El otro día me preguntaron: “¿vamos a la bicicleteada en la Costanera que es para defender el medio de transporte más ecológico que existe?” Y al ratito: “¿vamos a la marcha por la legalización del cultivo de marihuana para uso personal y que atenta contra el narcotráfico?” Y yo pensé: ¿cómo hago para decirles “no” sin que luego me acusen de ser un irresponsable político que se caga en el mundo y nuestros futuros nietos?
Y no me preocupa que crean eso de mí, eh. Lo que me preocupa es la culpa que te pretenden generar con esas inquisitorias invitaciones, si te negás a ir. Y, sobre todo, que se asimile con tanta liviandad el compromiso con causas nobles y justas con el ir a una marcha en defensa de alguna de esas causas. O sea que si no voy, no me importa la cosa que sea por la que se marcha, tá bien. Me molesta tener que andar justificando mi ausencia a esas convocatorias con un “otras obligaciones”. Me jode no poder decir “No, che. No voy porque hoy juegan Temperley vs. Defensa y Justicia a esa hora y no me lo quiero perder” o porque prefiero quedarme viendo los dibujitos del conejo Bugs Bunny por el Cartoon Network. Ajá, tampoco miro Paka Paka. Soy un horrendo imperialista cuyo modelo de vida es El Tío Rico, ¿vieron?
Sí, yo sé que es un poco talibán andar confesando todo esto. Estoy inmolando mi no sé qué ante quienes están leyendo. Pero prefiero no caretearla, y seguir tolerando el estigma del “no le importa nada” porque me resisto con ahínco a ir a manifestaciones a las que van también los que se encuentran con el/la enamorado/a (y a la mierda por lo que venimos a reclamar), los que llegan y selfiean el momento en Instagram y Facebook (porque no solo hay que ir sino que hay que mostrar que se fue para quedar re progre), los que se la pasan whatsappeando y, desde ya, los que crecieron con la cultura de la marcha y el escrache como método de protesta y por eso no faltan (lo cual me parece muy bueno). Hay de todo, como en todos lados, seguramente. Y en ese “de todo” se incluyen los que, parafraseando a la jerga estudiantil, “calientan el banco” en la marcha… y que son, por lo general, los que te tildan de descomprometido.
¿Qué quieren que les diga? Yo tengo amigos que los domingos al mediodía miran el programa de Mauro Viale y no por eso son estúpidos o ignorantes. Otros que leen hasta el boleto del colectivo y no por eso son inteligentes. Y tengo uno que juega al Ping Pong y no es chino. Según él es “tenis de mesa” y lo dice sin perder la dignidad, se los juro. Todos somos un poco de todo como individuos; a veces somos profundos, otras superficiales; a veces nos alienamos con alguna peli pochoclera, otras pensamos y reflexionamos con el cine de Herzog; a veces leo Condorito y otras a Borges. ¿Ustedes creen que son una sola cosa, para siempre? ¿Siempre son buenos? ¿Siempre son justos? Nunca son egoístas me imagino. Qué aburridos. Además de mentirosos, claro.
O sos blanco o sos negro. Colón o Unión. Peronista o Radical (cuando estos aún existían). 678 o TN. Navarro o Lanata. Federico Bal o Lázaro Baez (me dijeron que esos son los dos grandes personajes en los medios hoy, así que los incluyo como para hacer una columna de actualidad).
Pues entonces, como no hay una esencia única en cada uno de nosotros que sea igual para siempre; sino momentos, circunstancias, intereses, expectativas que se anudan, entretejen, se disponen de manera caótica y, muchas veces, caprichosa para construir nuestra identidad permanentemente cambiante; así como no somos una sola cosa, en resumen, tampoco hay una sola manera de ser un comprometido social y político. Marchar es una, no la única. Sí tal vez la más asimilada a la política. La más visible, popular e, incluso, la que más de moda está, vamos a suponer. ¿Válida? Por supuesto. Hay que sostenerlas, siempre. Eso nos enseñaron, entre otras, las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. Y mucha razón tienen.
Pero también están esas micromanifestaciones cotidianas que no se ven y, por ello, pueden no ser tan efectivas. En vez de ir a pedalear a la costanera a padecer frío, vendo el auto y me compro una bicicleta… o en vez de ir a fumarme un churro a la marcha por la despenalización, capaz escribo una columna en el Pausa sobre ello (fumándome un churro, y quedo más cool). O dialogo con mis estudiantes, en el aula, sobre la crisis presupuestaria de la Universidad argentina que puede derivar en el cierre de más de una Facultad o, mucho más probable, el arancelamiento de la educación superior. Así que, muchachos, si no me ven la semana que viene en alguna marcha, puede que sea porque esté pensando qué carajos decir en este espacio cada 15 días que denuncie alguna injusticia o genere alguna sonrisa en un momento donde reírse es un privilegio… o porque me quedé viendo la NBA y sin sentir culpa por hacerlo en pantuflas, en la comodidad de mi casa.