CINE | “Nadie se salva solo”, del realizador italiano Sergio Castellitto, aborda la frustración de un matrimonio fracasado y rescata los orígenes de un amor que ya no puede ser.
La atracción, el sexo, los sentimientos, los hijos y la separación. Esas parecen ser las fases por las que Gaetano y Delia han atravesado juntos. El conflicto dramático que los une no es otro que los vestigios de aquel amor apasionado que supieron vivir. Sobre la base de ese argumento, transcurre la narración de Nadie se salva solo (Nessuno si salva da solo, Italia, 2015), una realización del reconocido Sergio Castellitto que se apoya, a su vez, en la novela homónima de Margaret Mazzantini.
Mientras el relato se construye en el pasado y el presente, los protagonistas exhiben sus frustraciones pero también sus anhelos durante una cena en la que deben definir las vacaciones de verano de los chicos. Ella –interpretada con solvencia por Jasmine Trinca– es nutricionista, carga con el peso de la separación de sus padres y con una consecuente anorexia. Por su lado, él –atractiva labor de RiccardoScamarcio– es guionista pero pretende ser escritor. En el inicio de su romance, las risas y los besos colman cada uno de sus días. Luego se convertirán en padres de dos varones y, poco a poco, las diferencias abrirán una distancia colmada de reproches, odios y verdades no dichas.
Cuando aquella extensa cena se presta a culminar, una pareja de personas mayores (una sorpresiva aparición de Ángela Molina) se acerca a la mesa y los atrapa, en una caminata por la ciudad, con su propia historia de amor. El hombre les confiesa que tiene cáncer, les pide que recen por él y, al tiempo que toma a su esposa del brazo y comienzan a danzar, les deja una enseñanza: “La vida es un baile”. Quizás sea ese el núcleo sentimental de la narración propuesta por Castellitto. Los giros y los pasos que cada uno elige – y los que también acepta– le dan sentido al ritmo que permite mover el cuerpo y el alma. Y si la música se acaba, prontamente se inicia otra que le da continuidad a la vida.
La estructura del filme cuenta, además, con una fotografía encantadora y una banda de sonido (Lucio Dalla y Tom Waits) que saben atrapar al espectador. La realización, en suma, se constituye en una interesante –aunque no original– mirada sobre aquellos matrimonios que no pudieron perdurar y de las emociones que envuelven a esos seres que aprendieron el significado del título. Porque, al final, nadie se salva solo.
Se proyecta en el cine América, domingo 8 a las 21.30, lunes 9 a las 21.45 y martes 10 y miércoles 11 a las 20.