La elección presidencial se disputa con estrategias conservadoras. Los errores no forzados del gobierno nacional y las tensiones en Cambiemos.
En la segunda mitad del partido por la presidencia, que está empatado al cabo del primer tiempo –las elecciones del 25 de octubre–, prevalece el espíritu bilardista. Los equipos no atacan, se cuidan en el fondo. Están a la espera de un error del rival que les permita desnivelar el tanteador.
El partido está parejo, aunque a Daniel Scioli le gusta decir que va ganando 2-0 en base a su doble primer puesto en las Paso del 9 de agosto y en las generales de octubre. Esa victoria, por escasos tres puntos de acuerdo al escrutinio definitivo, fue en realidad el 1-1. Para el Frente Cambiemos, haber forzado el balotaje fue como empatar el juego.
Todavía no ganaron, pero ya discuten poder. Así están las cosas al interior de la triple alianza opositora llamada Cambiemos. El PRO de Mauricio Macri hace uso y abuso de la estructura territorial de la UCR, cedida con generosidad, aunque no en forma desinteresada, por la conducción del centenario partido. No se discuten cargos, pero ya se percibe cierto tufillo a conflicto interno, tapujado por el espíritu triunfalista post-25.
Los sucesivos errores del gobierno nacional en el marco de la campaña han sido groseros. Se puede poner la lupa sobre el frustrado candidato bonaerense Aníbal Fernández, o sobre los tuits del ministro Daniel Gollán, pero en el fondo la duda, lo que no se puede determinar con claridad, es si hay una estrategia para la derrota o simplemente una acumulación de equivocaciones, algo llamativo para un espacio que lleva más de 12 años de eficaz ejercicio del poder.
Esos errores provocaron severos volantazos en la estrategia y el discurso del candidato oficialista. Scioli comenzó proponiendo continuidad con mejoras y al final se vio obligado a cambiar el rumbo de su campaña para despegarse del gobierno nacional. Esas ambigüedades favorecen la estrategia de Cambiemos.
La visita del jefe de Gobierno porteño a Santa Fe, el lunes 9, fue el escenario ideal para que la UCR exhibiera su poderío territorial ante sus aliados del PRO. La prensa oficialista no dejó de remarcar las “tensiones” que empiezan a emerger del vestuario de Cambiemos, ante la posibilidad concreta de acceder al premio mayor. El jefe de la UCR, Ernesto Sanz, usó la expresión “paquete con moño” para graficarle a Mauricio Macri el precio que tendrá su eventual triunfo en el balotaje.
José Corral, uno de los emergentes de la UCR modelo 2015, reunió en su ciudad a más de 200 intendentes de su partido para agasajar –y desafiar– a Mauricio Macri. El porteño les pidió a los jefes comunales del radicalismo “reforzar” el trabajo conjunto para ganar la última elección del año, la decisiva. Los caciques de la UCR lo primerearon con sus demandas; el candidato de Cambiemos les prometió más recursos si llega a presidente: una práctica que fue moneda corriente bajo el kirchnerismo, muy criticada por los mismos dirigentes que aplaudieron el compromiso.
El peso territorial
Macri ha sustentado su crecimiento, desde las Paso a las generales, en el trabajo territorial del radicalismo en todo el país. Por supuesto, el batacazo de María Eugenia Vidal en provincia de Buenos Aires y el soterrado trabajo que hizo el peronista “independiente” José Manuel de la Sota en Córdoba, también contribuyeron a la remontada de Cambiemos. Pero el 22 de noviembre, si el ex presidente de Boca accede a la Casa Rosada, habrá sido en buena parte por la estructura de militancia y fiscalización de la UCR.
Temerosos de una eventual administración monocolor, los radicales le marcaron la cancha a su aliado durante el plenario del Foro de Intendentes celebrado en Santa Fe. Allí Macri admitió que “cuando empezamos a conversar para unir nuestras visiones muchos decían que no se iba a poder, pero lo hemos logrado y hoy Cambiemos expresa la Argentina de la maduración y el crecimiento”.
En el radicalismo consideran insuficiente el ofrecimiento de Macri a Sanz, para que ocupe el Ministerio de Justicia. Quieren más participación y ya pusieron a circular otros nombres, como el de José Cano para Salud, Ricardo Buryaile para Agricultura y el cordobés Oscar Aguad para Defensa. Macri les hizo notar que el partido todavía no está definido y que sería un error armar equipo antes de lograr la clasificación.
La nueva estrategia de la alianza opositora consiste en mostrarlo a Macri en situación de cercanía con los votantes: las caravanas en los territorios más alejados de los centros de poder –Chaco, Formosa, Jujuy– se combinan con actos partidarios en las ciudades de mayor peso electoral, como Rosario, Santa Fe y Paraná. Aquí y allá el líder de Cambiemos promete terminar con la cultura del “vamos por todo”, pero en la mesa chica sus aliados ya comienzan a recelar que aplicará la misma filosofía en caso de imponerse en la segunda vuelta.
De su última visita a Santa Fe Macri se llevó el “compromiso” de los jefes comunales de la UCR de aportar la estructura de su partido en el último tramo de la campaña. Pero el acto también fue una advertencia hacia el jefe del PRO para que tome nota de la necesidad que tiene del poder territorial y parlamentario de la UCR, si quiere garantizar la gobernabilidad en caso de vencer a Scioli.
En un partido tan parejo, cada cual parece más atento a los errores del rival que a su propia eficacia para marcar en el arco contrario. Así, en busca de saltar la grieta, en el mitin santafesino Corral parafraseó a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (dijo que “no es magia, como se dice ahora, que estemos reunidos los radicales de todo el país”) y Macri lo citó a Perón, al ser consultado sobre la legislación laboral vigente: “Tenemos un buen punto de partida, pero siempre se puede mejorar. Lo más importante, como decía el general Perón, es que la estrella polar de un país tiene que ser la productividad y en eso se vincula el trabajador con el capital y con el Estado. Tenemos que entender que estamos todos en el mismo barco”.
Selección de pluma y martillo
Entre otros dirigentes de la UCR, estuvieron en Santa Fe los tres gobernadores electos el 25 de octubre –Gerardo Morales (Jujuy), Alfredo Cornejo (Mendoza) y Ricardo Colombi (Corrientes)– junto a intendentes y dirigentes de distintos puntos del país, como el mendocino Julio Cobos y la santafesina Lilia Puig de Stubrin, titular de la Convención Nacional y representante electa para el Parlasur por la lista de Cambiemos.
El jujeño Morales hizo un fuerte discurso ante sus correligionarios: “El 25 de octubre la gente perdió el miedo y votó con coraje por un cambio. Por más que el kirchnerismo siga apelando al miedo y la mentira, la gente ya dijo basta”.
Por su parte, Sanz remarcó el compromiso de la UCR por la candidatura de Macri: “Vamos a dejar todo en la cancha para que a partir del 22 de noviembre Mauricio sea el nuevo presidente de los argentinos. Se termina la Argentina del ‘vamos por todo’ y arranca el país del equilibrio, el respeto y la alternancia. Hemos abierto una puerta para que entre aire fresco a un sistema democrático que corría el riesgo de caer en el peor de los extremos: el del partido único”.
Publicada en Pausa #165, miércoles 11 de noviembre de 2015