Calle, redes sociales, cartelería: en el balotaje arrasó el marketing político unificado.
“Nooo” le gritó la platea a Mauricio Macri cuando dijo que Aerolíneas, YPF y Anses iban a seguir en manos del Estado. El giro fue abrupto y generó un poco de gracia. La incomodidad de incorporar las palabras del kirchnerismo se le notaba al candidato a presidente de Cambiemos, orador final en el triunfo de Horacio Rodríguez Larreta en Capital Federal. Hasta se equivocó cuando dijo que iba a impulsar que la Asignación Universal por Hijo tenga su ley: acababa de ser sancionada.
Sin embargo, a partir de ese momento Macri dejó de ser la copia sin gracia de Micky Vainilla. Y Micky Vainilla se volvió una extraña y profética pieza de historia cultural.
(La rasurada general de bigotes –el presidente electo, Melconian, Don Niembro–; la primereada de Juliana Awada en el debate, ganando la foto final con su beso; las camisas pasteles claras y sin corbata. El marketing electoral y sus obsesivos detalles...).
Desde ese momento la campaña de Cambiemos se volvió una topadora. Ordenadamente usaron los celulares y las redes sociales. En los carteles de calle, desde el concejal más perdido hasta María Eugenia Vidal tuvieron el mismo tipo de fotos, con la misma paleta de colores y la misma sonrisa. La visita casa por casa se viralizaba online y Miguel Del Sel enfrentaba un debate por la gobernación en base a contar su charla con la vecina de enfrente. De a poco, los visitados –en el barrio y con pinta de provinciano– comenzaron a poblar la cartelería. Macri se acercaba a la fecha del balotaje. El discurso unificado de Cambiemos –con una cantidad coordinada de voceros mayor y más eficiente que la del kirchnerismo, que jugó a hacer pública la autocrítica con Aníbal Fernández a la cabeza, mientras también se jugaba la Nación– avanzó planteando frases totalmente generales, pero claras y pregnantes. El cambio traerá unión, lucha contra el narcotráfico y pobreza cero. Y el cambio está en vos. Cada frase de Macri buscaba carnadura en sus votantes.
El oficialismo en su totalidad fue tratado de vago y atorrante parásito corrupto del Estado, hasta en el discurso mismo con el que Macri festejó su próxima responsabilidad. Una combinación de rampante anti kirchnerismo institucional pudo encontrar su combinación con ese giro que provocó la inverosímil reacción que dio el puntapié para la senda ganadora de la campaña de Cambiemos (un término que, se dice, nació de atender los planteos de innumerables focus groups). Mantener lo bueno y cambiar lo malo, como decía en 2013 Sergio Massa, el creador de las reglas de esta partida que ya concluyó. Cuando los economistas entraron en medidas concretas, fueron guardados en el desván. Y así Jaime Durán Barba llevó a su potro campeón desde bien atrás hasta cruzar el disco. Por una cabeza, pero ganó.
Cambiemos. Suena simple. Así tiene que sonar una campaña.