Con el cotejo del 24 de marzo entre Argentina y Chile como trasfondo, Ezequiel Fernández Moores reseña las dictaduras en la región.
El sorteo determinó que Chile y Argentina debían enfrentarse el 24 de marzo en el estadio Nacional de Santiago, el mismo día que se cumplían 40 años del comienzo de la dictadura cívica-militar en nuestro país, en un escenario deportivo tristemente conocido por su ocupación sangrienta durante la tiranía del general Augusto Pinochet. Y si algo faltaba, el presidente estadounidense, Barack Obama, visitaba nuestro país en la conmemoración del Día de la Memoria. En ese contexto, el periodista Ezequiel Fernández Moores se refirió a este asunto y otras cuestiones en el programa radial Manuscritos (por radio EME).
Lo de la fecha del partido y el lugar de juego “es una coincidencia”, pero “la visita de Obama pasa por otro lado, el cambio del signo político en Argentina le puede marcar algo de lo que ellos quieren, por lo tanto ya no es casual el viaje”, comenzó diciendo el periodista del diario La Nación. “Los argentinos nos horrorizamos con los cuentos de la ESMA y su vecindad con el estadio de River durante el Mundial 78, mientras gritábamos goles allá estaban torturando gente, y los torturados escuchaban el grito de gol en el Monumental. Para mí durante mucho tiempo ese tema fue una obsesión y les preguntaba a los que estuvieron ahí por las sensaciones, ya sea porque fue jugador o porque fue víctima. Y una vez, una de las víctimas me dijo que ellos recordaban los goles del Monumental como un momento de libertad. A mí me sonó raro, porque no podía entender cómo habíamos vivido ese carnaval tan insensato con la convivencia de goles y torturas, pero esa persona me decía que escuchaba el gol y se sumaba a ese grito, con la capucha puesta en la cabeza, con los pies con grilletes y torturado, y para él era un desahogo. Ahora lo puedo contar de modo más sencillo y hasta más brutal, pero en ese momento me conmovió mucho. También recuerdo al jugador Osvaldo Ardiles, que me dijo que hasta el día de hoy lo sigue persiguiendo la pregunta de para qué sirvieron sus goles, y también me decía que quizás el torturador aliviaba la tortura cuando escuchaba el gol argentino, pero también pensaba que ese gol de la Selección le daba más aire a la dictadura, un par de meses o años más. Durante años fue una pregunta a la que jamás tuvo respuesta”.
El primer permiso
En una de sus últimas notas, Fernández Moores destacó que el 24 de marzo de 1976 la selección nacional jugó un partido en Chorzow –Polonia–, ante el local. “Jugaba la Argentina de Menotti a modo de preparación para el Mundial del 78, estaba en plena gira por Europa y el Golpe de Estado encontró a la Selección en ese viaje. El ‘Gordo’ José María Muñoz (relator de fútbol) fue el encargado de avisarle al plantel que había un Golpe de Estado en el país, ‘sin derramamiento de sangre’, le dijo Muñoz a los jugadores. Si uno revisa los comunicados de la Junta Militar de ese 24 de marzo, se va a encontrar con que los primeros comunicados se prohíbe, se amenaza, se suprimen cosas, hasta el comunicado número 23, donde se autoriza a que veamos el partido de fútbol de Argentina ante Polonia”.
Menos fútbol que Videla
El fútbol, ícono de la cultura popular argentina, fue usado por el gobierno Militar como uno de sus ejes de campaña. Fernández Moores aportó un dato ilustrativo: “Videla no había pisado una cancha de fútbol en toda su vida, y en ese mes de junio del 78 fue siete veces. También al revisar las editoriales de los analistas políticos de aquellos días todos coincidían en decir que era el momento de oro de la dictadura, y que si en ese momento tomaban la decisión de convocar a un referéndum, tal vez ganaban”.
“Yo cubrí ese Mundial, tenía 20 años, y todo era raro. Trabajaba en el microcentro de Buenos Aires en la agencia Noticias Argentinas. Siempre recuerdo el partido contra Italia, donde Argentina perdió en primera rueda y la gente salió igual a las calles, recordemos que estábamos en dictadura y no se podía salir en conjunto porque podías ser reprimido. Aún con la derrota la gente salió a las calles, y esa noche, a la hora de salida de mi trabajo, cerca de la una de la mañana vi personas rompiendo locales de calle Florida, y lo recuerdo porque era algo impensable para esa época. Creo que la gente salía sólo porque en ese contexto se podía salir. Hay relatos en este sentido, como el de Claudio Tamburrini, que fue secuestrado en esos años y fue protagonista de la historia de la Mansión Seré. Tamburrini se había escapado y estaba escondido en una casa, con el asunto que se estaba jugando el Mundial se animó a salir, y así pudo salir a la calle y avisarle a algunas personas que estaba vivo”.
Sangre en el estadio
De regreso al partido de chilenos y argentinos y a las tiranías en ambos lados de la cordillera, el comunicador y escritor recordó que “a 700 metros de la cancha de River se torturaba a la gente, mientras que en Chile no necesitaban ni un metro de distancia, porque dentro del propio estadio torturaban a las personas; el estadio Nacional de Chile fue utilizado como el principal centro de tortura y detención de personas en el primer momento del pinochetismo”. Sobre ese derrocamiento democrático, puntualizó que “fue absolutamente documentado, impulsado, apoyado y alentado por Estados Unidos, incluso había torturadores de la CIA presentes dentro del Estadio Nacional. Eran años en los que ya comenzaba a vislumbrarse lo que luego se llamó Plan Cóndor, un plan que agrupaba a todas las dictaduras de la región. Se unieron todas las dictaduras para coordinar cómo capturar terroristas, tal como decían en ese momento. En el Estadio Nacional los principales torturadores eran brasileños”.
En los lazos del fútbol, los militares y la muerte, la FIFA no podía quedar de lado. “En un estadio donde hubo casi siete mil personas detenidas, en un momento se tenía que jugar un partido clasificatorio entre Chile y la Unión Soviética para el Mundial de Alemania 74. La ex URSS denuncia en aquel entonces que no se podía jugar en ese estadio porque en ese lugar había personas detenidas y torturadas. La FIFA mandó una inspección al Estadio Nacional, los inspectores dijeron ‘acá no hay ningún problema, está todo bien’. El problema era en lo subterráneo del estadio, donde estaba toda la gente detenida. No entraron a recorrer las instalaciones del estadio porque en ese momento había cientos y cientos de detenidos. El bochorno era tan grande que, a los que sobrevivieron, terminaron mudándolos del Estadio Nacional”.
Fue inevitable pasar por la figura de Víctor Jara. Al artista chileno “le quemaron sus manos, le pasaron corriente eléctrica y terminaron asesinándolo con 43 balazos, ya que todos los ejecutantes le tiraron a él”. Detalló que “Víctor Jara terminó muriendo en el Estadio Chile, que es más pequeño y está muy cerca del Palacio de la Moneda. Estaban siendo trasladados casi todos los detenidos del Estadio Chile al Estadio Nacional, y cuando se hizo el traslado separaron a Jara y a una quincena de personas para fusilarlos, pero con Víctor Jara se produjo un especial ensañiamiento porque ya era un artista muy reconocido que apoyaba al gobierno democrático de Salvador Allende e incluso participaba del gobierno socialista. Allí también mataron a Charles Horman, el ciudadano norteamericano (periodista) del que luego se hizo la película Missing, que fue muy famosa en los años ochenta y la dirigió Costa-Gavras. La película cuenta la historia de un norteamericano que no fue defendido por su país, es más, la embajada de su país tuvo bastante que ver con la desaparición y con el posterior asesinato”.
Retroceder en los escritos de Fernández Moores es parar en uno de sus últimos casilleros, donde bella y tristemente narra: “El primer tiro fue en el cráneo. Le dispararon 43 veces más. “¿Es este –dice el final del último poema que escribió antes de morir– el mundo que creaste, Dios mío?”.
Publicada en Pausa #169, jueves 31 de marzo de 2016