Por primera vez en su historia, hoy se emitió una alerta roja por contaminación debida al smog en Pekín (Beijing), capital de China. Fueron suspendidas las clases escolares y las obras en construcción y se restringió el uso de la mitad de los automotores (se alternarán cada día las patentes terminadas en número par e impar). La alerta roja –máxima medida de seguridad ambiental en la ciudad– es el resultado de un pronóstico de tres días continuados de smog severo.
Mientras los representantes chinos participan de la Cumbre en París, donde se discute qué hacer con las emisiones de carbono, en Pekín hoy se registraron 256 microgramos de partículas PM 2,5 por metro cúbico. En algunos suburbios de la ciudad –donde habitan más de 22 millones de personas– el registro ascendió a 976 microgramos.
La medida segura establecida por la Organización Mundial de la Salud es de 25 microgramos por metro cúbico. Las partículas PM 2,5 designan a los residuos sólidos o líquidos que flotan en el aire, que tienen un tamaño máximo de 2,5 micrones (mucho más finos que un pelo) y que son fácilmente inhalables. China es el mayor productor de gases de carbono del mundo, su generación de energía todavía depende, en un 60%, de usinas que queman carbón.
En algunos lugares de Pekín la nube pestilente tiene tal solidez que la visibilidad no supera los 200 metros. De hecho, la nube de smog se puede observar desde el espacio exterior. Sin embargo, no es ese el problema principal: según un estudio publicado este año en la revista Nature, 1.400.000 chinos mueren prematuramente por causa de la polución. Cabe destacar que, entre 2008 y 2015, el 80% de los días en Pekín tuvieron niveles de smog por encima de los saludables.