Un centro de día que presta asistencia a 31 menores con discapacidad severa está en riesgo por la falta de pagos de un programa nacional.
En el extremo norte de la ciudad, ahí donde las políticas y obras públicas tardan un poco más en llegar, funciona desde hace ocho años el Centro de Día Burburinho, un espacio que está al borde del cierre por falta de recursos.
Desde 2008, momento en el cual lograron concretar un espacio físico en el cual desarrollar el proyecto y comenzar a trabajar con seis niños, hasta hoy que prestan asistencia a 31, la historia del centro siempre ha sido a pulmón.
“Comenzamos a funcionar con seis niños y trabajando ad honorem porque todavía no estábamos habilitados a facturar. Al personal le pagábamos viáticos y algo más con nuestros ahorros, así fuimos creciendo”, recuerda Alejandra Castro, directora de la institución.
Burburinho trabaja con niños y niñas con discapacidades severas y profundas de Santa Fe, Santo Tome, Rincón y Recreo. “Tenemos niños de entre 6 y 26 años con patologías asociadas, pero en general padecen discapacidades neurológicas severas. Igualmente en estos días estamos abriendo una sala de moderados, ya que son muchos los niños y niñas que necesitan esa atención”, comenta Castro.
Actualmente, el centro cuenta con un grupo de 35 personas que se desempeñan en diferentes áreas y tareas: profesionales, orientadores encargados de salas, mantenimiento, auxiliares de salas, auxiliares de higiene, administración y coordinación. Este equipo de trabajo es el que asiste a los niños y adolescentes que concurren al lugar de lunes a viernes entre las 8:30 y 16:30, proveyéndoles tres comidas diarias y realizando diferentes actividades ocupacionales, artísticas, expresivas, deportivas y recreativas, buscando estimular y fortalecer sus capacidades y potencialidades en pos de una mayor inclusión familiar y social.
Retrasos e incertidumbre
La situación que atraviesa el centro por estos días es compleja debido al retraso de los pagos del Programa Federal Incluir Salud (ProFe), del Ministerio de Salud de la Nación, y que en este caso presta cobertura a 22 de los concurrentes de Burburinho. Este ingreso es el más significativo para el centro y con el cual se cubren gran parte de los gastos: sueldos, alquiler, servicios, alimentación, servicios de recolección de residuos patológicos, agua, entre otros.
El último pago que recibió el centro de día por parte de ProFe fue enero, correspondiente a septiembre de 2015. Las obras sociales de las que depende el resto de los concurrentes, Osecac y Iapos, adeudan pagos desde julio y octubre del año pasado.
“Habitualmente las obras sociales pagan a 60 días de facturación, o sea a 90 días de la prestación, y nos fuimos adecuando a eso para poder cumplir con todos nuestros compromisos, pero este año en enero se cortaron los pagos, lo que provocó un descalabro en nuestras finanzas porque lamentablemente todo lo que entra es para pagar, ya que los aranceles están muy atrasados con respecto a la inflación”, explica Castro.
Ante los sucesivos y constantes reclamos, finalmente Nación depositó en los últimos días parte de la deuda que mantiene con la institución. Con ese dinero se pudieron abonar los sueldos adeudados a los 35 empleados, pero no mucho más. “Ahora esperamos que nos paguen el resto de la deuda para poder abonar lo que se le debe a los proveedores de insumos, comida y transportistas”, declaró la coordinadora del centro, María José Damianovich.
La Defensoría del Pueblo de Santa Fe se puso al frente de las gestiones para tratar de agilizar los pagos a la institución, así como también se contactó con las autoridades la directora provincial de Inclusión para Personas con Discapacidad, Gabriela Bruno, para informar que el Iapos autorizó el pago para los asistentes que tienen esa cobertura.
Según pudieron saber las autoridades de Burburinho, las demoras se debieron a nuevas formas de control que impuso la nueva gestión a cargo del gobierno nacional.
“Rogamos que ahora se mantenga la continuidad en los pagos de la deuda del programa nacional”, comentó Damianovich, “esto fue un paliativo pero no solucionó el problema. De continuar esta situación, se puede traducir en una reducción de la actividad para achicar gastos, hasta una posible suspensión de actividades. No queremos llegar a eso porque sabemos que la situación de estos chicos es muy difícil, atenderlos las 24 horas es complicado para sus familias, es desgastante, muchos de sus papás trabajan”.
Publicada en Pausa #170, jueves 14 de abril de 2016.