Un hombre anda en bicicleta. La calle es empedrada. El ritmo es lento y monótono. Tiene manos de albañil. La bicicleta hace un ruido parecido a track track cada vez que uno de los pedales llega hasta abajo.
De pronto decide desviarse del camino y hacer una parada en lo de su amante. Ella lo recibe sin sorpresa ni entusiasmo, secándose las manos con un trapo. No hay besos. Van directo a la pieza sin desvestirse. Ella sube a la cama y se pone en cuatro patas, él se queda parado en el piso. Se mueve por diez minutos de manera más o menos rítmica, a cada embestida de él, ella responde con un sonido seco, monocorde, y la cama con un chirrido parecido al que hace la bicicleta pero más agudo. Cuando sale de la casa de su amante, secándose el sudor de la frente con el brazo, se entera de que le robaron la bici y donde la había dejado, alguien, posiblemente el mismo ladrón, escribió en la pared: “Telmo Guampudo”.
Vuelve a su casa caminando, ve un dibujo de una bicicleta con alas en una pared y en otra, una sin alas y con la inscripción “ alguien vio una bici que dejé aquí?”
Ve también un hombre que cava un pozo para enterrar a su perro, una mujer sentada en el cordón de la vereda lo mira cuando pasa. El pozo es profundo y el perro muerto tiene medio cuerpo metido en una bolsa arpillera.
Pasa un tipo de unos treinta años, andando en patineta con ropa nueva, mantiene apenas el equilibrio.
En la vereda de enfrente una pareja joven viene discutiendo, no entiende lo que dicen, cada uno lleva un bolso envuelto en un protector de karate o alguna de esas cosas. Llegan a una casa, ella entra y él se vuelve.
Siente hambre, para a comer en un bodegón. Hay un cartel con una hamburguesa que hasta en la foto se ve fea, en una forma de honestidad algo temeraria. Abajo del cartel, la palabra whiskería parece no querer borrarse del todo. Pide una hamburguesa y un porrón. Entran gitanos y se sientan en otra mesa. Se levanta y se va antes de que le traigan el pedido, porque su abuela le enseñó, cuando era chico, que los gitanos te roban la plata desde lejos.
Sigue caminando, en la esquina de su cuadra unos pibes juegan a la pelota. Uno grita “palo salva” y él se queda pensando en eso hasta entrar a su casa.
Publicada en Pausa #164, miércoles 28 de octubre de 2015