“Con el diario del lunes abajo del brazo es fácil opinar”, reza una de las premisas del periodismo deportivo. Y sí, con el resultado puesto cualquiera es Macaya Márquez. Pero debido a los acontecimientos sucedidos durante este pasado fin de semana, era necesario esperar una resolución para salir con los tapones de punta. Si bien no ha pasado el tiempo prudente como para enfriar la cabeza, los tiempos editoriales exigen que deba escribir algo. ¡Es ahora, es acá!
Lo primero que se me ocurre decir es que no entiendo nada. O sí, pero no: no entiendo nada. Si alguien me pregunta, hoy, cómo llegamos a esto, no sabría qué responderle que satisfaga tanto su inquietud como mi poder argumentativo. Siento que nada alcanza para entender lo que pasó; tampoco alcanza para elaborar certezas sobre lo que viene. El sentimiento dominante, hoy y acá, es la incredulidad.
[quote_box_right]Hemos sido derrotados de local, por un equipo evidentemente inferior. Nos dormimos en los laureles. Nos confiamos que lo conquistado podía seguir defendiéndose con gestos. ¿Cómo puede ser? Si estaba todo dado para hacer historia. [/quote_box_right]
Sí, no solo no entiendo nada, sino que tampoco puedo creerlo. Ni en mis más delirantes fantasías he podido construir una imagen verosímil del presente “que supimos conseguir”, parafraseando a la canción más nacional y popular de la historia argentina. O, para sincerarme, creo que la realidad es que no lo quiero creer, porque haciendo retrospectiva, se veía venir… y hace rato que ya estaba viniendo.
Las cosas no pasan como por arte de magia. Que los espectadores no podamos descubrir el truco, no significa que no haya evidencias explícitas de lo que está sucediendo. De un tiempo a esta parte se respiraba cierto aire de estancamiento, de falta de proyecciones concretas… Veíamos, los de afuera, que nos estábamos quedando sin argumentos fiables como para confiar en que la cosa seguiría tan bien como había arrancado. Se apeló cada vez más a lo conquistado como suerte de “consuelo” para defender la mala racha que se sucedía y no parecía frenar. ¿Los logros? Históricos, sin dudas. Pero como dice el refrán tribunero: “no se puede vivir sólo del pasado”. En algún momento hay que resignificar todo eso y usarlo como materia prima de algún tipo de proyección concreta hacia el futuro… y eso no pareció consumarse. Profundizar el “modelo” no parece haber sido suficiente: el modelo estaba haciendo agua por todos lados: nos empezaron a desbordar por los costados y, si la metáfora es adecuada, los centros encontraron cada vez menos cabezas goleadoras. Sin embargo, las declaraciones seguían siendo las mismas: “hicimos un buen partido”, “dejamos todo”, etc., el mismo cassette de siempre.
Con la excusa de defender el proceso, las autocríticas brillaron por su ausencia. Está bien, los tiempos apremiaron y ya no era hora de golpearse el pecho; había que bancar la parada y ganar como sea. Después, acomodaremos las cosas. Pero primero ganar… siempre corriendo atrás del caballo. Con la excusa de no dar ni un paso para atrás, renunciamos a mirarnos al espejo. Ahora, la pregunta que me surge, una vez consumada la derrota: si el “modelo” era tan grosso, si era de hierro y no de cristal, ¿qué nos preocupaba una mirada introspectiva, autocrítica, que reconozca que ya no jugábamos como antes? Nada. A menos que seamos de cristal, sí. Ahora ya es tarde.
[quote_box_left]El otro juega, siempre. Pero, ¿nos dimos cuenta que el otro también estaba ahí, enfrente, dando batalla? Y una batalla tan legítima como la nuestra. Subestimamos las fuerzas del rival; lo ninguneamos... sin embargo, con el resultado puesto, ahora resulta que “son el antifútbol”. [/quote_box_left]
Sí, por supuesto que el otro juega. Siempre. Ya lo dije en su momento. Pero, ¿nos enteramos de eso? ¿Nos dimos cuenta que el otro también estaba ahí, enfrente, dando batalla? Y una batalla tan legítima como la nuestra. Ambos buscábamos el mismo resultado. Doble movimiento: subestimamos las fuerzas del rival; lo ninguneamos... sin embargo, con el resultado puesto, ahora resulta que “son el antifútbol”, los que embarran la cancha, los que no se puede creer que jueguen como juegan. Siempre el día después… siempre la culpa es del otro que no juega como yo quiero. Y, por supuesto, entonces “no juega bien”, como si nosotros fuéramos los custodios de la estética, de la moral, del bien.
¿Qué nos pasó? Porque, hay que decirlo, hemos sido derrotados de local, por un equipo evidentemente inferior. Nos dormimos en los laureles. Nos confiamos que lo conquistado podía seguir defendiéndose con gestos. ¿Cómo puede ser? Si estaba todo dado para hacer historia. Lo teníamos todo. Hasta al goleador del campeonato… y, por esas ironías de las decisiones dirigenciales que los socios y los hinchas comunes no entendemos, lo dejamos ir… Y en su lugar pusimos a un tipo sin una pierna.
No entiendo nada. Me siento como ese chiquilín que la miraba de afuera, como esas cosas que nunca se alcanzan… Aunque después de este soliloquio encuentro algunas líneas para seguir pensando cómo llegamos a este desenlace… a seguir pensando cómo carajos es posible que Unión haya quedado afuera de la liguilla pre-Sudamericana contra Aldosivi, de local, si éramos la “Madeloneta”, el mejor de los equipos ascendidos… y encima, sí, encima, Colón, casi descendido, sigue en carrera. Una cosa de locos.
Publicada en Pausa #166, miércoles 25 de noviembre de 2015