Tributo de artistas locales al Nuchi Bergesio.
“Toda la nueva música aquí, en esto que llamamos ¡Progresivo!”. Así arrancaba Enzo Bergesio su programa de radio en los 70. Y entonces desfilaban músicos amigos, público oyente que se sentaba en el piso en silencio atento, discos inconseguibles y desconocidos. Todo un universo que revelaba para su ciudad. Un “encuentro de amigos” como siempre decía. Y cuando incomodó a las autoridades por ser portador de tanta juventud y le quitaron el aire, volvió a sonar en una columna del Nuevo Diario. Así de fuerte era su pasión y así explicaba su motivación: “Intentar alcanzar a través de una columna semanal el acercamiento tibio que me brindaba un micrófono, sé que no será tarea fácil. Pese a esa dificultad, voy a intentarlo, acaso ayudado por ese nombre que durante diez años fue un poco parte de mi vida: Progresivo. Porque, y esto es necesario que lo señale, no quiero atribuirme condiciones de ‘crítico especializado’, una terminología que nunca me ha terminado de convencer. Creo que hablar de un disco o un recital, no es sino una manera de compartir juicios que, por supuesto, pueden o no coincidir, pero que, de ninguna manera deben influir en sus propias convicciones”.
El domingo 10 de abril se celebraron en Paladar Negro, junto al río, los 80 años del nacimiento del otro Flaco Bergesio: Enzo, el “Nuchi”. Mucha música y radio para disfrutar su presencia en todos los que compartimos ese abrazo amoroso que siempre brindaba. Y fue un largo brindis el que sonó por la radio Ochava Roma, que transmitió en streaming todo el evento en vivo.
Arrancó con los sonidos del DJ Black Magic Little Fingers Moya. Pasó Cacho Hussein y Nilda Godoy con la Bossa Nostra. Siguió Chelo González y sus hijos haciendo Beatles y con la confesión de ser uno de los melenudos que se sentaba en el piso a escucharlo a Nuchi y manguearle grabaciones en cassettes. Mientras la noche traía el diluvio, sonó Barro, Franco Bongioanni y Cintia Bertolino que, emocionada, contó cómo Enzo la ayudó a reconstruir la historia de Miguel Bertolino, quedándote o yéndote. Fue el turno del hard rock en formato acústico y el dúo Mambrú y Matt Hungo. Al jazz progresivo lo llevaron unos jóvenes veteranos de la escena local: Somaglia-Cecchini. Mientras cambiaban instrumentos y Meibel Giuranacci y alumno se acomodaban, Abelardo Blas Gurpide manejaba los controles de radio mientras la lluvia y el fuego enmarcaban la foto. Lucas Bonino y Juan Bitar precedieron a Infusión Kamachuí, primer grupo con formación completa y sonando con el Flaco Spinetta. En las mesas frente al escenario otro flaco, famoso comentarista de fútbol, Oscar Bergesio, reconocía con emoción que su hermano mayor era realmente mucho mas joven que él. Pasó Gonza Castelo y Andrés Olivo contagiando el virus que tanto divertía a Nuchi.
Fotos: Juan Curto
Entre los amigos que charlaron en el éter del recuerdo, la Colo Montemurri se animó a afirmar que esa tormenta era el Conejo que festejaba con relámpagos y centellas. Unineuronal y Pamela Nuñez hicieron volar las sillas con clásicos, preparando el terreno para los últimos invitados al convite. Brindisi reunió a Matt Hungo con Camilo Hormaeche, que hicieron una delicada versión de “La búsqueda de la estrella”, esa que dice: “después de todo tu eres la única muralla, si no te saltas nunca darás un solo paso…. por favor tu mano alada, toda la música que suena, suena por ti”.
Y no repuestos todavía de la emoción colectiva acumulada, Pobre Vaca terminó de cerrar una noche histórica. Enzopalooza. Todos repetían lo mismo: Enzo era una persona generosa. La dedicatoria de Miguel Bertolino (músico, amigo y poeta) cuando le regaló el libro Heliogábalo o el anarquista coronado de Antonin Artaud en 1974, resume el sentimiento y amor que nos legó… “es muy difícil poner lo que uno siente en el momento de escribir una dedicatoria en un libro, sin embargo es muy fácil, casi natural, el hecho de saber que en algún lugar hay un amigo esperándonos desde siempre”.