Crítica y lecturas: el Argentino de Literatura llegó a su
onceava edición.
onceava edición.
Por Pablo Cruz
Organizado por la Secretaría de Cultura de la UNL y el Centro de
Investigaciones Teórico-Literarias se llevó a cabo, del 1 al 3 de julio, el 11º
Argentino de Literatura. El equipo de trabajo que coordinó la serie de paneles
para los tres días de encuentro estuvo integrado por Analía Gerbaudo, Daniela
Fumis, Ángeles Ingaramo, Germán Prósperi, Paulo Ricci, Ivana Tosti y Santiago
Venturini. En el texto que abrió las jornadas, la profesora Gerbaudo apeló a la
recuperación de las voces que en estos once años interpelaron cada una de las
mesas del Argentino, agradeciendo particularmente a los escritores, por ser
ellos “la razón de nuestros trabajos de enseñanza, de investigación y de
extensión”. El Argentino se consolida entonces como una trinchera académica donde
circulan discursos que abordan y abrevan en la crítica y el estudio sobre lo
literario. Así quedó claro en las palabras de apertura dirigidas, con total
franqueza, a toda la comunidad vinculada a la literatura para “que siga
apostado a este tipo de espacios en los que se hace provecho de un discurso de
capilla dirigido a la capilla”.
Investigaciones Teórico-Literarias se llevó a cabo, del 1 al 3 de julio, el 11º
Argentino de Literatura. El equipo de trabajo que coordinó la serie de paneles
para los tres días de encuentro estuvo integrado por Analía Gerbaudo, Daniela
Fumis, Ángeles Ingaramo, Germán Prósperi, Paulo Ricci, Ivana Tosti y Santiago
Venturini. En el texto que abrió las jornadas, la profesora Gerbaudo apeló a la
recuperación de las voces que en estos once años interpelaron cada una de las
mesas del Argentino, agradeciendo particularmente a los escritores, por ser
ellos “la razón de nuestros trabajos de enseñanza, de investigación y de
extensión”. El Argentino se consolida entonces como una trinchera académica donde
circulan discursos que abordan y abrevan en la crítica y el estudio sobre lo
literario. Así quedó claro en las palabras de apertura dirigidas, con total
franqueza, a toda la comunidad vinculada a la literatura para “que siga
apostado a este tipo de espacios en los que se hace provecho de un discurso de
capilla dirigido a la capilla”.
Homenajes
A diez años de su muerte, el Argentino se encomendó a la
memoria de Juan José Saer, recordando en su primera mesa al escritor
santafesino. Con la coordinación de Paulo Ricci participaron de la misma Juan
José Becerra, Florencia Abbate y Martín Kohan. Este último se refirió a cómo las “distintas generaciones llevan la
marca de Saer en sus escritos”; y lamentó
que el autor de Glosa no tenga tantos lectores como debiera. Cerró el
panel Florencia Abbate, periodista e investigadora del Conicet, quien concluyó
que “la obra de Saer es una muestra de la gigante productividad de la idea de
autonomía y de la confianza en la literatura como un modo particular de atraer
al mundo”. En el terreno de los homenajes, a lo largo de todo el evento,
también se evocó la memoria de Edgardo Russo, fallecido en la víspera a la edad
de 66 años. Ensayista, escritor, traductor, nombre imprescindible de la edición
argentina independiente, Russo fue parte del equipo que impulsó a fines de los
80 la creación de la editorial universitaria. Completaron las jornadas: una
conferencia sobre políticas editoriales en América Latina, una mesa sobre tres
obras del campo de la crítica editadas desde el sello de la UNL, otra mesa que describió
los recorridos históricos de la relación entre estudios culturales y el campo
de los estudios literarios, un panel donde tres escritores reflexionaron sobre
sus obras, un momento donde tres poetas dijeron sus textos, y una conferencia y
lectura de cierre a cargo Tamara Kamenszain, en su doble rol de poeta y
ensayista.
memoria de Juan José Saer, recordando en su primera mesa al escritor
santafesino. Con la coordinación de Paulo Ricci participaron de la misma Juan
José Becerra, Florencia Abbate y Martín Kohan. Este último se refirió a cómo las “distintas generaciones llevan la
marca de Saer en sus escritos”; y lamentó
que el autor de Glosa no tenga tantos lectores como debiera. Cerró el
panel Florencia Abbate, periodista e investigadora del Conicet, quien concluyó
que “la obra de Saer es una muestra de la gigante productividad de la idea de
autonomía y de la confianza en la literatura como un modo particular de atraer
al mundo”. En el terreno de los homenajes, a lo largo de todo el evento,
también se evocó la memoria de Edgardo Russo, fallecido en la víspera a la edad
de 66 años. Ensayista, escritor, traductor, nombre imprescindible de la edición
argentina independiente, Russo fue parte del equipo que impulsó a fines de los
80 la creación de la editorial universitaria. Completaron las jornadas: una
conferencia sobre políticas editoriales en América Latina, una mesa sobre tres
obras del campo de la crítica editadas desde el sello de la UNL, otra mesa que describió
los recorridos históricos de la relación entre estudios culturales y el campo
de los estudios literarios, un panel donde tres escritores reflexionaron sobre
sus obras, un momento donde tres poetas dijeron sus textos, y una conferencia y
lectura de cierre a cargo Tamara Kamenszain, en su doble rol de poeta y
ensayista.
Lo que se escribe
Si el primer día del Argentino ofreció un momento placentero
con la charla abierta generada durante el homenaje a Saer, los instantes más
sublimes se entregaron, quizá, en la mesa del viernes, denominada “Tres
Hemanas”. Laura Wittner (Buenos Aires, 1967), Analía Giordanino (Santa Fe,
1974) y Daiana Henderson (Paraná, 1988), leyeron sus poemas. Según el programa
del evento “Las une el énfasis de la percepción, el poema como una formad de
intimidad y el registro de historias mínimas que en la lengua adquieren espesor”. Para
muestra, basta un botón; léase el poema “Equilibrio”, de Daiana Henderson. Santiago
Venturini agradeció que la mesa de poesía permanezca, año tras año, como
espacio de lectura total, porque “además de poner en contacto a los poetas con
sus lectores, la puesta en voz de un poema es una experiencia distinta a la
lectura del mismo”. Luego afirmó: “La discusiones sobre la literatura siempre
son interesantes porque implican una redefinición misma de lo literario, pero
la literatura es mucho más interesante, algo que a veces muchos discursos
críticos suelen olvidar en el vértigo de lecturas un poco ostentosas”.
con la charla abierta generada durante el homenaje a Saer, los instantes más
sublimes se entregaron, quizá, en la mesa del viernes, denominada “Tres
Hemanas”. Laura Wittner (Buenos Aires, 1967), Analía Giordanino (Santa Fe,
1974) y Daiana Henderson (Paraná, 1988), leyeron sus poemas. Según el programa
del evento “Las une el énfasis de la percepción, el poema como una formad de
intimidad y el registro de historias mínimas que en la lengua adquieren espesor”. Para
muestra, basta un botón; léase el poema “Equilibrio”, de Daiana Henderson. Santiago
Venturini agradeció que la mesa de poesía permanezca, año tras año, como
espacio de lectura total, porque “además de poner en contacto a los poetas con
sus lectores, la puesta en voz de un poema es una experiencia distinta a la
lectura del mismo”. Luego afirmó: “La discusiones sobre la literatura siempre
son interesantes porque implican una redefinición misma de lo literario, pero
la literatura es mucho más interesante, algo que a veces muchos discursos
críticos suelen olvidar en el vértigo de lecturas un poco ostentosas”.
Paulo Ricci, Martín Kohan, Florencia Abbate y Juan José Becerra pusieron las palabras en el homenaje a Juan José Saer.
Luego de esta mesa todo estaba dispuesto para el cierre de
Tamara Kamenszain, quien en el intervalo accedía con una amplia sonrisa a
fotografiarse con jóvenes estudiantes que le pedían que firmara sus libros.
Luego de la presentación de rigor, Kamenszain inició su alocución solidarizándose con el escritor Pablo
Katchadjian, autor de El Aleph engordado, quien se encuentra procesado por una
ridícula demanda interpuesta por la
heredera universal de Borges. La
presentación de Kamenszain se denominaba
“La intimidad inofensiva”, fragmento de un trabajo de próxima
publicación, una suerte de mirada sobre el estado del arte de cierta poesía
contemporánea. Dijo allí, entre otras cosas:
Tamara Kamenszain, quien en el intervalo accedía con una amplia sonrisa a
fotografiarse con jóvenes estudiantes que le pedían que firmara sus libros.
Luego de la presentación de rigor, Kamenszain inició su alocución solidarizándose con el escritor Pablo
Katchadjian, autor de El Aleph engordado, quien se encuentra procesado por una
ridícula demanda interpuesta por la
heredera universal de Borges. La
presentación de Kamenszain se denominaba
“La intimidad inofensiva”, fragmento de un trabajo de próxima
publicación, una suerte de mirada sobre el estado del arte de cierta poesía
contemporánea. Dijo allí, entre otras cosas:
“Estamos ante un faltante de velo, o un faltante de
discreción, donde más que preguntarse, como hacía Pizarnik, qué y sobre qué quiero escribir, directamente
se escribe. ¿Pero cómo es esa intimidad de hoy que nos transforma como lectores
en involuntarios testigos de inmediateces ajenas? (…) Ya dijimos que escribir,
para estos poetas aparece como una inmediatez: ninguna pregunta previa, ningún
pedido de permiso, ningún ritual de iniciación lleva al sujeto que escribe a
cuestionarse en su condición de tal. Aquí el ritual de iniciación y el hecho
mismo de estar escribiendo se superponen. Es como si el que escribe se hubiera
quedado tildado en su etapa autoral de aprendizaje y hubiera naturalizado ese
momento de novedad que ahora se sostiene en el tiempo. El efecto que se genera
es algo así como una infancia permanente, una inocencia extrema que a la manera
del niño que está transitando la etapas de los por qué, no se supera con
ninguna respuesta”.
discreción, donde más que preguntarse, como hacía Pizarnik, qué y sobre qué quiero escribir, directamente
se escribe. ¿Pero cómo es esa intimidad de hoy que nos transforma como lectores
en involuntarios testigos de inmediateces ajenas? (…) Ya dijimos que escribir,
para estos poetas aparece como una inmediatez: ninguna pregunta previa, ningún
pedido de permiso, ningún ritual de iniciación lleva al sujeto que escribe a
cuestionarse en su condición de tal. Aquí el ritual de iniciación y el hecho
mismo de estar escribiendo se superponen. Es como si el que escribe se hubiera
quedado tildado en su etapa autoral de aprendizaje y hubiera naturalizado ese
momento de novedad que ahora se sostiene en el tiempo. El efecto que se genera
es algo así como una infancia permanente, una inocencia extrema que a la manera
del niño que está transitando la etapas de los por qué, no se supera con
ninguna respuesta”.
Los ejemplos que ataca Kamenszain tienen nombre y apellido.
Desconocemos si su crítica pueda alcanzar o no a las tres poetas que la
precedieron. El tiempo sabrá. Como cierre nos gusta quedarnos con un fragmento
de “El poema que se escribe”, de Analía Giordanino:
Desconocemos si su crítica pueda alcanzar o no a las tres poetas que la
precedieron. El tiempo sabrá. Como cierre nos gusta quedarnos con un fragmento
de “El poema que se escribe”, de Analía Giordanino:
Mientras se hace todo eso
también se prepara un poema.
Escribirlo es otra cosa,
se hace o no se hace.
La vida no es literatura
y viceversa.
(De Nocturna, Ediciones Diatriba, 2009).
Publicada en Pausa #157, miércoles 8 de julio de 2015
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