Las últimas cuatro balas socialistas

Desafíos de la frágil hegemonía del Frente Progresista.
Hermes Binner le arrebató el gobierno provincial al
peronismo en 2007. Dos inundaciones, los residuos del menemismo activos, sin
transfiguración ni alejamiento o repudio, y el fin de la Ley de Lemas le dieron cauce
al aluvión de votos al socialista, que llegó a los 860 mil sufragios hace 8
años. Desde entonces, el declive del oficialismo local fue
continuo.
Hubo festejos en Rosario, pero la caída paulatina y contundente en la preferencia por el Frente Progresista debiera funcionar como una alarma en una futura gestión.
Carlos Reutemann fue a las urnas por última vez en 2009. En
la contienda por las bancas en el Senado Nacional, le ganó a Rubén Giustiniani,
quien todavía era apoyado por su partido y que orilló los 680 mil votos. Dos
años después, Antonio Bonfatti le ganaría a Miguel Torres Del Sel por algo más
de 60 mil votos, en lo que fuera la primera aparición estelar del humorista en
la política. Bonfatti fue electo gobernador con 687 mil sufragios. La
performance de Binner, en 2013, marcaría una excepción, ya que llegaría a los
786 mil votos en la disputa por la representación en la Cámara de Diputados de la Nación. Dos años
después, Miguel Lifschitz cerraría un escrutinio provisorio (95,45% de las
mesas computadas) con 558 mil votos. Son 300 mil votos menos que en 2007 y 119
mil menos que en 2011.
La elección parece cerrada. Las mesas que quedan en disputa
corresponden en su enorme mayoría a Rosario; es poco probable que se revierta
la diferencia de 2.100 votos a favor –de acuerdo al conteo provisorio– del
candidato del Frente Progresista por sobre el PRO.
La caída paulatina y contundente en la preferencia por el
Frente Progresista debiera funcionar como una alarma en una futura gestión. Es
correcta la apreciación que Miguel Lifschitz pronunció el día después de la
votación: buena parte de las obras que el socialismo puso en marcha serían
terminadas durante su gestión. Los acueductos del norte y el centro son muy
esperados; los esqueletos enormes del nuevo Hospital Iturraspe, en barrio
Yapeyú, o el Cemafe, al lado del Correo, exigen su finalización para que no se
conviertan en grises monumentos de hormigón a la ineficacia.
La animadversión del electorado de La Capital hacia los
candidatos que huelan a rosarino es otro dato. El cumplimiento del Acuerdo
Capital, labrado con el reelecto intendente José Corral –hoy la figura
principal del radicalismo en toda la provincia–, será otra de las claves. Una
nueva inundación por lluvias en el norte de la ciudad, equivalente a la falta
de desagües, haría insostenible cualquier justificación o excusa del
oficialismo.
Otro eje de los próximos cuatro años será el manejo de la Policía. El desatino
en el gobierno de la fuerza armada durante los últimos cuatro años culminó con
el desembarco de la
Gendarmería por toda la provincia. La enumeración es
agotadora: renuncia de Leandro Corti por un pueril conflicto relacionado con un
partido de fútbol, explosión de la violencia narco en Rosario, detención del ex
jefe de la Policía Hugo
Tognoli por su presunta vinculación con bandas delictivas, la balacera contra
la casa de Bonfatti, una primera ocupación de los gendarmes en Rosario,
fracasos en las reformas propuestas para la Policía, paro de los hombres de azul e
instauración de una semanita de delirante estado de excepción con copamiento
armado de la Plaza
de Mayo, record de homicidios en la ciudad de Santa Fe. Hasta podría elaborarse
una hipótesis, no tan arriesgada: quizá la Gendarmería haya
bajado a la provincia después de las primarias con el solo fin de dar una
fuerte señal de contención en el marco de unas elecciones que ya se sabían
demasiado conflictivas como para ser salpimentadas con alguna opereta policial.
Sólo una idea tirada al paso, por así decir.
Como sea, en los próximos cuatro años, que seguramente serán
del Frente Progresista, también veremos nuevas tensiones al interior de ese
espacio. El acuerdo entre socialistas y radicales tuvo un claro resultado durante
los ocho años: triunfos provinciales, pero cada vez con menos votos y sin
alternancia.
En este sentido, la victoria de Corral lo pone en el centro
de la escena radical, por sobre Mario Barletta. El socialismo ya gastó a sus
principales tres dirigentes (Binner, Bonfatti y Lifschitz), mientras que Mónica
Fein le ganó por muy poco a la candidata del PRO, Anita Martínez, en la
intendencia de Rosario. Imposible es avizorar cómo trabajará la estructura del
Frente de aquí a cuatro años. Lo que sí es seguro es que el radicalismo
avanzará con paso firme en la construcción de un candidato que haga realidad la
alternancia al interior del espacio.
Espacio opositor
Acaso hayamos visto el último intento de la Tota para llegar al poder. Es
evidente que el PRO tiene un techo que no puede horadar: sus 612 mil votos en
2011 fueron el máximo; el domingo pasado sacó 56 mil votos menos. Sin Del Sel,
el PRO ni siquiera es una estructura de marketing electoral, ya que toda su
estrategia vino importada en paquete cerrado desde Buenos Aires. Finalmente,
quizá Juan Carlos Mercier se jubile de la política de una buena vez. Poco
probable parece que Reutemann intente una gobernación en 2019: tiene la próxima
elección a senador para garantizarse la inmunidad de los fueros políticos y,
para ese entonces, estará cerca de los 80 años.
El justicialismo encontró por fin un camino. Conduce a
Rafaela. Por primera vez desde 2007 hubo una sensación de victoria, pese a que
Perotti quedó 24 mil votos debajo de Del Sel. El hombre del departamento
Castellanos arrancó su campaña tardísimo y de sopetón, tras los estériles
coqueteos de María Eugenia Bielsa.
¿Qué hubiera pasado si la Bielsa sí hubiera ido por la provincia o por la
ciudad de Rosario? Quién sabe. Al menos sí hay algo claro: la campaña del PJ
hubiera sido mucho más extensa y organizada, con mejor y más amplia oferta.
Contra todo pronóstico, la arremetida de Perotti
revitalizará al alicaído peronismo, dará un poco de orden, cohesión y línea a
la resquebrajada estructura otrora superpoderosa. Habrá que ver cómo jugará el
rossismo y cómo funcionarán las puertas giratorias para la estructura de UPCN,
que esta vez le erró fiero: perdió al sumarse a la estrategia de Del Sel y,
sobre todo, sufrió una golpiza en su figura principal en la ciudad, Sebastián
Pignata. La orden de saltar del PJ al PRO significó un cómodo tercer puesto
para el edil, que perdió 9 mil votos entre 2013 y 2015.
Gobierno con apoyo
El formidable resultado de Antonio Bonfatti ya venía cosido
desde las primarias. Todos los candidatos del Frente Progresista, en la
categoría de diputados, habían sumado 712 mil votos. Bonfatti llegó a 730 mil:
no sólo los mantuvo en su redil sino que agregó algunos porotos. La Legislatura acompañará
con mayoría propia al Ejecutivo, una realidad complemente distinta a la que
transitó el socialismo durante los últimos cuatro años, si bien la mayoría
justicialista tampoco le metió tantos palos en la rueda al gobierno.
No hubo confianza del electorado en la propuesta para la
categoría de diputados del Frente Justicialista para la Victoria. Omar
Perotti sumó como gobernador cerca de 194 mil votos más que Héctor Cavallero.
El “Tigre” hizo una pésima elección, 18.78% de los sufragios. El PRO juntó en
esa categoría un 18,05%. Así, el justicialismo tendrá 10 bancas y el PRO 10 o,
acaso, nueve. Es que, por primera vez, la izquierda llegará a la Legislatura de la mano
del renacido –literalmente, ya que estuvo muerto dos minutos por paro cardíaco
tras una maratón en plena campaña– Carlos Del Frade. Y como los números todavía
no están cerrados, quizá el Frente Social y Popular sume una banca más a las
dos que ya tiene ganadas, restándole al PRO.
Publicada en Pausa #156, miércoles 17 de junio de 2015
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2 Comentarios

  1. Buen análisis.
    Yo agregaría dos elementos:
    1- La inexistencia de la reelección para gobernador.
    2- La existencia de la boleta única.

    Cuando Binner terminaba su mandato provincial se presentó a las elecciones presidenciales y obtuvo más votos que Bonfatti en gobernador. Y eso que competía contra una peso pesado como Cristina. Evidentemente si Binner hubiera podido buscar la reelección habría hecho mejor elección que Bonfatti.
    Con Bonfatti terminando su mandato provincial se presenta a las elecciones de diputación provincial y obtuvo más votos que Lifschitz en gobernador. Evidentemente si Bonfatti hubiera podido buscar la reelección habría hecho mejor elección que Lifschitz.

    Está claro que la boleta única termina atrofiando y tergiversando el acto eleccionario. Es un instrumento pésimo que debe eliminarse. Se emite el voto en una categoría, se pliega la boleta y se emite la siguiente categoría, como si la anterior estuviera ya cerrada, como si fuera algo ajeno a la presente, como si fuera otra historia. Más que una sola elección donde se eligen 5 categorías diferentes, son 5 elecciones diferentes que se agrupan en el mismo acto el mismo día.
    Las dos categorías únicas que se eligen en Santa Fe son Gobernador y Diputados. El FPCyS sacó en la primera 200.000 votos menos que en la segunda. Si existiera el sistema anterior de boletas, seguro que hubieran sacado menos votos en diputados, pero le hubiera alcanzado para ganar y también hubiera traccionado para arriba la elección de gobernador, rompiendo con la paridad que hubo.

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