Rompe la vitrina, toma la reliquia y sale del convento. Ve de reojo la plaza y la Casa de Gobierno, es una tarde tranquila de enero en la capital de Catamarca. Mide poco más de un metro y medio, usa el pelo largo, campera negra y pantalón de jean, dirá más tarde Rina Liliana Andrada a la Policía. Rina limpiaba el jardín cuando lo vio salir y doblar por calle Esquiú, con algo en las manos, custodiándolo contra el pecho.
Fray Mamerto de la Ascensión Esquiú volvía de la Rioja a Córdoba; en la Posta de Pozo del Suncho notó que apenas podía hablar, bendijo a los fieles desde la carreta, llevaba dos días indigesto y sediento, no podía dormir. Lo cargaron hasta la cama que lo esperaba para morir. Eran las 3 de tarde del 10 enero de 1883.
En la misma galera fue llevado a Avellaneda (Córdoba) donde lo esperaba un lujoso féretro en el que, sin embargo, no cabía, se había hinchado y empezaba a descomponerse. Lo enterarron en la capilla más cercana. Luego lo desenterraron para una autopsia por posible envenenamiento. La sorpresa fue que el corazón del obispo se había conservado. Catamarca, su provincia, reclamó el corazón milagroso, que fue depositado en una caja de cristal sobre una almohadilla carmesí en el convento de San Francisco.
El hombre que lleva contra su pecho el corazón incorrupto del orador de la Constitución siente que algo se le pega en las manos y sin dudarlo lo tira en el primer tacho de basura que ve. Al día siguiente será identificado y detenido. Entre incoherencias, confiesa. Tiene 20 años, nació en Mendoza y se llama Jemián Jasani. Algunos diarios, sin embargo, lo registran como Gamil Cassini. Sus manos pulcras llaman la atención por contraste con el resto de su aspecto. En su bolsillo tiene cigarrillos y dos pequeños jabones con los que se lava las manos cada 20 minutos. Catamarca se estremece.
Pronto, las investigaciones calman el orgullo herido de los mendocinos, no hay registro de ese nombre y la dirección declarada no existe en ninguna parte de esa provincia. Interpol agrega que el detenido se llama Ellioth Alberto Villafuerte Paco, tiene 25 años, antecedentes penales y nació en Bolivia.
Por orden del juez, los municipales revuelven un basural de 100 metros de largo, 70 de ancho y 4 de altura, sin éxito y posiblemente sin convicción. En los diez días transcurridos, unos 40 mil kilos de podredumbre cayeron sobre ese corazón de 182 años.
Tres veces fue sacado el corazón de Mamerto, la primera, en 1990, para un tratamiento con parafina (quizás lo que sintió en la manos Villafuerte Paco). Meses después, fue robado y apareció en uno de los techos del convento. El hecho no logró quitar la atención del caso María Soledad. El último robo, hasta hoy definitivo, sucedió en 2008.
En junio de ese año, en Tucumán, un hombre rompe una ventana y se roba el cáliz de una iglesia. Una vecina lo ve salir. La Policía lo detiene. El ladrón dice llamarse Rojas Mujica y, por supuesto, no es otro que Villafuerte Paco y Jemian Jasani. En los bolsillos tiene estampitas y un preservativo. Había salido de la cárcel el día anterior.
Publicada en Pausa #168