de spoilers).
Mata con un arma química a un narco y con sus propias manos al primo (que lo quería matar). Hace explotar el despacho de otro narco y así se gana una oportunidad de negocio. Deja morir de sobredosis al amor de la vida de su socio (Jesse Pinkman) para que no lo reconozca y no le arruine el negocio (eso genera un accidente que le cuesta la vida a muchas personas). Se convierte en el químico del representante del cartel mexicano en EE.UU. y eso lo lleva a un nivel incontrolable de orgullo y narcisismo que deriva en atropellar a dos dealers del mismo cartel, convencer a su socio de que mate a un químico que supuestamente era una amenaza, envenenar a un niño para lograr la complicidad de su socio y volar un geriátrico para matar a su propio jefe. Su reacción a todo eso es “I won” (“Gané”).
En la quinta y última temporada Walter White ya es cada vez más su alter ego, Mister Heisenberg, o el emperador de la metanfetamina. ¿Cómo lo logra? Entre otras cosas, haciendo desaparecer el cadáver de un niño al que reconoce como un “daño colateral” del negocio… Luego de decirle a Jesse que eso fue algo lamentable que no se volverá a repetir, se pone a cocinar meta silbando una canción. También asesina a un ex socio (que era el especialista en el tema, “Mike, the cleaner”) que se niega a darle una lista de posibles testigos. Así y todo consigue esos nombres y en una de sinfonía de dos minutos (una de las mejores escenas en la historia de la televisión) hace matar a diez presos de manera simultánea en tres cárceles diferentes. Walter ya se retiró del negocio y ahora está tratando de que no lo agarre la DEA (su cuñado es agente allí) y también es capaz de hacer cualquier cosa con tal de que no lo agarren.
Habrán notado que con un poquito de poder e inmunidad (e impunidad) una persona sin nada que perder es capaz de todo, ya que sin nada, todo es posible porque no se arriesga nada. Sin embargo, y muy a pesar de todos los crímenes enumerados (algunos horrorosos) los fans de la serie recién en estos últimos capítulos comenzamos a ver en él a una suerte de monstruo, de asesino, manipulador, especulador capaz de usar a sus propios hijos para no ser atrapado. Todavía nos debatimos moralmente entre si queremos que Walter caiga o no. Quizás sus comienzos de pobre tipo todavía hacen que le tengamos un cierto aprecio, aunque ya no quede nada de aquel profesor de química moribundo. Por eso (y porque es televisión, claro) es que celebramos cada vez que zafa y lo tratamos de genio y yo hablo de la gran serie y encima escribo una columna sobre él… Y pensar que por muchísimo menos (por robar un par de zapatillas, por ejemplo), los mismos a los que nos tiene atrapado la historia de un asesino millonario dueño de un imperio de droga andamos ansiosos de penas de muerte y cadenas perpetuas para adolescentes pobres y marginados que tampoco tienen nada que perder y que, para colmo, trabajan para un algún Heisenberg.
Publicada en Pausa #121, miércoles 11 de septiembre de 2013
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Con respecto al titulo lei en algun lado que es una expresion sureña,del sur de EEUU,que significaria "hacerse delincuente",ponerse del otro lado de la ley".Saludos