Brit del litoral

Los Todopantalla y su arrasadora escena pop.


Por Juan Pascual

The Smiths, Joy Division, Bowie o Virus: cuando Los Todopantalla eran muchachitos de guardapolvín, en los 90, ese sonido se encontraba soterrado en catacumbas de los 80, un cuerpo oculto en un refugio contra la radioactividad grunge. Música repudiada, porquería blanda frente al revival del classic rock 70 de guitarra distorsionada. ¿Cuál fue el periplo para que hoy estos tipos sean una aplanadora del pop, una de las pocas bandas locales con un estilo consolidado y demoledor, escena propia, 10 años de rodaje, cuatro grabaciones y una por venir?
Hay chicas del diseño gráfico, de la ilustración, de la noche electrónica. Tienen peinados difíciles de adjetivar. Todavía es notable la cantidad de lentes de marco grueso, de calzas nuevas, de faldas lisas. Muchachos a la gomina, con bigote fino. El correteo vergonzoso y huidizo ante la cámara fotográfica ambulante que retrata la fiesta es excepcional: casi todos saben qué cara poner para el Facebook. Desconcierta la acumulación de aliento a sexo en una reunión signada por los instrumentos y los amplificadores. La extrañaba.
“Como un río, como venga, como sea, en estas tinieblas, vamos a besarnos”, es el primer coro de la primer canción, “Como un río”, que exalta a los presentes. La situación inquieta porque los cuerpos están dispuestos y porque la ambigüedad no significa falta de decisión. El andar ninja de los realizadores de cine, los pelos cortos y teñidos de jovencísimas lesbianas, la gallarda parada vertical de post púberes gays que merodean cerca de la runfla pendenciera de los escritores locales, que se ufanan en su justificada arrogancia, muestran una escena nocturna alterna, un punto perdido y único en la ciudad. ¿Qué ha quedado acá del antiguo pogo punk de Tecla-2, de la rudeza hardcore, de los viejos héroes del punteo?
Lo mejor: que la música de tu banda preferida te haga bailar desacatado.

“Vamos a tocar una canción nueva” miente el cantante Lemy Quintana, detrás de su bajo y con su jopo fifties en alto. Y arranca, casi al final del recital, uno de los hits de la banda: el público reconoce la melodía en el sintetizador de Esteban Coutaz y salta hacia delante, en la oscuridad del salón principal de El Solar de las Artes, el reducto Indie pop construido mes a mes en las fiestas Boomerang. Saltan las chicas, los chicos, bailan y cantan las canciones. No se mueven como en otros recitales sencillamente porque no se los ve demasiado en otros recitales, donde a veces cunde el ceño fruncido y los brazos cruzados, en estilo de supercrítico que espera le hagan una gracia que lo entretenga.
Quintana se agazapa y arranca “Tomar”, el primer track de Lecciones de Vértigo, que envuelve a todos y los hace gozar con los ojos achinados: “Subite acá (subite acá). Tomátelo en serio (tomátelo en serio). ¡Tomátelo! ¡Tomaaar!”, corean con los brazos en alto, casi cayéndose sobre los músicos como borrachos en jolgorio
¿De adónde salieron estos tipos? ¿Cómo tardé tanto en estar acá?

Punto de encuentro
Corría 2011 y la Boomerang iniciaba su camino de fiestas electrónicas, shows en vivo y muestras de arte. Puntillosamente fue armando un público propio, el mismo que sigue con devoción al quinteto conformado por Coutaz, Quintana, Andrés Olivo (guitarra y voz), Li Francucci (guitarra, sintetizadores y voz) e Iñaki Chemes (batería).
Así, el recinto de El Solar de las Artes se volvió el lugar privilegiado para Los Todopantalla, quienes tocaron allí junto a Los Licuados, de Paraná (en la presentación de un número de la revista Mínima) o Particulares Rockin Orquesta, entre otros. El 9 de noviembre, cerca de la medianoche, los porteños de Mi Pequeña Muerte fueron la banda invitada: un trío de oscuro indie –batería, bajo, guitarra– que dejó el espacio caliente con el eco de un hitazo: “Blues de la mente” y su frase “no hay nada peor que la mente si no cesa”.

Cuando subieron Los Todopantalla el lugar estaba lleno. El primer rasgo asombroso es que las voces de Quintana, Olivo y Francucci se alternan y se conjugan en casi todas las canciones, los tres cantan muy bien, cada uno tiene un color propio, cada uno puede levantar por cuenta propia. El segundo: el doble sintetizador produce tanto ambientes sonoros como bases melódicas. El tercero: Chemes revienta con los palos cualquier represión que tengas en las patitas. El cuarto: la lírica.

Línea paralela
Si para desatar frenesí en un show alcanza con el sonido puro de la música, Los Todopantalla logran, además, atar sus melodías a sus letras y a la calle. La crítica regional plana apuntaría sin más a los tonos verdolagas, al sayo Juanele/Saer, y al romanticismo puber. Hay bicicletas, está el río Salado, está Colastiné, amores en el cordón de la vereda, ranchos, hace mucho calor y besos, hasta el videoclip de “Ocupada” es un rodaje por el paraje de Las Cuatro Bocas en Santo Tomé. La cuestión es que estas imágenes no sirven a la nostalgia naturalista, la metáfora simplona trascendente o el –insuperable, dulcemente abrumador, placentero– desgarramiento del amor sino que apuntan a la experiencia de una ciudad donde es imposible no estar con pantalones cortos la mitad del año.

La experiencia de una ciudad todavía gris, pero ya no más chata, poblada de pequeñas escenas paralelas, nuevas y amplias. En su trazo habita esta banda, su público también, y por ello las canciones de amor de Los Todopantalla no son fofas, blanduzcas, esteticistas, sino que liberan una fuerza propia de lo vivido. Entonces, es fácil –más bien, inevitable– cantarlas y bailarlas.

Chemes, Francucci, Quintana, Coutaz y Olivo despiertan noches bailables con sus shzows en vivo. Foto: Juan Curto.

Cuenta la historia que se conocieron en la Mantovani. Como el CREI para la percusión y el sonido serdeluz, como La Llave para el bueno viejo rock, como Guadalupe para el metal estilizado, en la Mantovani existe el germen de un estilo que en Los Todopantalla encontró su punto. En el siglo pasado, el Indie emergió en la Escuela de Artes Visuales de la mano de Jalea Irreal, con José Liotta al mando y la bellísima Serena Montagna en los coros. Sin embargo, Jalea se aproximaba más Sonic Youth y a cierto eco Stone Roses. A sus shows marchaba la tropa de lo que luego sería Celestito y hoy Diamantina. Y así sigue la cadena, construida desde el escenario mismo, hasta llegar a Los Todopantalla, que han logrado definir a la perfección algo que podría rotularse como brit pop litoraleño: son rockstars, son amigos (el quinteto abrazado antes del show es un hermoso signo, el extraño modo de reír que tienen, todos juntos y como hienas, una confirmación) y tienen el delicado estilo del glamour dentro de la oscuridad.


Próxima fecha
En el Centro Social y Cultural El Birri, Los Todopantalla se presentarán el 7 de diciembre.
La fecha será compartida con los cáusticos electrónicos ññññ y Famélicos.
Para conocer más de Los Todopantalla, sus cuatro discos están en lostodopantalla.bandcamp.com.
En mipequenamuerte.bandcamp.com se pueden encontrar también los lanzamientos de Mi Pequeña Muerte.


Publicada en Pausa #126, miércoles 20 de noviembre de 2013

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