Una mañana Bill Gates se levantó con una idea fantástica: convencer a la humanidad que una computadora debería ser personal. Y que cada ser humano, por un módico precio, tendría la suya. Sin querer queriendo, nos enchufa la Personal Computer, un electrodoméstico que en los viejos tiempos no se movía y permitía largas partidas de solitario. No superaba a la máquina de
escribir (que imprime mientras escribe), no había dónde postear los textos y los disquetes eran muy incómodos. Con la aparición de la Internet nos dimos cuenta de que sin conexión ese artefacto era prácticamente inútil. La red de redes
cambió la bocha y de consumidores con el correr de los años nos convertimos en prosumidores. Y en menos de un click, aparece el personal móvil.
“Evolucionamos”. Hoy somos seres con antenas móviles y el mandato es compartir, es decir trabajar consumiendo y produciendo para trasnacionales. Incluso en los momentos de ocio. El personal share nos invita a disfrutar de una sociedad on-line carente de buen gusto, bastante fachistoide, quejosa y desinformada que en un par de ceros y unos puede adorar a Pepe Mujica, odiar a cualquier ser humano por motivos diversos, asociar de manera muy aleatoria subsidio, prótesis mamarias y jubilados, convocar a un golpe de estado, mostrarnos una milanesa y explicarnos cómo se reciclan las pilas alcalinas. Me gusta, Bill, no podrías haberlo hecho mejor.
Publicada en Pausa #147.