Literatura, educación y memoria

Libros para niños y jóvenes, para promover la lectura y
rescatar la historia de nuestro país.
“Ayer y antes dormimos en la casa de unos tíos viejitos.
Todos se reían de mentira. Papá no está. Se perdió. Me duele la panza y arriba
de la panza. Papá no está y no me hace upa y no me levanta por el aire y no me
hace reír y no me cuenta cuentos y no me canta canciones...”, escribía Paula
Bombara en su primera novela editada en 2005, El mar y la serpiente, una
ficción muy real, que aborda un tema complejo pero desde una óptica muy cercana
a los más chicos. “A mi me gustaba e interesaba escribir, y cuando estaba en
esa búsqueda me dieron un consejo: que escribiera sobre algo de lo que yo no
tuviera ninguna duda. Por eso creo que siempre las primeras novelas suelen ser
autoreferenciales, si hay algo sobre lo que uno no tiene dudas es sobre lo que
vivió. Y en mi casa siempre se habló de lo que había pasado, de mi papá, nunca
se evito el tema, estaba muy presente”.
Paula Bombara recorre escuelas y conversa sobre sus libros con sus lectores, los jóvenes.
Paula es hija de Daniel Bombara, el primer desaparecido por
el terrorismo de Estado en Bahía Blanca, secuestrado a fines de 1975, asesinado
poco tiempo después y cuyos restos fueron encontrados e identificados en 2011.
En su primera novela, Paula cuenta un poco esa historia, su historia. “Cuando
yo decidí escribir El mar y la serpiente, con todo su contenido autobiográfico,
lo que quería de algún modo era generar recuerdos, recuerdos en aquellos que
nacieron en democracia, sobre lo que fue vivir en la dictadura. Era paradójico
eso que quería hacer. ¿Cómo generar memoria en alguien que no existía en ese
momento? Bueno, eso es algo increíble que pueden lograr los libros, la
experiencia lectora, y el hecho de que ese libro llegue a los chicos de manos
de alguien que si vivió esa época y puede aportar de sí; eso le da mucha
potencia al mensaje”.
Bombara visitó Santa Fe invitada por Sadop y en el marco de
un encuentro del Plan Nacional de Lectura, ya que es una de los más de 60
autores (escritores, ilustradores, artistas) que colaboran y participan cada
año del ciclo Escritores en Escuelas, visitando instituciones educativas para
llevar historias, cuentos, lecturas y compartir sus propias experiencias como
lectores.
El Plan Nacional de Lectura es un programa del Ministerio de
Educación que trabaja en todo el país con talleres de lectura y literatura,
trayectos de formación y perfeccionamiento para docentes, bibliotecarios,
profesionales de la educación e interesados, provisión de libros y textos a
bibliotecas, apoyo a proyectos institucionales de lectura, que son las
principales líneas de acción para fortalecer la presencia de la lectura en la
escuela. “Esta muy bueno este espacio que nos dan para poder intervenir desde
nuestros escritos. Y es una gran pregunta el qué hacemos los escritores con
esos espacios que nos dan. Son oportunidades que hay que tomar con mucho
compromiso”, comenta Bombara. “Hay casi 400 desaparecidos vivos, que son los
niños apropiados, y que pueden ser los padres de sus alumnos, no lo
sabemos...¿cómo abrimos y posibilitamos esa realidad? La única forma es el
diálogo. El docente es fundamental en eso, y le da mucha potencia a lo que
nosotros como escritores queremos transmitir, por eso es tan importante que se
problematicen estas cosas en el aula. Los escritores elegimos ser parte de esto
de mediar las texturas, de poner al alcance de nuestros chicos textos
comprometidos, de escribir sobre lo que nos importa, para que estos chicos se
formen como lectores pero especialmente como ciudadanos críticos, que sepan
leer la realidad que les toca”.
Las experiencias de la escritura
Paula Bombara tiene ya seis novelas escritas, además de una
colección de textos de divulgación científica, y todas ellas tienen como lector
modelo a los niños y adolescentes. “Escribo para los jóvenes porque me
encantan, me encanta como leen, la devolución sincera que me hacen, porque
estoy contribuyendo a formarlos como lectores, porque sé que si les hablo con
sinceridad va a ser tomado por ellos también con sinceridad, porque me pueden
decir si no están de acuerdo con algo sin tantas vueltas. En los intercambios
que tengo con ellos me enriquezco mucho, porque yo les aporto mi experiencia y
ellos me devuelven su forma de ver el mundo, que es otra, que es distinta”.
La escritura de El mar y la serpiente, según cuenta la
autora, no fue fácil. Le llevó más de seis años y varias reescrituras en el
camino. “En una de esas veces, se lo llevé a una editora que estimo mucho, y
ella me recomendó leer un par de libros, entre esos El ruido y la furia, de
Faulkner, y El limonero real, de Saer, que me volaron la cabeza y me hicieron
reescribir el libro de nuevo; empece de cero otra vez. Y ahí encontré la voz de
esa niña, que es la protagonista del libro, porque me di cuenta que tenía que
ir a buscar esa primera infancia para encontrar puntos de contacto con ese
público al que quería llegar, a esos jóvenes que no habían vivido la dictadura.
Porque la historia de vida de cada uno puede ser distinta, pero la
identificación se da con esas cosas que todos tenemos en común, con las cosas
que nos pasaron a todos por igual siendo niños. El libro tiene también muchos
espacios en blanco, porque hay pensamientos, imágenes, olores, que no tienen
palabras....se recuerda eso, esa sensación, no la palabra”.
Bombara insiste una y otra vez en la experiencia de provocar
recuerdos, sensaciones y experiencias en los chicos y chicas a través de los
libros. Una forma de llegar y entender la historia desde otro lado, mucho más
ligado a lo afectivo y no tanto a los datos duros. “Sea cual sea el tema o
suceso que querramos tratar, está bueno poder buscar libros para generar esos
recuerdos y reflexiones, recuerdos que siempre los remitan a ese libro pero
que, además, provoquen un cambio en ellos, en sus acciones. Hace unos años en
Jujuy, una chica de una escuela, luego del debate de la novela, se acercó y me
contó que había leído el libro y se lo había pasado a su mamá, y que su mamá lo
había leído y se había quebrado en la lectura, y que así fue como ella se
enteró que tenía un tío desaparecido. Y no sólo eso, ella le dijo a la mamá que
lo tenían que encontrar, y fueron a la
Casa de la
Memoria a buscar información. Eso lo provocó un libro, y la
lectura compartida. Con eso ya está, creo que ese libro ya me dio todo con esa
experiencia. Fíjense lo que puede hacer un libro en la vida de una
persona...Pero además esta cuestión de la memoria no tiene que quedarse sólo en
que no se repita lo que ya se vivió, sino en que no se repita la injusticia, la
impunidad en cualquiera de sus formas, porque ayer fue la dictadura, pero hoy y
mañana son y serán nuevas formas”, concluyó.
Publicada en Pausa #146. Pedí tu ejemplar en estos kioscos
de Santa Fe y Santo Tomé.

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