La calle, por José Luis Pagés
Vuelve la hoja y queda con la mirada fija en la ventana.
Llueve allá afuera y empieza a oscurecer. Es hora de cerrar las persianas, pero
ahí está. Se incorpora, rodea el escritorio y avanza. La imagen retrocede y se
disuelve en el agua. Apura el trago, prende un pucho y abre el anotador.
Escribe: “Le decían Piojo, tuvo a su bebé en Rosario. Luego, ya no estaba
embarazada”. Arranca la hoja y un bollo
cae en el papelero. A veces ella se deja ver entre la niebla o detrás de la
vidriera de algún café. Él da una pitada e insiste: “Silvia se llamaba Ana y
era norteña…”.
Llueve allá afuera y empieza a oscurecer. Es hora de cerrar las persianas, pero
ahí está. Se incorpora, rodea el escritorio y avanza. La imagen retrocede y se
disuelve en el agua. Apura el trago, prende un pucho y abre el anotador.
Escribe: “Le decían Piojo, tuvo a su bebé en Rosario. Luego, ya no estaba
embarazada”. Arranca la hoja y un bollo
cae en el papelero. A veces ella se deja ver entre la niebla o detrás de la
vidriera de algún café. Él da una pitada e insiste: “Silvia se llamaba Ana y
era norteña…”.
Otra hoja estrujada. Que cayó a fines del 75 cuando estaba
embarazada –insisten–, pero cerca de esa fecha él la recuerda con su bebé a
cuestas. La última vez que la vio fue cuando los visitó con aquella otra, su
relevo en caso de ausencia. Esa persona volvió, pero solo para decir que a la Piojo no la verían más. Que
su voz fue la última que se escuchó en la radio de combate y que el hijo,
huérfano de padre antes de nacer,
recibiría el avioncito a fricción que ella le compró para esas fiestas.
Eso quiere contar ahora, pero nada es seguro y así, más teme al daño que al
beneficio de una verdad a medias. Tormenta, relámpago, oscuridad. Entre los
fresnos ella se deja ver como quien ha preguntado y espera una respuesta.
embarazada –insisten–, pero cerca de esa fecha él la recuerda con su bebé a
cuestas. La última vez que la vio fue cuando los visitó con aquella otra, su
relevo en caso de ausencia. Esa persona volvió, pero solo para decir que a la Piojo no la verían más. Que
su voz fue la última que se escuchó en la radio de combate y que el hijo,
huérfano de padre antes de nacer,
recibiría el avioncito a fricción que ella le compró para esas fiestas.
Eso quiere contar ahora, pero nada es seguro y así, más teme al daño que al
beneficio de una verdad a medias. Tormenta, relámpago, oscuridad. Entre los
fresnos ella se deja ver como quien ha preguntado y espera una respuesta.