El intolerable papelón del traspaso de mando empaña el final de un ciclo político exitoso. ¿Nos abruman con discusiones estériles para tapar el ajuste que ya empezó?
El balotaje del 22 de noviembre fue la octava elección presidencial desde 1983. El país, en las urnas, escogió la alternancia. Hasta la última semana, el proceso de transición avanzaba con normalidad y por los senderos constitucionales. El cambio de color político favorece los disensos, que son la sustancia de la democracia: la forma de gobierno que tantas vidas nos costó conseguir.
Sin embargo, la antesala del gobierno de Cambiemos y los últimos días del kirchnerismo en el poder quedaron manchados para siempre por discusiones, interpretaciones y medidas cautelares que avergüenzan al ciudadano de a pie. Después de un proceso electoral limpio, ejemplar, la polémica por el protocolo y el lugar donde debe realizarse el traspaso es una afrenta intolerable: un insulto a las mayorías que participaron en forma activa de las campañas y las elecciones.
[quote_box_left]Ganó Macri y el cambio ya empezó, mucho antes de las ceremonias. Es la “expectativa” de devaluación, no el bastón y la banda, lo que determinó el aumento de precios. [/quote_box_left]
La judicialización de la transición, por parte del Frente Cambiemos, fue la gota que rebalsó el vaso. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunció –vía Oscar Parrilli– que no participará de las ceremonias ni de la asunción de Mauricio Macri. A 24 horas del recambio institucional, ni siquiera se sabe con certeza cómo, donde y ante quién tomará posesión de su cargo el nuevo presidente.
Mientras tanto, los precios de alimentos y artículos de primera necesidad subieron en promedio un 30% en menos de mes. ¿Quién paga la cuenta? ¿Macri, Cristina o cada argentino en la caja del supermercado?
Macri llegó al gobierno con promesas de cambio del rumbo económico. En su campaña hizo hincapié en el llamado gasto social: subsidios, planes y otros beneficios. Sin hablar de ajuste, prometió reordenar el gasto, que en los hechos es un ajuste: una transferencia de recursos de las clases medias y bajas hacia el capital concentrado.
El oficialista Daniel Scioli también había planteado, en su campaña, retoques y correcciones al plan económico. Continuidad y cambio. Verbigracia: ajuste. Pero con otras palabras. Ganó Macri y el cambio ya empezó, mucho antes de las ceremonias protocolares. Es la “expectativa” de devaluación, no el bastón y la banda, lo que determinó el aumento generalizado de precios.
Al explicar los motivos por los cuales Cristina no participará de la ceremonia de asunción, Parrilli indicó que el debate por las formas es “una cortina de humo” para distraer a la opinión pública del ajuste que se viene, que en los hechos ya empezó y bajo gobierno kirchnerista.
Parrilli podría haberse callado en ese momento y nadie le habría discutido la opinión. Pero siguió y dijo que la decisión del fiscal federal Jorge Di Lello (de hacer lugar a la cautelar solicitada por Cambiemos, que sostiene que el mandato de Cristina vence el miércoles 9 a la medianoche) es una suerte de golpe de Estado judicial.
“Entre esto y un golpe de Estado, hay muy poca diferencia”, fue la frase del actual titular de la Agencia Federal de Investigaciones, quien fue además secretario general de la Presidencia entre 2003 y 2014. Dirigentes de la edad de Parrilli no pueden ni deben hacer comparaciones tan estúpidas. Al fin y al cabo, asistimos a un episodio novelesco, de ribetes grotescos, pero un episodio menor en el marco de un sistema consolidado.
Es la democracia: la forma de gobierno que elegimos todos los días y que tantas vidas nos costó.