María Cristina Boidi es santafesina y reside en Austria, donde recibió un reconocimiento del Estado por sus 30 años de continua labor humanitaria con las mujeres migrantes.
A mediados de los 70, María Cristina Boidi trabajaba en nuestra ciudad como profesora de filosofía de la UNL, recorría un camino en el ámbito sindical que marcaría precedentes importantes y era directora de la Escuela de Enseñanza Media Nº 264 Constituyentes. Su labor por estas tierras se diluyó en un instante del 11 de noviembre de 1975: por casualidad, días antes había presenciado el momento de la detención del abogado Jorge Pedraza. Ese día fue llevada a la Jefatura de Policía, su domicilio fue allanado y posteriormente fue trasladada a la Comisaría 4a. También pasó por un centro clandestino de Santo Tomé. Luego permaneció en las cárceles del Buen Pastor (Santa Fe) y Villa Devoto (Buenos Aires), situaciones que concluyeron en un exilio en la capital de Austria. En 2009, envió desde Viena su testimonio al Tribunal Oral de Santa Fe que por entonces juzgaba al ex juez Víctor Brusa y a cinco policías, entre ellos el ex jefe de la Comisaría 4a, Mario Facino. El relato fue sumado a la causa como documento y pudo ser valorado en los alegatos y en la sentencia. “En ese sentimiento sin espacio, ni tiempo, ni límites, sólo tuve la sensación de fin. Sentí que allí no había más chance para un después. Que estaba en manos de la absoluta impunidad”, narró María Cristina entre descripciones del horror de la tortura.
Años de desconcierto
Ya en Viena, en 1985, Boidi junto a otras mujeres exiliadas latinoamericanas fundó LEFÖ, una organización que ofrece asesoramiento, formación y acompañamiento para mujeres migrantes en Austria a través de apoyo legal, psicosocial y en aspectos de salud. Uno de los objetivos principales es la integración real de las mujeres marginalizadas, basada en la participación, capacitación y auto-organización. En los primeros años LEFÖ se definió como un Centro de Trabajo de Mujeres Exiliadas Políticas Latinoamericanas, luego amplió su tarea a todas las migrantes latinoamericanas. En la década del 90 extendió su radio de acción creando otras dos áreas específicas para responder a las nuevas necesidades: mujeres afectadas por la trata y trabajadoras sexuales emigrantes.
El pasado 15 de junio, Cristina recibió la medalla de oro de Honor al Mérito del Estado de Viena por su trabajo político y su obra como feminista, pionera y experta en políticas públicas para las mujeres y en el campo de la migración. “Nunca pensé recibir este premio oficial. Sin duda un reconocimiento viene bien, pero mi reconocimiento fundamental fue, es y será el que he recibido durante estos 30 años de las mujeres emigrantes que hemos apoyado y con las cuales hemos trabajado. Ellas son en realidad las que ganaron ese premio por su fuerza y su esperanza en la vida”, señaló.
[quote_box_right]“Mi reconocimiento fundamental fue, es y será el que he recibido durante estos 30 años de las mujeres emigrantes que hemos apoyado”.[/quote_box_right]
Tiempo después de recibir el reconocimiento, Boidi intercambió algunos correos con Pausa y accedió a contar aspectos de su vida y su trabajo en Viena: “En mi caso, los primeros años fueron de total desconcierto, de una búsqueda no selectiva. Yo misma no sabía hacia dónde. Mientras estudiaba alemán me fui dando cuenta de que debía olvidarme de dar clases en la universidad, mi profesión anterior en Argentina: ya era muy vieja para los escalafones europeos y nunca dominaría el alemán, por lo que resolví enseñar español. Encontré un lugar para vivir fuera del refugio para exilados, que era y sigue siendo insoportable. Opté por un camino autónomo ya que para mí no era posible imaginar un futuro aceptable en esa estructura.
En esos años, con tres argentinos y un grupo de austríacos generamos un comité de apoyo a las Madres de Plaza de Mayo y a otros organismos de defensa de los Derechos Humanos en Argentina”.
En este sentido, explicó que “la convivencia, las actividades solidarias y mis clases de español me posibilitaron una red de contactos y afectos que se fueron decantando y afianzando con el tiempo. Viena, como ciudad agradablemente provinciana, me acogió y me ayudó a ir transitando el duelo. Aprendí su historia, la devastación del nacionalsocialismo, la historia de la Viena Roja, de la resistencia y pude identificarme con lo que nos unía contra el terror”.
—¿Cómo es tu relación con la gente que quedó en Argentina?
—Con mi familia y mis amigas y amigos es muy fluida. Para mí es una sola vida y viajo a visitarlos cada año y medio. Por otra parte, estoy muy identificada con el actual desarrollo de mi país y con todas las medidas impulsadas en los últimos años en favor de los Derechos Humanos, la estatización de los recursos nacionales y de los servicios, así como todo aquello que nos permita independizarnos del capital global y sus secuaces. Apoyo totalmente la Alianza Latinoamericana como única forma de resistir la opresión del norte.
Construcción colectiva
Sobre el nuevo comienzo, Cristina dijo: “Mi historia en Austria y la construcción de LEFÖ pertenecen a un origen común. La idea de generar un movimiento, asociación y centro de asesoramiento para exiladas políticas latinoamericanas proviene seguramente de mi propia experiencia como exilada en Austria, así como la de Ximena, una psicóloga chilena con la que soñamos los orígenes de este proyecto. Desde el propio desconcierto y desorientación es posible imaginar, a partir de un pensamiento colectivo, caminos para reducir el desconcierto de las y los demás”.
De esa manera, a mediados de 1984, “empezamos a fabular un proyecto comunitario. Nuestro marco era claro: mujer y exilio desde una perspectiva feminista. En ese momento histórico comenzaron a surgir organizaciones de emigrantes y exilados en Alemania y Austria. Hicimos reuniones e invitamos a participar a mujeres exiladas políticas latinoamericanas. Fue difícil ir definiendo un perfil, ya que las expectativas eran múltiples. Fue preciso entender que precedían muchos años de frustraciones y desesperanzas. En este proceso se fueron perfilando compañeras que irían cumpliendo roles fundamentales”.
[quote_box_right]A mediados de 1984 "empezamos a fabular un proyecto comunitario. Nuestro marco era claro: mujer y exilio desde una perspectiva feminista”.[/quote_box_right]
“Llamamos LEFÖ a nuestro embrión organizativo: L de latinoamericanas, E de exiladas, F de Frauen/Mujeres, Ö de Österreich/Austria. Recién a mediados de 1986 logramos tener un pequeño local y una subvención para tres mujeres. En primer lugar organizamos la Oficina de Asesoramiento y posteriormente los cursos de alfabetización y de alemán. Mientras íbamos entendiendo la lógica de las subvenciones estatales para lograr un marco financiero estable, iba cambiando el movimiento migratorio y el consenso político del país en referencia a la migración y el exilio. En efecto, las políticas de ajuste en Latinoamérica, por ejemplo en Perú y Ecuador, produjeron nuevos movimientos migratorios de mujeres que venían solas. Las atendimos, las asesoramos y las acompañamos en su lengua materna. De repente nos dimos cuenta de que nuestro grupo de atención no sólo se había ampliado, sino que se había transformado estructuralmente. Cambiamos entonces legalmente nuestro nombre y la E de exilada se cambió por la E de emigrante”, continuó.
En este sentido, Cristina destacó: “El trabajo con las mujeres emigrantes fue nuestro gran aprendizaje. Ellas nos enseñaron sus historias, sus estrategias, sus caminos. A principios de los 90, nos confrontamos con la realidad del trabajo sexual de emigrantes y con la trata en distintos ámbitos: vinieron a LEFÖ como latinoamericanas en busca de informaciones y asesoramiento. Establecimos redes con colegas alemanas, suizas y holandesas para estudiar esta situación e ir conceptualizando y distinguiendo las diferentes formas de la emigración de mujeres. El trabajo práctico, el intercambio y la conceptualización teórica nos permitieron distinguir entre la trata, organizada en redes o individual ya sea para la prostitución, el trabajo doméstico o el matrimonio y el ejercicio del trabajo sexual de emigrantes. Esa diferenciación nos permitió estructurar dos nuevas áreas de trabajo: asesoramiento social y de salud para trabajadoras sexuales emigrantes, y un centro de intervención para mujeres emigrantes afectadas por la trata”.
En ese momento, “nuevamente nos enfrentamos a la atención de mujeres pertenecientes a otros orígenes. El nombre nuevamente no cuadraba, ya que atendíamos a mujeres de diferentes continentes, trabajadoras sexuales o afectadas por la trata. Entonces resolvimos dejar el nombre de LEFÖ, que ya que era muy conocido a nivel nacional y europeo, y aclarar: Asesoramiento, Formación y Acompañamiento para Mujeres Emigrantes.
Pero lo fundamental en todo este proceso no es ni ha sido sólo la tarea de orientación, apoyo e información a las migrantes, sino el trabajo político que ello implica. LEFÖ puso a la luz y politizó temas no tematizados, tabuizados y no presentes en el debate social, como la situación de la mujer exilada política, la violencia estructural contra las emigrantes, el trabajo sexual de migrantes y la trata de mujeres. Esto supuso un trabajo intensivo con diversos ministerios austríacos para sensibilizarlos y comprometerlos en la situación de las mujeres emigrantes en sus muy diferentes variantes. El trabajo político de LEFÖ, que es el que cuenta a largo plazo, se concretizó también a nivel europeo en la Red Tampep de apoyo y defensa de las trabajadoras sexuales emigrantes y en las redes y proyectos europeos para la protección de mujeres afectadas por la trata, tanto legal como socialmente”, puntualizó.
—¿Las redes de trata se mueven con la misma lógica en todas las partes del mundo?
—Nosotras diferenciamos claramente el trabajo sexual de la trata. El trabajo sexual es una actividad y la trata un delito. Sin duda a veces se cruzan, como se cruza cualquier tipo de trabajo con la explotación muy frecuentemente en nuestras sociedades. Existen olas, puentes, coyunturas históricas y leyes migratorias. Hoy por hoy en los países de la Unión Europea hay muchas trabajadoras sexuales de Bulgaria y Rumania que no necesitan un permiso de residencia para residir en otro país. También es notoria, en los últimos tiempos, la presencia de mujeres chinas tanto en el trabajo sexual como en el área de masajes.
—¿De dónde provienen las mujeres que reciben? ¿Qué necesidades atienden y cómo logran que rehagan sus vidas?
—Actualmente LEFÖ recibe mujeres de muy distintas nacionalidades y con problemáticas muy diversas en nuestras diferenciadas áreas de trabajo. El espectro es enorme. En todas las áreas de trabajo es muy importante ofrecer una información correcta, independientemente de que LEFÖ no esté de acuerdo con las restrictivas reglamentaciones migratorias vigentes. Nosotras no estamos de acuerdo con el concepto de ilegalidad. Sostenemos el principio que ningún ser humano es ilegal. Las leyes son las que las y los ilegalizan.
Consultada sobre el rol del feminismo en la actualidad, indicó que “eso significaría escribir un libro y algunos años de investigación. Sólo quisiera decir que el feminismo europeo, salvo raras excepciones, no reconoció ni entendió la presencia de mujeres emigrantes en Europa en los 80 y después. No entendieron las diversidades, ni las diferencias culturales. La mayoría de los proyectos y centros de mujeres emigrantes en Europa se organizaron autónomamente, sin apoyo de las feministas. Con los años ha habido mayor intercambio, pero el peso de lo post-colonial no ha desaparecido”.
[quote_box_right]“No estamos de acuerdo con el concepto de ilegalidad. Ningún ser humano es ilegal. Las leyes son las que las y los ilegalizan”.[/quote_box_right]
Xenofobia, un mal mundial
Durante la entrega de la medalla de oro por parte del Estado austríaco, María Cristina Boidi hizo hincapié en que la tarea fundamental de LEFÖ “no es sólo un trabajo psicosocial, sino que se trata simultáneamente de un trabajo político que haga transparente la significación económica y social de la emigración de mujeres hacia los países centrales más ricos del mundo. Se trata también de haber superado el estrecho análisis de la violencia individual de todo tipo contra mujeres emigrantes, a partir de la conceptualización del carácter estructural de la violencia que se ejerce sobre las emigrantes a través de leyes de extranjería racistas y sexistas, y del xenofóbico discurso político de determinados partidos”.
Refiriéndose a la cuestión migratoria, advirtió: “No puedo dejar de nombrar los escandalosos límites a los que hemos llegado, ya sean las carpas para alojar asilados en Austria, las cotidianas muertes en el Mediterráneo, hasta la reciente resolución de la Unión Europea de militarizarlo con el pretexto de combatir las mafias. Los países que implementan estas medidas son los mismos que levantan orgullosos la bandera de los Derechos Humanos en el mundo. Son los que olvidan que esta escalada emigratoria no es producto de las mafias, sino el resultado de las políticas implementadas por los países centrales por décadas o siglos. Tanto sea en la explotación de recursos, en las catástrofes ecológicas, como en la desafortunada intervención en guerras o conflictos regionales. La cuestión migratoria tiene que ver con la situación generada en los países periféricos y con la injusticia del reparto mundial de bienes. Si esto no se entiende, no se puede entender nada”.
“Estamos en un momento crucial de la historia política austríaca y europea, una coyuntura en la que determinados partidos políticos oportunistas instrumentalizan el drama y el destino de miles de seres humanos para agudizar los sentimientos anti-solidarios en el país, para ganar votos y lugares de poder. Entiendo que es el momento justo y necesario para que los partidos políticos que están seriamente comprometidos con los Derechos Humanos en un intenso trabajo con las ONG, emprendan un trabajo político de reconstrucción social, donde ya no haya más lugar para la xenofobia ni la criminalización de seres humanos, con el profundo deseo que todos seamos, algún día, ciudadanos de primera clase”, instó Boidi.
Publicada en Pausa #163, miércoles 14 de octubre de 2015