A raíz de la muerte de cinco chicos en la fiesta electrónica, se difundieron por Twitter unas declaraciones de la vicepresidenta Gabriela Michetti que son, como mínimo, polémicas. También es polémico el origen de dichos tuits, ya que “Gabi” salió con los tapones de punta (perdón la metáfora, pero no la puedo evitar) y a los gritos (sí, la podía evitar pero no quise) diciendo que esos dichos no le pertenecían a ella y que eran apócrifos.
Dos cosas al respecto antes de seguir. La primera refiere a lo bajo que ha caído la palabra apócrifo, ya que son famosas las citas apócrifas que Borges utilizaba en sus cuentos y ahora la usamos para hablar de 140 caracteres con errores de ortografía. Por otro lado, si uno repasa algunas declaraciones de diversos dirigentes de Cambiemos, tales como “el mínimo, mínimo esfuerzo” al que se comprometió el presidente Mauricio Macri, el final feliz en la novela de los prófugos que no fue tal, pero anunciado con bombos y platillos por la ministra Patricia Bullrich y el genial “el pozo de Quilmes es un bache” del intendente, cocinero y arquero de handball, Martiniano Molina, ¿por qué voy a pensar que las palabras de Michetti no iban a ser de ella? Y encima al poquito tiempo se manda la de “cómo controlar unas pastillitas que se meten en los bolsillitos”, así con esos diminutivos y todo. Le faltó imitar al personaje de Capusotto, Juan Carlos Pelotudo, diciendo “¡Esh imposhible, Ignashio!” y listo. Pero bueno, no es el punto, así que sigamos.
[quote_box_right]Lo bajo que ha caído la palabra apócrifo, ya que son famosas las citas apócrifas que Borges utilizaba en sus cuentos y ahora la usamos para hablar de 140 caracteres con errores de ortografía. [/quote_box_right]
¿Qué habría dicho? Si lo sé yo, entonces ya lo sabe todo el mundo. Sin embargo, por si hubiera algún desprevenido, lo repito. La primera declaración decía que “la droga mata tanto a los pobres como a la gente normal”. Y por si no fuera suficiente, después supuestamente agregó que “los pobres se drogan y los ricos tienen excesos”. O sea, ni siquiera los cometen, los tienen. Ya nacen así, no son responsables de ellos, porque está en su ADN: tener no implica, necesariamente, haber actuado en pos de conseguirlo (yo tengo nariz grande y no hice nada para tenerla, por ejemplo)… en cambio, drogarse sí implica hacer algo, y parece que ese algo es propiedad exclusiva de los pobres (que deberían estar contentos ya que al menos poseen algo).
En fin, sea como sea, estaba pensando en qué otras situaciones cotidianas se podría hacer esta discriminación (en el sentido peyorativo y no de la palabra) entre pobres y normales, y el resultado es más o menos el siguiente:
• A un chico pobre que le va mal en la escuela le dicen vago y atorrante. Al chico normal, en cambio, le diagnostican “trastorno por déficit de atención”.
• Siguiendo en la misma sintonía, al pobre que tiene problemas de conducta en la escuela le dicen que es “por culpa de una madre que seguro ni sabe quién es el padre del guacho y el padre está en cana por asesino”. Además el pibito ya está perdido y es un futuro delincuente. En cambio, del chico normal con los mismos problemas dicen que “tiene padres ausentes porque tienen que trabajar todo el día”… y lo más probable es que en un futuro sea funcionario público.
• Si un pobre le pregunta a un menor de edad cuántas veces se masturba por semana es un pedófilo y merece la pena de muerte. Si eso mismo lo pregunta una persona normal, lo llamamos sacerdote y está “confesando al menor de sus pecados mortales”.
• Un pobre que escucha cumbia sin auriculares en el colectivo es un maleducado. Un normal que escucha One Direction sin auriculares musicaliza el bondi.
• Eso pasa porque un pobre solo escucha cumbia, esa música horrible que trata como objeto a las mujeres y habla de drogas y asesinatos. El normal escucha de todo menos cumbia… a menos que vaya a un casamiento en el mejor hotel de Capital Federal, donde lo contratan a Pablo Lescano para que todos canten y bailen canciones re pegadizas que hablan de la mujer como objeto, drogas y asesinatos.
• Cada vez que muere asesinado un joven pobre nos nace un Feinmann (Eduardo) en nuestras tripas y celebramos que haya “uno menos”. Si el asesinado es un joven normal, pedimos justicia por ese chico que tenía un promisorio futuro y la familia destruida. Y si tenemos suerte aparece un Blumberg.
• Si vas en el auto y chocás a un pobre, después lo tenés que pagar por nuevo. Si chocás a un chico normal, sos un asesino al volante.
• Si un pobre choca a alguien y lo mata accidentalmente debería ir preso por 20 años. Si eso hace una persona normal se transforma en cantante de Tan Biónica y le hacen un reality show.
¿Lucha de clases en el siglo XXI? Yo no lo sé, pero así está más o menos la cosa entre los pobres y los normales… en un país donde ser pobre es cada día más normal.
Publicada en Pausa #171, edición de 28 de abril de 2016