AM
La camarera oriental sale cada día por el portón trasero donde guardan la ambulancia. Recorre el camino curvo de cemento que lleva a las cabañas donde residen los familiares empujando un carro blanco con ruedas cargado con las viandas. Al entrar en la zona de sol, los duraznos brillan en sus compoteras y las vianderas de doble fondo trepidan y desaparecen por el reflejo. Lleva un ambo impecable, pantalones de acrocel verde agua y chaqueta blanca. Los días de calor se pone una capelina de tiras de plástico entretejidas. Es muy vistosa y siempre me saluda sonriente detrás de sus anteojos modernos de marco negro rectangulares. Yo tomo sol en mi silla para fijar las vitaminas y el calcio mientras fumo un cigarro armado de tabaco Moro aromatizado con vainilla. Después de dos meses sin fumar cigarrillos volví al vicio, pero cambié por los armados con filtro por esa idea de que son menos dañinos que los industriales. Es un recreo que me tomo después del turno mañana en el gimnasio y antes de ir al comedor a compartir el almuerzo con mis compañeros. Otro vicio que volví a cultivar es el de la soledad. Escritura y soledad. Pensar cada palabra se me hace que es bueno para calibrar el cerebro. Pero la soledad tiene su lastre doloroso.
PM
Ahora estoy en el mismo lugar, en el recreo de la tarde. Me queda un 20% de batería en la tablet para escribir algún reporte de lo que fue el segundo turno de entrenamiento. A las 15.30, estuve en el gym endurecido por la siesta. Pasé a camilla donde la kine activó estiramientos de piernas que me hicieron ver las estrellas. Después me puse boca abajo, hice 15 flexiones de brazo bien marcadas, las lumbares están rígidas y tengo la sensación de que van a quebrarse en cualquier momento. Descanso. Después, subí a la silla y fui al turno de fonoaudiología. Es como una clase de canto. Los ejercicios consisten en combinar la m con la o, la m con la i, sostener la o y sostener la i. Mi voz se quiebra, pero va adquiriendo más potencia. Volví al gym. Pasé a paralelas y con ayuda de la kine practiqué pararme. El esfuerzo es tremendo, hay que activar cada músculo del cuerpo. Pienso en los primeros hombres poniéndose de pie. En la épica que significó el pasaje de la rastra a la bipedestación. Pienso en el dolor como pivote de la cultura. Pienso en el sacrificio que me va a significar volver a hacer el amor.
Publicada en Pausa #163, miércoles 14 de octubre de 2015