La libreta

La calle, por José Luis Pagés
“Cansados de repetir los mismos actos los personajes
abandonaron el cine y la calle  quedó
vacía en la pantalla”.
Eso terminaba de escribir cuando advirtió que alguien se
inclinaba por encima de su  hombro para
espiar en su libreta.
Era el hombre del capote azul. El mismo que escoltado por
cuatro matones con brazaletes de la
Comisión de Cultura, se había pasado masticando pororó a  espaldas suyas, en la fila diez.
El del capote intentó tomar la hoja, pero él la cubrió con
el brazo aún consciente de que no podría ocultar la prueba un minuto más.
Debió ser una escena extravagante porque todos los clientes
del café –un lugar público– se mostraban tan interesados en el procedimiento
como en la reacción desesperada del infractor.
“Documentos”, pidió el encapotado y él, obediente, le
ofreció la tarjeta plástica con su identidad verdadera.
El jefe de patrulla pasó el documento por el lector
electrónico y todos esperaron el resultado con el aliento contenido.
“Acá dice que estás sospechado de ser un escritor de papel,
un falso escriba sin carnet oficial”, dijo el jefe al cabo de un minuto eterno,
“y he aquí que hay más que una sospecha, tengo la prueba”.
“No”, dijo él cuando el del capote lo miraba a los ojos y
recitaba “Amigo, estás en problemas con el Estado y por si fuera poco con la Sociedad de Escritores,
también”.
“No es ficción lo que escribo”, se defendió. “Es apenas un
intento de humanizar un frío enunciado matemático”.
“¡Las pelotas!”, rugió el jefe de patrulla mientras hacía a
un lado el pocillo de café y le arrebataba la libreta de papel. ¡Papel! Así
quedó asentado en el acta con la firma de numerosos testigos.
¡Las Pelotas! Muchos parroquianos se pusieron de pie, rieron
y festejaron la ocurrencia del oficial con un caluroso aplauso.
Los agentes cerraron las esposas en las muñecas del falso
escritor y se lo llevaron a la rastra por las calles vacías.
El Jefe de Patrulla guardó la prueba en un bolsillo del
capote azul –aquella diminuta libreta y un 
lápiz gris– cuidadosamente envuelta en papel film.
Publicada en Pausa #147. Pedí tu ejemplar en estos kioscos
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