La muerte violenta, lamentablemente, vende. De no hacerlo no existiría tanta circulando por los medios de comunicación. Parafraseando un spot famoso: “(tal vez) sin consumidores no habría (tanta) muerte”. Y la hay en la programación de ficción como en la, supuestamente, de no ficción. Y ambas se gozan, aunque no de igual manera. Halagamos la técnica y brillante estética de las películas de Quentin Tarantino (y hasta protestamos cuando no le dan el Oscar). Sin embargo, nos ofendemos con los noticiosos que muestran al occiso tapado en diarios o un charco de sangre bastante fresca… aunque, muchas veces, no podemos dejar de mirar si al segundo siguiente además de la sangre no se va a ver también un cráneo partido. Son las particularidades de los verosímiles impuestos por cada género y las licencias, también, de los espectadores.
En estas semanas estuve expuesto a algunos informativos y me encontré con que ahora el dueto de moda no es Ángeles/Mangieri, Lennon/McCartney, Messi/Agüero sino Araceli/Vinader (Nota: tuve que dejar de escribir para buscar en Google el apellido del sospechoso; así que pido perdón al lector por estar tan desinformado).
Una joven aparentemente engañada fue a una entrevista de trabajo falsa y terminó horrible y lamentablemente asesinada, su cuerpo arrojado en un baldío. O sea, pasó algo que pasa desde que existe la humanidad y que, desde que existe la psicología social, sabemos que no va a dejar de ocurrir: hay personas que asesinan a otras, aunque no sepamos ni entendamos muy bien por qué. De todos modos, es la noticia del… perdón, de la semana (como mucho del mes).
Estos sucesos o, mejor dicho, estos relatos sobre esta clase de sucesos, no tienen más que relevancia mercantil, comercial, económica. A los fines periodísticos, no tienen ningún tipo de importancia. Estos casos, ¿qué tipo de vinculo con la libertad humana tienen? ¿Qué clase de derechos pretenden crear, propagar o defender? Cuando la información no se publica con el propósito de ensanchar los horizontes de la libertad humana, ¿qué pena vale su difusión? A lo sumo informarán sobre algo que, encima, ya sabemos que sucede: ni siquiera son “noticias”… es mera información inútil. Incluso, el fallido pronóstico meteorológico tiene más incidencia en la vida de los ciudadanos que la crónica de esos asesinatos. Esa información es, nada más, que bien de consumo, y punto.
Lo mismo digo del postcrimen. Las corridas tras las codiciadas primicias; los datos falsos que nunca son desmentidos, la opinología de los panelistas especializados en todo que no saben de nada y los testimonios de los familiares de las víctimas que son invadidos por tropas de micrófonos sedientos de un llanto desgarrado por el dolor.
Por eso, como licenciado en comunicación social que a veces ejerce el periodismo (en condiciones completamente diferentes a las recién mencionadas) tengo la obligación de exigirles a las empresas de multimedios que, por favor, dejen de mandar noteros/movileros a ponerle un micrófono encima a una persona que acaba de ver el cadáver de un hijo/a asesinado/a. De no exigirlo, me sentiría en complicidad con ellos y con quienes gozan consumiendo muerte. Y lo exijo porque eso no tiene ninguna relevancia periodística y solo sirve a los fines de la derecha más miserable que insiste en implementar, por ejemplo, la pena de muerte. Y supongamos que esto no fuera ya suficiente argumento, digo además que por un miserable salario (por lo general en negro) hacen cómplices y mensajeros de su miseria a esos pobres laburantes que desde muy jóvenes pierden el entusiasmo por la profesión culpa de magnates que se regocijan y se enriquecen con la mierda ajena.
Publicada en Pausa #124, miércoles 23 de octubre de 2013
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