Las chicas de Villa Dora bajaron a Boca en Buenos Aires y llegaron a lo más alto del voley argentino. Un logro consolidado al ritmo de la cumbia.
El sábado 16 de abril en Ruperto Godoy 1231 un pizarrón indicaba que el domingo tocaba el grupo Alegría. Esa última palabra presagiaba el sentimiento que iba a tener Villa Dora a 500 kilómetros de esa pizarra verde.
Villa Dora, el de la cumbia, el de los históricos bailes de los domingos a la noche, o “Vildoré”, como algún creativo locutor se le ocurrió alguna vez para promocionar la cita en el barrio Sargento Cabral. Ese Villa Dora es el que llegó a la cima deportiva nacional. “Este presente hace 10 años hubiese sido impensado”, dice Adrián Ramseyer, vicepresidente, cerebro y alma de un proyecto que tocó el techo nacional el 16 de abril. Las Doras –así les dicen– vencieron a Boca en la final del Torneo Nacional de la Liga Femenina y consiguieron el logro más importante de la historia del deporte santafesino.
¿Cómo es eso de salir campeones nacionales, de ganarle a Boca, River, San Lorenzo, Vélez y a cuanto equipo importante que se cruce desde un humilde club de barrio? “Bailando y bailando”, “cumbia, cumbia”, “parrandeando”. Esas palabras tan usadas por los cantantes de la música tropical empiezan a explicar el sostén de un club, el proyecto en un deporte y un sueño hecho realidad. “Si a Villa Dora le cortás el baile de los domingos, pasará a ser un club más, como los 200 clubes que hay en Santa Fe, así”, agregó en su charla con Pausa. “Antes de decir que elegimos las mejores jugadoras o un buen director técnico, hay que decir que el mérito mayor de los dirigentes es mantener el baile”.
Esa virtud de la que habla Ramseyer se remonta a una tradición de bailes desde hace ocho décadas. Poco tiempo después de la fundación, en 1938, el club de Sargento Cabral comenzó con los bailongos de los sábados y luego, cuando la cumbia se hizo bandera en Santa Fe –en la década del 70–, se abrieron las puertas los domingos y la leyenda continúa.
En la barra del gran salón de los bailes se lo puede encontrar a cualquier integrante de la comisión directiva, desde el presidente o el vice hasta el último vocal. Y a ese mismo dirigente, como es el caso del presidente Alcides Ambroggio, se lo puede descubrir con el redoblante alentando a las Doras. Pero también son estos dirigentes los que tienen que sortear algunas trabas que le ponen los “nuevos vecinos del barrio”, los que plantean sus reclamos por los ruidos molestos y los problemas que se generan a la salida del baile del club, los domingos a la noche.
Ante esas cuestiones, los dirigentes también tienen que saltar para bloquear problemas o armar (como tan bien lo hace Karina Suligoy) el juego de las estrategias logísticas y financieras, ya sea en la faz deportiva como en lo institucional. El ejemplo de lucha y adversidades vencidas se puede encontrar en el último capítulo de la serie “Doras campeonas”. Por cuestiones de gastos de la televisación, el teórico partido final en suelo “neutral” se jugó en el estadio cubierto del Deportivo Morón, a solo 25 kilómetros del Club Boca Juniors. Esa primera jugada en contra, e injusta para los intereses santafesinos, a Villa Dora le costó 50 mil pesos, devorados en traslado, alojamiento, concentración y comidas. Mientras que el voley femenino de Boca tuvo que dilapidar monedas en el alquiler de un colectivo para trasladar a sus chicas desde el club ribereño hasta el oeste del conurbano bonaerense. Pero en ese partido a todo o nada el sacrificio pagó con un campeonato, con un vibrante 3-2 que selló el primer título nacional en la historia del voley santafesino.
La escalada
La llegada a lo más alto del podio se puede resumir en objetivos deportivos claros: hace diez años Villa Dora se propuso ser el mejor de la ciudad y la región, y en tan sólo dos años lo había logrado. De ahí en más, no paró de crecer. En 2012 jugó el clasificatorio para ingresar a la Liga Nacional, participó con todas las jugadoras formadas en el club y entró. La escalada fue del cuarto puesto inicial al primer puesto de este año, pero para eso la dirigencia tuvo que invertir desde 2013 a 2016 en la llegada de refuerzos, de otras provincias y también del exterior, como el caso de Chris Vorpahl, la chilena que es capitana de la Selección de su país.
Entre las chicas que llegaron de afuera, se destaca Micaela Fabiani, una de las figuras en el partido final. Es jugadora de Boca y llegó a través de un importante préstamo. El destino la enfrentó a sus compañeras y la “ley del ex” en el deporte se respetó al pie de la letra. También hay una sanjuanina, Candelaria Herrera, que es clave en las alturas; una cordobesa de 20 años, Florencia Giorgi, que es un manojo de buenas cualidades para este deporte. La rosarina Marcia Scacchi fue una referente del equipo que también brilló en el set decisivo de la final. En tanto, Helena Romero es la central y la que despliega energía en el grupo, mientras que Ariana Macíes, formada desde muy chica en las inferiores, hoy tiene 18 años y es el orgullo del club. Por último, la capitana, Karina Suligoy, llegó desde Romang a Santa Fe para equilibrar todo y liderar el camino del éxito. Pero si de liderar se trata, desde afuera del rectángulo la única voz que se escucha es la de Lorena Góngora, la gran entrenadora sanjuanina que llevó a Villa Dora a la gloria.
La historia de esta película no podía fallar. Boca era el verdugo, en dos oportunidades dejó a las chicas del barrio Sargento Cabral masticando tristeza. Y la tercera tenía que ser. “El objetivo era ganar la Liga desde principio de año”, todas las chicas coinciden en esa frase que no deja lugar a ninguna duda. Y en esa línea se llevaron puesto a cuanto equipo se les cruzó. Ganaron todos los partidos, invictas desde la fase regular hasta la final. Así fue como la Liga Femenina debió esperar hasta su edición número 20 para contar con un campeón que no fuera de Buenos Aires o La Plata. Antes de que comience la Liga 2016, sólo siete clubes habían podido quedarse con el título: River y Boca con cuatro cada uno, Banco Nación, GEBA y Gimnasia de La Plata la ganaron en tres oportunidades y Vélez y la UBA también se anotaron entre los campeones con un título.
El mejor baile
Como tantas historias de clubes humildes o de deportistas que la pelean hasta llegar a un lugar de reconocimiento, Villa Dora no es la excepción y necesita el apoyo económico del Estado y de las empresas privadas para poder sustentar y prosperar en los diferentes proyectos deportivos. “Además del voley y este logro histórico que conseguimos, necesitamos que se valore mucho más el rol social que cumplimos, porque tenemos 500 chicos que pasan por el club”, manifestó el vicepresidente Adrián Ramseyer.
La síntesis de una historia unida de bailes, proyectos y logros deportivos está aquí: “Hay cuatro chicas que viven en una casa cuya pared da al club. Hacé de cuenta que cada domingo a la noche están en el baile”, contó Ramseyer. Y Ayelén Quiroga, una chaqueña que pide pista entre las titulares, remató: “Estar en mi pieza es como estar adentro del baile, pero no me quejo, sabemos que sin el baile todo esto no sería posible”.
Publicada en Pausa #171, edición de 28 de abril de 2016.