Sin novedades en el primer paso

Con la oposición dividida, el Frente para la Victoria se arrimó a
cifras que lo darían ganador en primera vuelta. Por primera vez en su larga
historia, la UCR
quedó sin candidato.
Un solo partido tiene verdadero alcance nacional, el resto
del espectro electoral ni se arrima a semejante desarrollo en el territorio.
Solo tres candidatos tienen chances de llegar al sillón de Rivadavia y los tres
(después de los barquinazos recientes del PRO) representan las opciones más
tiradas hacia el centro. Desde Yrigoyen, nunca faltó un radical puro liderando
una fórmula presidencial (en 2007, sólo en el lugar de vice, cuando Gerardo
Morales secundó a Roberto Lavagna): 2015 es el histórico año en que la UCR quedó afuera del ring,
disuelto su horizonte por el pacto con un hombre que lidera un partido que
nació en 2003 (en realidad, en 2005, cuando se fagocitaron a otro radical,
Ricardo López Murphy, y cambiaron el rótulo de Compromiso para el cambio por
PRO).
Los festejos en el Luna Park el domingo 9 de agosto mostraron la solidez y cohesión del oficialismo, que logró una fórmula de unidad.
Con los datos del escrutinio provisorio, Daniel Scioli quedó
a tiro de ganar en primera vuelta el 25 de octubre. La oposición dividida le
juega a favor, está a muy pocos puntos de llegar al 45% que lo lleve directo a
la presidencia o de obtener el 40% con una diferencia de 10 puntos sobre el
segundo más votado: le sacó más de ocho puntos al seguidor, Mauricio Macri.
El post kirchnerismo ha comenzado. Por momentos, parece que
los tres candidatos más fuertes usan la misma lengua, fungiendo apenas diferencias
de dialecto: todos los argentinos hablamos castellano, pero nos encanta
encontrar los matices entre el habla chiclosa de un porteño, el cantito y los
aumentativos de un cordobés y el vocabulario guaraní de un correntino. Parecen
diferencias accidentales, pero no lo son: dan cuenta de una historia, una
experiencia, pueblos que miran el mundo de manera diversa. Lo mismo corre para
Scioli, Macri y Massa. Suenan muchas veces muy parecido, pero son diferentes
entre sí (y respecto de los últimos 12 años, también). La salida de los últimos
años, está claro, no está en la puerta de la izquierda. Pero las
organizaciones, los intereses, los sectores representados, las tradiciones y
las alianzas de las tres fuerzas tienen fuertes matices que las distinguen.
Mapa casi monocromático
Córdoba, por la presencia de José Manuel De la Sota, la ciudad de Buenos
Aires, por Mauricio Macri, Mendoza, por el aporte de votos de Ernesto Sanz y
Julio Cobos a Cambiemos, y San Luis, el coto del ex presidente Adolfo Rodríguez
Saá, son los únicos distritos electorales en donde no ganó Daniel Scioli. Son
cuatro de los 24 de todo el país. De acuerdo a los resultados de las primarias,
con la excepción de los caciques en su terruño, Argentina es del Frente para la Victoria y el Frente para
la Victoria
tiene algo fuerte para ofrecer en cada rincón de cada provincia. Sus candidatos
se traccionan entre sí, por arrastre o empuje, tienen más fiscales que
cualquier otra fuerza, un programa compartido y coordinación global. No
obstante, las zonas más rurales –o ruralistas– siguen rechazando al
oficialismo. Según se observa en el Atlas Electoral del politólogo Andrés Tow,
en la zona núcleo agropecuaria, extendida a la campiña bonaerense, santafesina,
entrerriana, pampeana y cordobesa, ganó Cambiemos. La disputa por la renta
agraria de 2008 todavía tiene secuelas electorales.
El mapa pintado con el celeste de la lista oficialista
recuerda al que se trazara en las elecciones de 2011, aunque las cifras son
distintas. En esas primarias, Cristina Fernández de Kirchner superó el 50% de
los votos y zanjó todo de un plumazo. El escrutinio provisorio cerró con el
97,84% de las mesas contabilizadas, Daniel Scioli sumó 38,41% de los votos. El
bonaerense quedó llegó a los 8.424.749 votos (serán más cuando termine el
conteo definitivo). El Frente Cambiemos, entre sus tres precandidatos, quedó
dos millones de votos por debajo: 6.595.914 (30%). El más votado de ese espacio
–Macri– alcanzó los 5.325.990 votos, tres millones por debajo de Scioli.
En los próximos dos meses comenzarán las dentelladas entre
los candidatos más potentes para comerse los votos entre sí. Cambiemos, una
fuerza con un marcado recorte antiperonista, alcanzó al 30% del electorado.
Mucho más atrás quedó Unidos por una Nueva Alternativa (UNA), que sumó el
20,63%. Sólo un cataclismo le daría alguna posibilidad de llegar a un segundo
puesto con empuje de balotaje al triunfador de esta fuerza, Sergio Massa.
Tendrá que esforzarse mucho para que los tarascones no les entren duro a sus
votantes, sobre todo en el conurbano.
Si bien ganó en casi todo el país, el voto del conurbano
bonaerense explica la diferencia a favor de Scioli. En la primera y tercera
sección (más del 25% de todo el padrón nacional), las distancias entre el
primero y el segundo son mucho mayores. En la primera sección Scioli tiene una
diferencia de 10 puntos (llega al 37,98% contra el 27,06% de Cambiemos). Y la
tercera sección marca la brecha: allí Scioli (46,83%) le saca un trecho de 23
puntos a Macri (23,26%). A la inversa, el fuerte de Macri es el único distrito
en donde triunfó el PRO: la
Capital Federal, donde le ganó a Scioli 48,89% a 23,25%.
¿Voto fluido?
Con buen volumen de sufragios, quedaron afuera De la Sota, Sanz y Carrió. Juntos
suman casi dos millones de votos, una cifra por debajo del 10% del padrón, que
es más significativa cuando se consideran sólo los votos válidos afirmativos.
Se impone la pregunta por el fluir de las decisiones de esos votantes.
Resulta poco probable suponer que los electores que apoyaron
a estos candidatos de cuño radical peguen un salto hacia el oficialismo
nacional. El espacio Cambiemos se definió como un sector sin mácula peronista;
corren por cuenta de Mauricio Macri sus inverosímiles guiños recientes,
hablando de justicia social, del aporte histórico que hizo en materia de
derechos y de su capacidad de aprender y abrevar en la tradición política más
ajena a la recoleta marca de su fórmula. Su naturaleza de candidato signado por
los dictados del marketing electoral lo obliga a estas piruetas, en las que se
lo ve, al mismo tiempo, incómodo y lanzado abiertamente. Nuevamente, su público
se mostró al menos confundido ante las cámaras de la televisión en sus primeras
declaraciones tras los comicios. Como sea, el voto antiperonista tiene en Macri
su adalid; el magro 3,51% de Margarita Stolbizer no despierta demasiadas
pasiones, aunque de seguro puede significar alguna atracción (menor) para
ciertos votantes de corazón radical puro.
De la Sota
ya expresó su apoyo por Sergio Massa. El tema es si, en general, los votantes
de UNA no elegirán dispersarse hacia las dos fuerzas mayoritarias en octubre.
Es difícil afirmarlo. Al fin y al cabo, se trata de una primera vuelta, quizá
el momento de los reacomodamientos quede para después. O quizás no: Scioli
viene elaborando sus propios acuerdos con el peronismo cordobés, de donde De la Sota sacó 632 mil de sus
1.403.908 votos: casi la mitad.
El gobernador bonaerense no se demoró en trazar algunas
líneas de su posicionamiento en estos dos meses de campaña que quedan por
delante. La principal: que es el mejor representante del discurso que parecen
compartir los tres candidatos punteros, el de la continuidad con retoques y
mejoras. Como matiz principal: que no anda haciendo contorsiones retóricas como
las de su principal adversario, Mauricio Macri. En este sentido, está tratando
de ponerle un techo a su adversario capitalino; sus guiños al votante peronista
son, obviamente, mucho más consistentes y de mayor efecto. El votante de UNA
basculará entonces entre quedarse –para un tercer puesto– o elegir por la vía
del anti kirchnerismo no peronista o el peronismo kirchnerista post Cristina
(una horrible pero clara sentencia).
Condiciones
Tampoco se modificarán las condiciones estructurales de la
elección, aunque la segunda fuerza puede verse mermada en un tema fundamental:
los fiscales. Para poder sostener una elección nacional se tienen que contar
con más de cien mil hombres y mujeres que custodien las urnas. ¿Cuánta enjundia
le pondrá la estructura radical al control de los votos que son, directamente,
para la fórmula pura PRO que lleva Cambiemos? La batida de parche acusando
fraude fue una constante de todos los candidatos del espacio Cambiemos. Lo que
desnudan es la ausencia de militantes.
Desde sus apoyos mediáticos, Macri recibe la orden de
detener su conversión en Makri y de endurecerse en su anti kirchnerismo. Estas
mismas usinas no tardaron en asemejar la candidatura de Aníbal Fernández en
Buenos Aires a un collar de sandías. Para el caso, la constante es el llanto
por la alianza que nunca se dio entre el PRO y el massismo.
Ahora, todo está lanzado. Esperar nuevas cabriolas, bajo
este escenario, es poco probable, aunque las demandas más disparatadas  puedan espetarse en la desesperación. Dos
meses es mucho tiempo para una campaña tan gris y lisérgica, a la vez.
Publicada en Pausa #159, miércoles 12 de agosto de 2015
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