Guazú y Ponzonia en el Foro Cultural UNL.
Una incertidumbre hace mella: ¿es la música la más poderosa de las fuerzas de abstracción del contexto inmediato? Entre los que estábamos en la sala para ver el show, ninguno parecía venir de una ciudad con ocho días de lluvia ininterrumpidos (y contando…). Ni tampoco parecían haber padecido las tarifas gordas que invaden las casas entrando por debajo de la puerta. Quizás (seguramente) los Guazú tenían todo premeditado desde que buscaron y eligieron dónde tocar: la perspectiva arquitectónica de Garoto Di Nápoli (bajo y voz), el ingenio gráfico de Sebastián Malizia (diseñador gráfico, además de guitarrista) y las posibilidades del lugar para que la ingeniería sonora tuviera sustento en el criterio de Pablo Jaimet, baterista. Todo eso confluyó para que la Sala Hugo Maggi (la superior del Foro Cultural UNL) fuera el espacio en el que los santafesinos compartieran con los rosarinos de Ponzonia.
A poco de cumplirse media hora de tolerancia, los cinco músicos visitantes descargaron riffs pesados encima de los cuerpos presentes que, expectantes de pie o sentados en el piso de la sala, reaccionaban motrizmente a cada cambio de marcha de los instrumentistas. Renunciando a la posibilidad de cantar sus canciones, el quinteto desarrolla una puesta enérgica con velocidad ramonera en los golpes de su baterista, secundado por una línea de bajo también con impronta punk, aunque con un grado más de complejidad al estilo de Diego Arnedo en época de Sumo, si se quiere. Esa actitud ecléctica cierra (o expande, la perspectiva siempre es relativa) su lógica en los detalles agregados entre el par de guitarras (una puntual, limpia, de ingeniería y otra más bien condensada, de apoyo, de distorsión) y los teclados y sintetizadores, que muchas veces llevan el comando melódico al estilo de Alan Parsons con el ímpetu de Jon Lord.
Las tablas habían quedado calientes y el trío que el año pasado debutó discográficamente con su EP titulado Falanges se acopló a la escena junto con una serie de imágenes proyectadas detrás y encima suyo. El conjunto explota al máximo las potencias individuales y se nota en la precisión de cada verso y cada estribillo, de melodías ante todo (en una vieja nota con Pausa confesaban que el destino de sus letras es más bien preocupación secundaria), deja una idea bastante puntual de adónde quieren llevar a su público: el montaje de escenas intensas, compuestas y sólidas sobre las que construyen casi que de a saltos canciones con magnitud grandilocuente. El post rock, el noise y el sonido industrial calan hondo en la identidad de Guazú, curiosamente estilos que suelen renegar de las canciones con letra, pero que Di Nápoli/Jaimet/Malizia no se atreven a abandonar del todo.
Fotos: Julieta Oberlin