En una charla sobre movimientos sociales y comunicación popular, el escritor uruguayo Raúl Zibechi planteó la necesidad de fortalecer los colectivos de acción en el territorio.
El activista y escritor uruguayo Raúl Zibechi estuvo el mes pasado en Santa Fe para contar su experiencia junto a diversos movimientos latinoamericanos, conocer la realidad de algunos colectivos territoriales locales y presentar Brasil. ¿El nuevo imperialismo?, el libro editado por la cooperativa Lavaca y Fundación La Hendija. Zibechi llegó desde Montevideo invitado por el programa Caídos del Catre (lunes a viernes de 18 a 20, Radio Nacional Santa Fe), que anticipó junto al visitante los festejos por sus primeras 150 emisiones.
Zibechi contó que empezó a militar en Tupamaros en 1969, a los 17 años: “Estudiaba en un colegio al que iban cinco mil alumnos y un día nos manifestábamos por Camboya, otro por Vietnam, otro por el Cordobazo, todos los días pasaba algo. Lo más difícil era no militar porque el grueso de la gente de mi edad lo hacía”. En 1973, la dictadura de su país lo hizo rumbear hacia suelo argentino y en 1976 se radicó en España, donde estuvo vinculado al movimiento comunista en tareas de alfabetización de campesinos. En los 80 comenzó a publicar artículos en revistas y periódicos de varios países. Volvió a Uruguay a comienzos de los 90 y se dedicó a recorrer América Latina. Actualmente colabora en la formación y difusión de movimientos urbanos argentinos, campesinos paraguayos, comunidades indígenas bolivianas, peruanas, mapuches y colombianas.
“En el exilio conocí al feminismo, que fue un golpe feroz a mi ego. Conocer a las comunidades indígenas de Latinoamérica también fue un golpe al egocentrismo colonial ilustrado. Como varón blanco, se me puso todo patas para arriba y es bueno que pasen esas cosas. Viví mi último gran cambio en los 80 al conocer el zapatismo: empecé a ver las cosas desde otro lugar, sobre todo desde las mujeres, que son el lugar más importante del cambio social. Hoy en día no manejamos la idea de vanguardia, ahora pensamos cuál es el papel del militante y es ahí donde la cultura comunitaria enseña otras cosas. Lo que se va buscando es reconfirmar en cada territorio el lugar del enamoramiento por un mundo distinto”, afirmó.
Hacia las comunidades fuertes
Durante la charla que brindó el 20 de septiembre en el Centro Cultural y Social El Birri, destinada a movimientos territoriales, trabajadores de medios periodísticos y público en general, Raúl Zibechi señaló que “hablar de comunicación es hablar de aquellas personas que necesitan, más que nadie, hacer oír su voz y su dolor”. En este sentido, mencionó que “esa parte de la sociedad hoy son los excluidos de este crecimiento que se está dando, aquellas víctimas de un modelo que lleva veinte años en la sociedad: el extractivismo, que se viene intensificando y que no es más que la apropiación de la vida, de los bienes en contra de las personas”.
“Me gustaría territorializar la necesidad de comunicación y hablar de aquel sector de la sociedad que hoy vive en campos de concentración”, dijo Zibechi, utilizando un concepto del filósofo italiano Giorgio Agamben, “suena exagerado porque vivimos en una democracia; sin embargo si uno es un pibe que vive en un barrio popular, salir de ahí significa estar sometido al abuso policial, entre otras cosas. Quiero situarme en el lugar de la gente que vive sometida a un perímetro en el cual hay un adentro y un afuera, que está condenada a vivir en ese territorio marginalizado, donde hoy se come mejor y se tiene mayores ingresos que hace diez años, pero cuya población no puede modificar su lugar estructural. Un pibe que nace en Santa Rosa de Lima o una familia Qom no puede modificar su lugar porque el modo de apropiación condena a una parte de la sociedad a estar en ese sitio y recibir planes. El modelo extractivo impone una división de la sociedad en partes: hay una parte que puede elegir qué estudiar y de qué trabajar y otra parte que no puede elegir porque está en un lugar de exclusión estructural. Hay un apartheid que no se da sólo por el color de piel, sino que es político, social y cultural. Y a modo simbólico, llamo a la comunicación con esos territorios como el campo”.
A criterio del uruguayo, el concepto de movimiento social debe ser rediscutido ya que “esa teoría nace en el primer mundo de Europa y Estados Unidos”, y “los movimientos sociales más dinámicos, como los de las periferias urbanas, indígenas y campesinos que surgieron después del Caracazo de 1989, pertenecen a un sector de la sociedad que tradicionalmente no puede organizarse legalmente. El concepto de movimiento social, cuando es trasladado a los habitantes de las villas, hace mucho ruido, al igual que el concepto de medios de comunicación, en el sentido que sería una actitud colonial aplicar la categoría de movimiento social a lo que hacen los sectores populares. El movimiento social tradicional con el cual han trabajado los medios alternativos de comunicación demanda al Estado ciertas cuestiones y tiene una dinámica distinta a la de los llamados movimientos sociales, que es dual: por un lado hay demandas al Estado y por el otro hay construcción de una sociabilidad distinta y de espacios de resistencia y convivencia que no son para demandar sino, precisamente, para construir algo distinto”.
En este sentido, sentenció que “los movimientos sociales tradicionales se manejan en un ámbito de relaciones capitalistas, mientras que los movimientos de los espacios distintos están tejidos en torno a relaciones no capitalistas, de ayuda mutua, de reciprocidad. Estos últimos buscan dos cosas: asegurar la sobrevivencia, que es frágil aunque haya planes sociales, y salir del campo, romperlo, porque en el campo como gigantesco espacio de control no hay reformas posibles”.
Así planteado, el lugar de la comunicación en esos ámbitos serviría “para fortalecer la sobrevivencia y la preparación para la destrucción del campo. Dentro del campo, los prisioneros se comunican mucho entre ellos y el papel de la comunicación se centra en fortalecer los códigos, los vínculos, la preparación de la gente que está adentro para romper esa situación”, consideró Zibechi.
Y reconoció que “ésta es una tarea no menor, que sólo puede hacerse con la gente dentro del territorio sometido a esa situación de exclusión. Adentro hay medios, formas de comunicación y formación, y eso es fundamental. No sólo es importante que puedan expresar hacia afuera lo que están haciendo, también lo es la comunicación hacia adentro del sujeto. Según la concepción política hegemónica, es difícil considerar a la gente que vive en barrios populares como sujetos, pero para nosotros son sujetos y de ese modo trabajamos con ellos. Y la comunicación es fundamental porque estamos con ellos aprendiendo a comunicarnos y a convertirnos colectivamente, disolviendo esa distancia”.
“Como comunicadores debemos desprendernos del egocentrismo para que otros vayan ocupando esos espacios. Eso implica salir del lugar central que tenemos por ser comunicadores, por tener oportunidades de elegir estar en otros lugares. Si no hacemos eso vamos a reproducir la relación jerárquica de sujeto-objeto. Estamos acostumbrados a pensar que llevamos algo, pero también aprendemos mucho y, por una razón ética, podemos hacer dos cosas con eso: una tesis doctoral haciendo extractivismo académico, o ponerlo al servicio de algo. Cada cosa que hacemos puede tener dos direcciones y si lo que hacemos es realmente comprometido, tiene que estar al servicio de la gente, tiene que ser una devolución”, añadió.
Para finalizar, el uruguayo apuntó: “Esto no implica una línea determinada y cada uno verá cómo la implementa en su lugar. La comunicación con la gente del campo tiene que servir para empoderar y fortalecer sujetos individuales y colectivos, para que ellos hagan lo que crean que tienen que hacer. ¿Qué pasará con eso? Nunca lo vamos a saber, pero tenemos que dar el paso inicial del compromiso ético y de poner la comunicación y sus saberes al servicio. No vamos a llevar nosotros la estrategia a ningún lugar, en el mejor de los casos la vamos a construir juntos. La estrategia, en todo caso, consiste en recordar que hay campos, que hay un modelo extractivo y mientras no sea posible romperlo, lo que hay que hacer es trabajar para fortalecer, para que la gente sea más potente en su vida cotidiana y en sus trabajos colectivos. Puede parecer poco, pero si somos capaces de trabajar un buen tiempo en esa dirección, al cabo de unos años vamos a estar en una situación mejor de la que estamos ahora, porque el modelo está entrando en crisis. El modelo está haciendo agua”.
Publicada en Pausa #123, miércoles 9 de octubre de 2013
Disponible en estos kioscos