Originales, creativas, únicas, irrepetibles.

Esos son los adjetivos de ocasión para este set de bodrios carente de metáfora producto de arquitectos que hacen de la literalidad una supuesta virtud. Ocultando una infantilizada imaginación –o una mirada adulta de la niñez, ya que todos sabemos que los niños son surrealistas de por sí y van mucho más allá–, estos artífices de la obviedad se distribuyen por todo el mundo. Alimento de los turistas –esa degeneración contemporánea en la que han devenido los exploradores y viajeros una vez que la Tierra fue escrutada toda–, todas estas obras tienen su justificativo muy tiernis, que te ofreceremos con su foto.

 

 

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