Al fin puedo dormir tranquilo. Gracias a la tradición positivista americana que ni ante el fantasma de Carterville retrocede entendí que las sirenas no existen y los zombies mucho menos.
Yo que temía terminar como el protagonista de El Horla ya no caeré en esa pesadilla espantosa. Todo lo relacionado con las sirenas son mentiras, locas fabulaciones de Homero y la cultura mediterránea desde tiempos remotos.
Así se desprende de lo expresado por la comunidad científica este mismo día. Según traduce Globovisión/AFP: “Las sirenas –mitad mujeres y mitad peces– son criaturas de mar legendarias”. Deberían imitar este ejemplo los gobiernos sudamericanos, el primer mundo siempre nos aventaja. El National Service, organismo oficial de los Estados Unidos destinado a investigar los cambios climáticos y dar repuesta a otros fenómenos como huracanes y tsunamis asegura que “ninguna prueba de un humanoide acuático fue descubierta”. Me voy a la cama con la confianza que El Horla no beberá de mi vaso de agua porque además, poco tiempo atrás el también americano Centro Federal para el Control y Prevención de Enfermedades negó la existencia de los zombies.
“Los CDC no están al tanto de la existencia de un virus o una enfermedad (sic) susceptible de revivir a los muertos”, aseguran los voceros de la benemérita institución. Guy de Maupassant ya no me atormentará con su personaje que se pregunta más allá de la cordura: “Si existieran en la tierra otros seres diferentes de nosotros, los conoceríamos desde hace mucho tiempo. ¡Cómo es posible que no los hayamos visto usted ni yo?”. Me voy a dormir tranquilamente porque ya no le tengo miedo a la oscuridad ni a las criaturas que se esconden en los rincones, mi vida y mi libertad están a buen seguro, la ciencia me protege.
Publicada en Pausa #163, miércoles 14 de octubre de 2015