¿Quién lee los términos y condiciones de uso y privacidad de las aplicaciones que bajamos de Internet? Nadie, o casi nadie, lee antes de instalar una aplicación o al ingresar en Facebook, Gmail, etc. Pero todos hacemos clic en “Acepto”... Sabiendo que todo lo que viene en letra chica siempre esconde algo. ¿Quién sabe que Candy Crush o Angry Birds recopila datos personales, con fines publicitarios pero que pueden ser entregados a la CIA, la NSA y la AFA, en caso que quiera saber si un árbitro es hincha de Rafaela?
Al abrir una cuenta de Gmail, el usuario aprueba 16 páginas de términos y condiciones de uso y de privacidad, leerlas lleva más de 20 minutos. Una vez que aceptamos el contrato, apurados y con los ojos cerrados, cae en el limbo de ceros y unos, aunque rige la recopilación, el uso y la divulgación de datos personales de los usuarios de forma permanente. Google ha descrito cómo selecciona su publicidad con base en palabras que aparecen en los mensajes de Gmail.
Por eso, mientras uno navega e ingresa datos a una corporación que mueve 180.000 millones de dólares, empiezan a llover propuestas de compra según lo que anduvo cliqueando. Es ahí donde se presentan los
problemas, es fácil explicar la aparición de ofertas con destinos paradisíacos... Lo complicado son las fotos de sadomasoquismo y las ofertas de los sexshop.
Siempre tenga en cuenta que todo lo que es gratis, por lo
menos en la web, alguien lo paga.
Paciencia: faltan 121 días para el Mundial.
Publicada en Pausa #133, miércoles 7 de mayo de 2014.